Probamos el nuevo Citroën C3, el primer coche que incorpora cámara a bordo

De cara a 2017, el Citroën C3 se ha vestido de Cactus para reiventarse, buscando su público potencial entre la gente más joven. El Citroën C3 2017 se enmarca en el contexto de una Citroën que realizará un lanzamiento por año y región comercial, dando pie a una oferta de producto racional y más internacional.

No le ha ido mal hasta ahora al subcompacto de Citroën. 3,5 millones de unidades vendidas desde 2002 han convertido al C3 en uno de los pilares de la marca, acaparando casi una quinta parte de sus ventas de 2015. Ahora, con el reto de lograr un crecimiento del 30 % para 2021 y con el objetivo de figurar en el podio de las marcas más recomendadas, Citroën presenta su nuevo C3 como el primer coche que incorpora la grabación automática del entorno en vídeo.

El objetivo comercial de este Citroën C3 lo constituyen las familias jóvenes. La idea del fabricante francés consiste en captar su atención, ganar la partida a otras opciones del mercado y darles la bienvenida con este subcompacto con el que la marca del doble chevrón quiere rejuvenecer la imagen que la clientela pueda tener acerca de Citroën.

Un diseño desenfadado que sigue la línea Cactus

En cuanto a su apariencia exterior, el Citroën C3 2017 recoge las líneas del Citroën Technospace, que en 2013 anticipaba el lenguaje de diseño de la marca para futuros lanzamientos, y las pasa por el filtro de la crossoverización. Como resultado tenemos un frontal elevado, unas ópticas delanteras divididas, una cintura alta, una caída de techo menos envolvente que en generaciones previas y un aspecto final que juega con los tonos con el mismo desenfado que el Cactus.

No se trata sólo de los Airbumps. De hecho, estas piezas tan llamativas, que aquí quedan reducidas a un aspecto menos funcional y más estético, no se encuentran disponibles en los primeros niveles de acabados; sólo como paquete opcional para el acabado Feel o de serie con el tope de gama Shine. Se trata de que el C3 ha dejado de ser aquella pelotita menuda que era y ha crecido para convertirse en un hermano menor del Cactus, pero un hermano con cierto genio.

El aspecto final que tenga cada C3 dependerá de las combinaciones que queramos hacer con él en el configurador. Y es que hay disponibles nueve tonos de pintura para la carrocería y tres tonos para el techo; la posibilidad de tener o no Airbumps, que son siempre en color oscuro pero con un detalle en el color del techo, como las carcasas de los retrovisores o los marcos de las bocas en los faros antinieblas delanteros...

Por lo demás, se trata de un modelo que hasta la fecha ha tenido tirón en el mercado a lo largo de sus dos generaciones siendo fiel a su imagen equidistante entre el coche para jóvenes, el segundo coche de la casa y el coche para padres con el nido ya vacío. En esta nueva generación, el C3 recurre a una imagen mucho más genuina de lo que había sido Citroën. Veremos si el público le responde.

Una composición de niveles de acabados algo irregular

La oferta de equipamiento para el Citroën C3 2017 parte de un nivel de acceso Live bien equipado en cuanto a sistemas de ayuda a la conducción, pero menos volcado en ciertos detalles que pueden llamar la atención en nuestro mercado. Quizá dos ejemplos destacables sean el aire acondicionado, que no está presente hasta el nivel Feel si no es como paquete opcional que incluye necesariamente radio Bluetooth USB (1.100 euros), o las llantas de acero como una constante hasta que alcanzamos el tope de gama Shine.

El Citroën C3, con sus extras, puede medirse con los principales competidores del segmento, partiendo de un diseño joven y desenfadado, pero que no cae en excesos. En este sentido, el conjunto es lo suficientemente equilibrado en el interior del vehículo. Como punto crítico está el posible precio resultante de sumar opciones, aunque cabe recordar aquí que en Citroën son habituales las sorpresas, en positivo, durante la fase de negociación del precio final.

Motores PureTech y BlueHDI

En la parte de motores el Citroën C3 2017 arranca con un testimonial gasolina de 62 CV, caracterizado por una aceleración que se intuye casi inanimada sobre el papel, seguido de una oferta dual, con potencias de 82 y 110 CV. En cuanto a los diésel, Citroën reduce la oferta a dos opciones, con potencias de 75 y 100 CV, que deberían ser suficientes para cubrir las necesidades de este modelo.

Un interior de calidad, con alguna mejora pendiente

Durante la presentación del nuevo Citroën C3 tenemos la oportunidad de probar dos versiones, basadas en las motorizaciones PureTech 82 y PureTech 110 EAT. Salvo el propulsor y la transmisión, manual en el primer caso y automática EAT6 en el segundo, pocas diferencias de comportamiento hay entre ambas. En cuanto a acabados, la unidad de 110 CV es Shine, mientras que la menor es Feel.

La posición de conducción es fácil de encontrar, y el habitáculo goza de buena visibilidad, apoyada en una cámara trasera que se muestra en la pantalla de la consola central. Esta es de un tamaño muy adecuado y su legibilidad es buena, si bien queda emplazada en una posición algo baja, lo que nos obliga a desviar demasiado la mirada de la carretera. Además, puede ocurrir que la mano derecha, en su posición natural agarrando el volante, tape un poco el lado izquierdo de la pantalla, donde se encuentran los botones de la radio y el del navegador.

Otro pequeño inconveniente asociado a la pantalla, y que no es exclusivo de este Citroën C3 sino que viene de serie últimamente en los lanzamientos de los principales fabricantes franceses (PSA, por supuesto, pero también Renault) es la centralización de los controles principales de confort en el sistema inicialmente pensado para el infoentretenimiento.

Y entre esos controles de confort está el de la climatización.

El resultado de esta forma de diseñar los sistemas no sólo nos obliga a buscar el menú adecuado mientras conducimos, sino que además la falta de percepción táctil del botón que necesitamos accionar nos lleva a desviar la mirada y desatender la conducción, simplemente cada vez que necesitamos subir o bajar la temperatura del habitáculo.

En las plazas traseras la altura libre al techo es muy notable, más aún teniendo en cuenta el segmento en el que nos movemos, y el espacio libre para las rodillas adecuado, al menos si hablamos de adultos que sólo utilicen los asientos laterales. El asiento central es obviamente pequeño, y queda la duda sobre qué pasará si en ese asiento central utilizamos un sistema de retención infantil.

En definitiva, se trata de un interior bien pensado desde la base, que además transmite muy buena sensación de calidad percibida, pero con ciertos detalles de ergonomía que necesitan ser mejorados y que posiblemente acaben siendo sometidos a pulido en el próximo lavado de cara.

Al volante del nuevo Citroën C3

Al iniciar la marcha, pronto descubrimos que este Citroën C3 es un subcompacto concebido para zonas urbanas y periurbanas. Para moverse por las ciudades del extrarradio y por la gran ciudad cumple sobradamente. Su tacto de dirección es muy suave, casi blando, y el sistema de suspensión está tan calibrado para pasar baches que apenas se notan.

En la parte menos atractiva está su comportamiento en carreteras, especialmente si son reviradas, que resulta muy poco agradable. Una suspensión blanda con la que el coche se agacha en exceso y esa suavidad de la dirección que en ciudad es tan amigable, convierten aquí cualquier curva pronunciada en un incómodo vaivén.

En cuanto a los motores, tanto uno como el otro se defienden razonablemente bien, más en ciudad y cuando ya estamos rodando por autopista o autovía, aunque el propulsor atmosférico de 82 CV puede quedarse algo corto en los carriles de aceleración más exigentes. Por fortuna, la caja manual de cinco relaciones se lleva muy bien con este motor.

El turbogasolina de 110 CV es más brioso, y con la caja de trenes epicicloidales se conjuga bien. En aceleración se comporta de forma satisfactoria, y por fin supera el mito de los viejos y lentorros cambios pilotados de PSA. Está claro que no resulta tan rápido como un cambio de doble embrague, pero conceptualmente tampoco tiene el inconveniente de estos cuando circulando con normalidad las dificultades de un tráfico caótico obligan al cambio a trabajar a contrapié para reducir cuando la caja estaba ya preparada para pasar a una relación superior.

En resumen, el nuevo C3 ofrece una dinámica de conducción muy ajustada a ciudad y a las vías de alta capacidad entre ciudades, con unos motores que rinden razonablemente bien en gasolina y con una gama de acabados muy completa. Su estética apuesta por un diseño juvenil mirándose en el floreciente segmento de los crossovers para recibir directamente la herencia del Cactus, aunque en formato contenido. Las amplias posibilidades de personalización son uno más de los puntos fuertes de un modelo que cuenta con una muy buena apariencia.

Y para el postre hemos dejado la verdadera novedad del Citroën C3 2017...

ConnectedCAM de Citroën, o cómo volverse ruso con una cámara a bordo y compartirlo en redes sociales

El elemento que sin duda abre un debate curioso es la cámara que incorpora el Citroën 2017. Se denomina ConnectedCAM, es una dashcam y, como tal, sirve para obtener imágenes, tanto en foto como en vídeo, de lo que sucede frente al vehículo mientras vamos conduciendo.

Desde Citroën el dispositivo se vende como un elemento ligado a las redes sociales, a la experiencia de conducción y todo eso. Pero es casi obvio que esta cámara, que va colocada en la carcasa del retrovisor, puede ser objeto de buen o mal uso. "Pues igual que si sacas fotos o vídeos con un iPhone", defienden en la marca, y tienen razón. No es la herramienta, sino el uso que hagamos de ella.

Junto con la cámara, debemos descargarnos una aplicación específica (disponible para Android y para iPhone) con la que gestionaremos las imágenes que tomemos con la cámara. Mejor dicho, la cámara va tomando imágenes, pero las va borrando cada 30 minutos. Lo que ocurre es que si presionamos un botón tomaremos una foto (o un vídeo, si realizamos una pulsación larga sobre el botón) que no se borra, sino que pasa vía WiFi a la app del móvil. Además, si el coche desacelera de forma brusca se salvan los últimos 90 segundos de imágenes. Por si acaso.

La aplicación resulta muy intuitiva. De hecho, su interfaz es más sencilla que el mecanismo de una peonza. Cuando el móvil está vinculado con la cámara, se muestran las imágenes que hemos tomado durante la marcha. A partir de ahí, las fotos quedan descargadas automáticamente en el teléfono, mientras que los vídeos hay que descargarlos expresamente, y siempre y cuando estemos a bordo. La misma aplicación permite subir los contenidos a redes sociales.

El principal problema que encontramos, al utilizar la cámara, es de ergonomía. Siendo como es esta una primera versión, una novedad, no les vamos a tener muy en cuenta que para disparar fotos haya que tocar expresamente en la carcasa de la cámara, pero vamos, que muy cómodo no es, desde luego. Y, por supuesto, eso es algo que no debe hacer el conductor. O eso dice en la app cada vez que la abrimos. Lo que luego haga cada cual...

Y esta es la crítica que le podemos hacer al sistema. No está mal pensado, si la gente es consciente de lo que dice la ley sobre las cámaras a bordo (que no suele serlo, pero ese es otro tema). Lo que ocurre es que poner tan fácil la distracción es algo que un fabricante no debería despachar diciendo que el conductor sabrá lo que se hace. Un disparador mejor colocado, o incluso un control de la cámara por voz, resolvería el problema a un coste razonable.

En cualquier caso, una vez más Citroën se ha mojado y ha innovado. No es una revolución, eso está claro, pero sí que esta es una vuelta de tuerca interesante.

Precios del Citroën C3 2017 para España

Elementos opcionales