El año pasado tuve un par de encuentros con el BMW i8. Primero tuve el privilegio de estrenar la primera unidad que llegó a España, y solo unos días después viajé a Italia para hacer una primera y extensa toma de contacto con el deportivo híbrido enchufable por las carreteras de los alrededores de Milán.
Elegido por vosotros mismos como el Mejor deportivo de 2014 en Motorpasión, no queríamos dejar pasar la ocasión de hacer una prueba del BMW i8 en condiciones de uso normal, sin entrar en mucho detalle de sus prestaciones y de lo que es capaz de ofrecer, ya que de eso os hemos hablado largo y tendido en 2014. Así que en esta ocasión os invitamos a acompañarnos durante tres días a bordo del BMW i8, un coche que parece un prototipo recién sacado del Salón de Ginebra con todo lo que ello conlleva.
El BMW i8 es un coche especial. No es ni el más caro ni el que más corre de la gama BMW, pero es el más cuidado y mimado por los responsables de la marca. Es como ese hijo superdotado que no te gusta que se relacione con cualquiera.
Por ese mimo especial que le dedican, mientras los coches habituales de nuestras pruebas nos los suelen ceder durante toda una semana, en este caso el préstamo estaba restringido a solo tres días. Tres días en los que el BMW i8 se iba a enfrentar a un uso cotidiano para el que tal vez la sociedad no esté preparada, o al menos eso pienso después de haber vivido una serie de situaciones de lo más variopintas.
Acudí a la sede de BMW Ibérica a recoger el i8 un lunes a mediodía, justo después de bajarme del que considero el mejor deportivo italiano que he probado nunca, del cual os hablaré más adelante.
Tras una larga espera que me sirve para recrearme visualmente en los mil y un detalles del BMW i3 que tenían allí expuesto, veo a lo lejos a través de la cristalera como marcha atrás aparcan un precioso y estilizado BMW i8 de color blanco, exactamente la misma unidad que estrené el año pasado. Veo que se mantiene bien, sin ningún rasguño en la carrocería.
Cuando salí a recogerlo, el guardia de seguridad, acostumbrado a ver más coches de alta gama que el aparcacoches del Hotel Ritz, me dice: “Menudo coche te llevas, qué pasada”.
Ese tipo de situaciones y comentarios por parte de todo el que ve el BMW i8 iban a ser una constante a lo largo de estos tres días. Firmo la autorización de uso que me hace responsable de la joya de la corona de BMW y juro que no lo meteré en circuito. Palabrita del niño Jesús.
El BMW i8 es un coche especial. No es ni el más caro ni el que más corre de la gama BMW, pero es el coche más cuidado y mimado por los responsables de la marca. Es como ese hijo superdotado que no te gusta que se relacione con cualquiera.
BMW no quiere que este coche se pruebe en circuito sencillamente porque no ha nacido para esos menesteres. Hay una gama BMW M pensada para que lo pasemos bien en circuito, algo que hacemos de vez en cuando como cuando enfrentamos el M4 Coupé al Lexus RC F, así que acepto el trato.
Con algo más de dificultad de lo que recordaba, deslizo el culo hasta posarlo sobre banqueta del asiento, situada en una posición muy baja, casi rozando el suelo. Estiro un poco el brazo izquierdo y cierro la puerta, que estaba abierta hacia arriba. La maniobra es sencillísima por la ligereza de la puerta y por lo cerca que está el tirador para bajarla, el cual incluye un botón que la desbloquea para abrirla. Perfecto.
Por delante quedan tres días usando de forma cotidiana el BMW i8, tres días en los que os aseguro que nos hemos encontrado con todo tipo de situaciones e increíbles anécdotas que harán que esta prueba sea realmente inolvidable para nosotros.
Ser el centro de atención y tener que acostumbrarte a ello
El BMW i8 es llamativo, de eso no cabe duda. Es más, me atrevo a decir que es uno de los coches más llamativos del mercado, y estoy seguro de que es el más llamativo de cuantos te puedes comprar por 129.900 euros, que es lo que cuesta.
Su carrocería baja y ancha con dimensiones dignas de superdeportivo, luce unas formas únicas que son posibles gracias al uso de PRFC (plástico reforzado con fibra de carbono) para el módulo del habitáculo.
Es casi idéntico al BMW Vision EfficientDynamics presentado en el Salón de Frankfurt de 2009, el cual dio lugar después al BMW i8 Concept, mostrado en el Salón Internacional del Automóvil de Fráncfort de 2011.
De este último al modelo de producción, no hay apenas ninguna variación salvo pequeños detalles. Estamos pues ante un show car para andar por la calle, un coche de salón que ha cambiado la moqueta por el asfalto de Madrid estos días.
Por eso, es lógico que llame la atención más que el resto vehículos, contemporáneos o no tan contemporáneos, que ocupan nuestras calles. Todo el mundo, y cuando digo todo es todo el mundo, se gira a su paso. Todo el mundo comenta, todo el mundo lo señala y todo el mundo quiere verlo en detalle.
Da igual que pases ante un grupo de jóvenes quinceañeras que solo piensan en su grupo de cantantes favorito o que pases delante de un banco con tres jubilados sentados. Todos van a fijarse en el y todos van a hablar de el.
Entendemos por tanto que el BMW i8 es también un producto de imagen para la marca alemana, que con el ha querido asestar un duro golpe a sus rivales más directos, los cuales ahora, casi un año después de que i8 haya llegado al mercado, ni siquiera han sabido contrarrestar el tirón i8 presentando aunque sea un prototipo de concepto similar.
Mientras disfruto de los primeros kilómetros por ciudad, haciendo una conducción socialmente responsable sin emitir nada de CO2 a la atmósfera, lo cual no está mal viendo la capa de polución que cubre el cielo de Madrid, vuelvo a sentir las sensaciones únicas de circular haciendo uso únicamente de un motor eléctrico.
El único sonido que entra en el habitáculo es el de la rodadura, el contacto de los finos neumáticos que monta el i8 con el roto asfalto de la capital. El resto es puro sonido del aire, mínimo por otra parte gracias a su bajo coeficiente aerodinámico de Cd a 0.26, afinado al máximo tras horas y horas de modelado en el túnel de viento.
El motor eléctrico de 131 caballos es más que suficiente como para mover los 1.485 kilos que pesa el conjunto con la soltura necesaria en ciudad, principalmente porque en cuanto pisas el acelerador tienes de forma instantánea 250 Nm de par. El coche fluye mientras el viento acaricia su estilizada figura con un roce mínimo.
Este motor eléctrico envía la fuerza únicamente a las ruedas delanteras y va situado en esa parte del coche, pero la verdad es que no se aprecia que solo empuja de delante. Dicen que el BMW Serie 2 Active Tourer tampoco parece un tracción delantera, pero no lo he probado todavía para poder decir si se este se parece o no.
La autonomía eléctrica, que marcaba cuando recogí el coche 32 km de los 37 potenciales disponibles, no parece bajar tan rápido como en otros modelos eléctricos que había probado. Hago sin esfuerzo y disfrutando de la conducción los 13 kilómetros hasta mi casa, y llega el primer reto, meterlo en el garaje sin destrozarlo.
El garaje de mi edificio no es especialmente complicado ni estrecho, pero si que tiene un par de desniveles que ponen a prueba a los modelos más deportivos. Hasta ahora había tenido que renunciar al garaje con coches como el Alfa Romeo 4C, el Nissan GT-R y había conseguido meter, previo roce mínimo del labio inferior delantero, el Porsche 911 Turbo. Lo siento.
Viendo el aspecto del BMW i8, tenía serias dudas de que con sus 4,68 metros de largo, 1,94 de ancho y 1,29 metros de alto fuese capaz de meterlo en el garaje sin destrozar tanto el faldón delantero, marcado por el color negro del Black Belt que se dispone a lo largo del coche, como los bajos carenados para mejorar la aerodinámica.
Sorprendentemente consigo llegar a la planta -3 salvando esos dos desniveles sin el más mínimo rasguño, pasándolos muy despacio con la ventanilla abierta todo lo posible y vigilando que no rozase nada. Es increíble que el BMW con el centro de gravedad más bajo de la historia, inferior a 460 milímetros, consiga bajar hasta ahí sin rozar. Sorprendente.
Precisamente haciendo esa maniobra por dentro del garaje me di cuenta de uno de los pocos puntos débiles del BMW i8. Las ventanillas no bajan del todo porque la puerta es tan pequeña en altura, que la superficie acristalada es más grande que el panel donde debe esconderse. Punto negativo.
Por lo demás, cuando llegué a la plaza de garaje me sorprendió lo que gira el coche. No es habitual que los superdeportivos de estas dimensiones giren mucho ni que tengan un tacto fácil para maniobrar con ellos, pero en el caso del BMW i8 las ruedas estrechas y el motor de gasolina situado en la parte posterior le permiten tener un radio diámetro de giro de poco más de 12 metros. El pedal del acelerador, a pesar de tener tacto y par instantáneo, es perfecto, y la cámara de visión trasera, con una calidad digna de las mejores cámaras HD te ayuda a hacer la maniobra sin problemas.
Como la gran mayoría de los españoles que vivimos en edificios con garajes comunitarios, no tengo posibilidad de enchufarlo a la corriente para recargar durante las noches las baterías. No me preocupa demasiado, porque se que este es un modelo híbrido y no me quedaré tirado jamás por falta de batería, ya que siempre estará el motor de gasolina para asegurarnos que llegamos al menos a la siguiente gasolinera.
Una mañana accidentada por culpa del BMW i8
A la mañana siguiente bajo al garaje a recoger el BMW i8. Inicio la maniobra para sacarlo del garaje y esta vez en uno de los desniveles de subida rozaron los bajos del coche. No rozaron lo suficiente como para dañarlos de forma serie, pero si lo suficiente como para sentir cierto remordimiento. Lo siento de nuevo.
Como cualquier día encaro mi ruta habitual hacia la oficina, pero pronto me doy cuenta de que el coche es de nuevo el centro de atención. En el primer semáforo una madre que lleva a sus hijos al colegio en un monovolumen, les señala el i8 y los niños se quedan viéndolo ojipláticos. “Es el deportivo que debería ocupar el forro de vuestras carpetas, niños”, me quedo pensando para mi. "¿O tal vez debería ser el deportivo que ocupe el fondo de pantalla de sus iPad?" Como ha cambiado todo en estos años.
A los pocos metros viví una de las situaciones más surrealistas de cuantas he vivido a bordo de un coche. En el túnel de Cuatro Caminos, uno de los más concurridos en los atascos mañaneros de Madrid, el conductor del coche que circulaba a mi derecha se quedó pasmado viendo el i8 y no se percató que el coche que le precedía frenaba. Se lo comió de lleno (no llevaba asistente de frenada automática) y allí se quedaron arreglando el papeleo del siniestro.
En los más de 15 años que llevo dedicándome a esto de probar coches, he vivido todo tipo de situaciones grotescas con los modelos especialmente llamativos, desde que la policía me parase para fotografiarse con el coche, hasta que los paparazzi me confundiesen, en la puerta de un conocido restaurante, con un cantante de moda que cenaba dentro cuando salía a recoger mi coche. Lo que nunca me había pasado hasta ahora era que el juguete en cuestión fuese tan llamativo que la gente llegase a tener accidentes por verlo. Por algo decía al comienzo de esta prueba que tal vez la sociedad no esté preparada para ver un coche de salón por la calle. Pero tranquilos, que mañana vienen más situaciones curiosas.
Continuará...