Probamos el Aston Martin DBS Superleggera Volante, una bestia de 725 CV y 900 Nm vestida con un traje de alta costura
El Aston Martin DBS Superleggera Volante es el buque insignia de la histórica marca inglesa. Es también el descapotable más rápido que la marca ha fabricado hasta la fecha. Tuvimos la oportunidad de probarlo durante una corta jornada. ¿El programa? Un V12 5.2 litros de 725 CV y 900 Nm, aceleraciones que te dejan sin respiración, una banda sonora alucinante y un placer de conducción enorme al volante de un superdeportivo, que a pesar de sus defectos te conquistará.
El Aston Martin DBS Superleggera Volante toma por base el DB11, no lo puede esconder. De hecho, para un modelo que recibe la legendaria apelación de la Carrozzeria Touring, es demasiado similar al DB11. El frontal cuenta con un nuevo parachoques, con imponente calandra y tomas de aire hipertrofiadas que lo flanquean, sí. Pero ahí terminan las diferencias estéticas más evidentes con respecto a un DB11.
Quizá esperábamos un diseño más alejado del DB11, más Touring y menos Aston Martin, pero al final no puede uno evitar quedarse prendado de esta carrocería. Su diseño tiene algo que te atrae como la gravedad, no lo puedes remediar. Y al mismo tiempo tiene un aspecto bestial, prescindiendo de complejos aditamentos aerodinámicos que romperían sus sensuales líneas (aun sin alerón, genera 180 kg de apoyo aerodinámico a velocidad maxima).
Con su calandra típica de Aston Martin, sus branquias en fibra de carbono en las aletas delanteras -que disipan el aire caliente de los frenos y que se pueda acumular en el vano motor-, su capó esculpido y con extractores de aire -funcionales-, sus marcadas aletas (+ 3 cm con respecto a un DB11) y su proa, fina en su firma lumínica y al mismo tiempo brutal con su difusor en fibra de carbono y cuatro colas de escape, el DBS Superleggera Volante es tal y como esperas que sea un Aston Martin. Es una escultura, con motor y ruedas, ciertamente, pero una obra de arte al fin y cabo de la que no puedes apartar la mirada.
Una vez abierta la puerta, con el típico sistema que la hace pivotar ligeramente hacia arriba (y que llevan todos los Aston Martin desde el DB9 de 2004), accedemos a un habitáculo que admite pocas críticas en cuanto a ambiente y acabados, pero idéntico al del DB11. Las levas del cambio, más grandes, y los logotipos “DBS” bordados en los asientos no son suficientes para separar el interior de un DB11 del de un DBS.
El uso de un sistema multimedia, con touch pad incluido, y de los controles de climatización heredados de Mercedes-Benz en virtud de los acuerdos entre las dos compañías, pues los alemanes no solo aportan el V8 4.0 litros de AMG a la marca inglesa, son un buena noticia para los clientes de la marca.
Y es que hasta la llegada de los modelos de nueva generación, los Aston Martin debían conformarse con lo que era básicamente el sistema multimedia heredado del primer Volvo XC90 de 2001, de cuando Volvo y Aston Martin eran propiedad de Ford bajo el paraguas de la efímera Premier Automotive Group.
Tampoco es que sea el MBUX de última generación, es el sistema de hace un par de años. ¿Es un problema? Para nada. Su funcionamiento es impecable, rápido, con una interfaz intuitiva y legible. Incluso cuenta con una cámara de marcha atrás con visión de 360 grados. Y en un coche de casi 2 metros de ancho y cuando vas sentado tan bajo, es de agradecer en las maniobras.
Al final, aunque los acabados no estén al nivel de Rolls-Royce o de Bentley, no hay nada en este interior que desentone en un coche de más de 300.000 euros. La calidad del cuero, de las costuras de contraste o el tacto de los materiales están a la altura de lo que se espera de un coche así y de ese precio.
Por otra parte, aunque algunos de esos elementos puedan ser vistos como defectos, el Superleggera tiene una baza que pocos coches poseen. Conducir un DBS Superleggera, y más aún la versión descapotable Volante, es una experiencia única que te deja un sabor particular. Sabes que hay coches más rápidos, más dinámicos, más ágiles, como uno de sus posibles rivales, el Ferrari 812 Superfast, pero aun así te atrapa.
Despertamos la bestia que duerme bajo el capó. Se trata del V12 5.2 litros biturbo desarrollado por Aston Martin (no, no es un motor AMG) y que estrenó el DB11. De entregar 608 CV y 700 Nm en el DB11, el V12 pasa en el DBS Superleggera a entregar 725 CV a 6.500 rpm y un monstruoso valor de par motor: 900 Nm, disponibles desde tan solo 1.800 rpm hasta 5.000 rpm.
Si bien dotar al V12 de más potencia y par motor fue algo sencillo, pues todo es cuestión de electrónica (básicamente, el V12 va capado en el DB11), la cosa ha sido más complicada para la transmisión. Ambos modelos equipan una caja de cambios automática de 8 relaciones (una ZF de convertidor de par) situada en el tren trasero, pero en el caso del DBS Superleggera es una versión reforzada.
Con un 0 a 100 km/h en 3,6 segundos, un 0 a 160 km/H en 6,7 segundos, un 80 a 120 km/h en 2 segundos y una velocidad máxima de 340 km/h, el DSB Superleggera Volante entra de lleno en el territorio de los superdeportivos, a pesar de una presentación que lo sitúa en el campo de los gran turismo. Es más lento que un McLaren 720S Spider, pero más rápido que un Bentley Continental GT Convertible.
Si bien no hay mucho de lo que hablar en cuanto a evoluciones mecánicas, las modificaciones internas son más destacables de lo que deja suponer su fisonomía. El nombre Superleggera hace referencia, evidentemente, a la técnica de construcción desarrollada en los años 50 y 60 por la Carrozzeria Touring y que permitía un aligeramiento notable de los coches que carrozaba.
En este DBS Superlegera, la cosa va de usar paneles de carrocería sobre la estructura en aluminio del coche. Pero lo de Superleggera es solo un ejercicio de marketing, y es que con un peso de 1.863 kg en vacío (es decir, sin fluidos ni gasolina), este DBS Volante es todo menos superligero. Vale que es un descapotable e inevitablemente hay refuerzos estructurales que aumentan el peso (+170 kg con respecto al DBS Superleggera cupé), pero es que incluso en el cupé tan solo se han conseguido eliminar 72 kg con respecto al DB11.
Por último, destacar que a nivel de chasis, el DBS Superleggera Volante cuenta con una nueva geometría y puesta a punto de los amortiguadores adaptativos Skyhook con respecto al DB11, así como silent blocks específicos, barras estabilizadoras más gruesas y discos de frenos de 410 mm con pinzas de seis pistones delante.
Surfeando un huracán
Una vez a bordo, la posición de conducción es ideal. Despertamos a la bestia y el bramido que emena de los escapes te deja con una sonrisa, como un niño con un juguete nuevo. Pero hay una dificultad: no destrozar el morro del coche al salir de la concesión Cars Gallery.
El eje delantero no tiene sistema lift que lo levante unos milímetros para facilitar el acceso a rampas, por lo que hay que tomarse con paciencia el salvar este y otros obstáculos similares como badenes, pero aun así y a pesar de los casi 2 metros de ancho del coche, es finalmente fácil sortearlo.
Una vez en autopista, para alejarnos de la ciudad, el DBS parece estar en su elemento. O no. Incluso en modo GT, la amortiguación no consigue filtrar las ondulaciones del firme. Los ejes delantero trasero que siguen con fidelidad las ondulaciones del firme transmiten unas ligeras trepidaciones a la carrocería debido a una suspensión descaradamente duray amplificados por la falta de un techo.
No es que el DBS Volante tenga problemas estructurales, pero son la sutil prueba que la rigidez no es la misma que en un cupé. Por suerte, tampoco le resta dinamismo. Mejor me espero a llegar a un tramo recién asfaltado o muy liso para accionar los modos Sport o Sport+.
El tiempo apremia y no pierdo tiempo, me dirijo a un tramo de carretera revirada, que si bien no es un ningún puerto alpino, tiene igualmente un trazado bastante exigente (tanto que es habitual ver por ella a técnicos estrujar prototipos de desarrollo con base en la cercana IDIADA).
El V12 de Aston Martin no canta como el V12 del 812 Superfast. El Ferrari es más lírico, con una tonalidad aguda, es una ópera a la que asistirías en la Scala de Milan, mientras que el V12 del Aston Martin tiene un registro más grave, es un concierto de heavy metal en el Hammersmith de Londres. En ambos casos, una gozada.
Por debajo de 2.000 rpm, el V12 parece no querer soltar toda la potencia, pero una vez que llegamos a las 2.500 rpm, se abren las compuertas y una ola gigante nos catapulta hacia el horizonte. El empuje del DBS es toda una experiencia física, casi opresiva y que puede llegar a dejarte sin aire, literalmente. Se nota el soplo de los turbos, pero su silbido no se oye, cubierto por el rugido de los escapes, cuyas válvulas se abren por completo en el modo Sport. Al levantar el pie del acelerador, los petardeos son incluso más violentos que en un Mercedes-AMG GT C Roadster.
Aston Martin ha limitado el par motor en las dos primeras relaciones (para no salir quemando rueda en los semáforos sin querer y para no reventar el cambio), lo cual es una buena noticia para poder usarlo todos los días. Y es que este V12 no genera potencia o par, genera mini huracanes.
Incluso a medio régimen, el par y la potencia llegan con tanto ímpetu que deja en evidencia que la motricidad no es su punto fuerte, a pesar de calzar unos Pirelli P Zero específicos de 305 mm de nacho y 21 pulgadas detrás.
Hacia las 4.000 vueltas, el ESP calma un poco mi entusiasmo (el asfalto ha de ser perfectamente liso -y seco- para que no entre en acción). En ocasiones se siente como de forma muy sutil el tren trasero busca su sitio, con ligeros rebotes y una pizca de movimiento lateral. Es el precio a pagar por tener 900 Nm en el eje trasero.
Pero también, no nos vamos a engañar, es lo que lo hace divertido y adictivo. Sí, un Ferrari 812 Superfast o un Porsche 911 GT3 RS son infinitamente más precisos, pero el DBS Superleggera Volante no está pensado para ser un instrumento de precisión en circuito, sino un gran turismo de altos vuelos. Está pensado para pasarlo bien en tandas en circuitos (sin ser el mejor), en tramos de curvas el domingo por la mañana o para cruzar el continente sin esfuerzo y seguir la gira de una cantante de ópera o de Metallica.
El cambio de marchas, automático de 8 relaciones ZF por convertidor de par, no es el mejor del mundo para un deportivo. La caja de cambios de doble embrague de Ferrari está muy por encima de esta ZF en términos de velocidad de cambio. La ZF puede parecer lenta (todo es relativo...) al bajar de marchas y un tanto brusca en modo Sport+ o en ciudad. Su terreno de predilección son las vías rápidas.
Por mucho que Aston Martin haya modificado las suspensiones e intentado aligerar el DBS, éste no deja de ser un DB11 vitaminado. Los modos más deportivos de los amortiguadores adaptativos Skyhook no aportan realmente un plus, solo algo de incomodidad sin que consigan limitar los movimientos de la carrocería. Además, con el peso añadido de los refuerzos estructurales propios a la versión Volante, tienen que trabajar todavía más.
El DBS es un coche equilibrado, con una caja de cambios transaxle (en el eje trasero), y con una dirección precisa que ofrece la dureza ideal en el volante. Solo así consigue esconder parcialmente su peso en los tramos más revirados.
No es que sea la dirección más comunicativa del mercado, pero algo sí que transmite. Es algo digno de elogiar estos días, donde todo parece ya aséptico. Y menos mal que comunica, pues tiene tendencia a seguir todas las imperfecciones del firme. Otro punto positivo es el apartado de los frenos. El DBS se detiene de manera muy convincente incluso desde velocidades inconfesables.
Resumiendo, el DSB Superleggera Volante es un coche muy capaz en tramos revirados si quieres ir rápido, pero nunca llegues hasta sus limites. Si lo haces, vas a necesitar sitio, pues el coche no será brutal y no sabrás muchas veces por donde te va a llevar el autoblocante, si ayudarte a girar o marcarte una cruzada de antología.
Es perfecto si lo llevas al 80 % de sus capacidades, para ir a buscarle las cosquillas vas a necesitar mucho espacio. Y para colmo la experiencia no será tan gratificante, pues habrá que luchar contra sus limitaciones, como las suspensiones muy duras, un motricidad mejorable o la falta de dirección a las cuatro ruedas, que habría obrado maravillas en este coche.
En general, una vez que seamos conscientes de las limitaciones del DBS, es posible ir a un ritmo muy rápido, disfrutando del enorme empuje del V12, adelantando todo lo que se mueve en un pispás (¡80 a 120 km/h en 2 segundos!) y con la certeza de un aplomo y un agarre muy elevado (siempre y cuando no esté el asfalto mojado) en cualquier tipo de carretera, ya sea autovía, puerto de montaña o carretera secundaria.
Hechizado, me hallo
El Aston Martin DSB Superleggera Volante es único en el sentido de que no tiene rivales. Un Ferrari 812 GTS o un McLaren 720S Spider son más precisos, el Bentley Continental GT Convertible es más lujoso y cómodo y el Mercedes-AMG S 63 Cabriolet es el gran turismo definitivo, pero es tan perfecto, elegante y frío que te dejará indiferente.
El Aston Martin DSB Superleggera Volante no es el mejor superdeportivo del mercado. Aunque sea equilibrado, sea preciso, tenga aplomo y sea relativamente ágil, sigue siendo un coche pesado y un tanto bruto. Da igual, ver sus líneas, probar el inmenso empuje y exuberante sonoridad de su V12 y es quedarte hechizado para siempre.
Aston Martin DBS Superleggera Volante | |
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Motor | V12 5.204 cc biturbo |
Potencia máxima | 725 CV a 6.500 rpm |
Par máximo | 900 Nm desde 1.800 hasta 5.000 rpm |
Transmisión | Tracción trasera. Cambio automático de 8 relaciones. Diferencial mecánico autoblocante |
Dimensiones | Largo x ancho x alto (mm): 4.712 x 1.968 x 1.280 |
Batalla | 2.805 mm |
Peso | desde 1.863 kg (en vacío) |
80 a 120 km/h (kick down) | 2 s |
0 a 100 km/h | 3,4 s |
Velocidad máxima | 340 km/h |
Consumo medio homologado (ciclo WLTP) | 14 l/100 km |
El coche para esta prueba ha sido prestado por Aston Martin. Para más información consulta nuestra guía de relaciones con empresas
Fotografía | Daniel Murias