Abarth 500, prueba (parte 3)

Después de conocer un poco más las impresiones que transmite el Abarth 500 por fuera y en su habitáculo, toca poner en marcha el pequeño motor 1.4 turbo y empezar a disfrutar.

Os aseguro que durante la semana que tuve a mi disposición el Abarth 500 me divertí más con el que con otros muchos superdeportivos que he probado para vosotros.

Es un coche que incita a divertirse, y eso se nota desde el primer momento. Cuando giramos la llave de contacto escuchamos como por los escapes sale un zumbido realmente bonito, que no tiene comparación en su segmento.

Las suspensiones tienen un tarado muy duro, sin concesiones. Así podemos decir que el confort se ha dejado de lado, aunque personalmente considero que esto no debería ser un problema para el que se compra un coche deportivo. Al que no le guste que se compre un 500 Barbie Edition.

Estas suspensiones duras, unidas a una dirección directa y precisa y a una batalla de 2,3 metros, hacen del Abarth 500 una auténtica tabla sobre las curvas. No hay quien lo mueva del sitio, se mantiene siempre fiel a la trayectoria que le marcamos y el ritmo de paso por curva puede sorprender más de lo que pensamos.

Pero no debemos dejar de hablar del motor, que es el verdadero artífice de que todo este conjunto se mueva con tanta soltura. Bajo el capó delantero se esconde un motor 1.4 de 135 caballos de potencia turboalimentado que nos hará disfrutar si le pedimos “caña”.

Los 135 caballos los entrega a 5.500 rpm y el par máximo de 206 Nm a 3.000 rpm en modalidad Sport (en cambio, en modalidad Normal, el par es de 180 Nm a 2.500 rpm). Es un motor muy lleno desde abajo, que permite que el Abarth 500 acelere de forma progresiva y contínua desde lo más bajo del cuentarevoluciones.

A partir de 3.000 revoluciones es cuando se empieza a percibir con más fuerza la acción del turbo, y ahí no habrá quien nos despegue el pie derecho del suelo. Os aseguro que aunque sus prestaciones de 0 a 100 km/h en 7,9 segundos no parezcan gran cosa, al volante la sensación es de lo más excitante que he sentido en un coche de menos de 200 caballos.

No sé si esta comparación puede parecer exagerada, pero el carácter deportivo del coche, sobre todo a la hora de acelerar me recordó y me transmitió sensaciones muy semejantes a las del Ford Focus RS de la anterior generación (el nuevo aun no lo he probado, pero tiempo al tiempo).

Creo que ambos son coches creados con un mismo objetivo, conseguir transmitir la máxima deportividad en cada una de sus reacciones, y no como en otros coches como el Golf GTI dónde su carácter deportivo siempre tiene un toque aburguesado.

Probé el Abarth 500 entre otros por el recorrido por el que discurre una prueba del Campeonato Gallego de Montaña de los alrededores de Vigo. Tal vez algunos lo conozcáis. Os puedo asegurar que disfruté como un niño pequeño.

El coche es estable, manejable para tomar las curvas más cerradas como ninguno. Frena mucho gracias a un sensacional equipo de frenos con discos autoventilados de 284×22 milímetros delante y a los de 240×11 detrás.

Su tacto es muy bueno y se muestran muy progresivos. Además les dimos bastante caña apurando frenadas y seguían picando como si fuesen escorpiones.

Ahora que hablo de los frenos, otro punto que me gustó mucho del comportamiento deportivo del Abarth 500 fue lo poco que se nota la electrónica en su comportamiento.

Por supuesto que incorpora ABS, sistema EBD (Electronic Brake Distribution), control de estabilidad ESP, sistema antideslizamiento ASR y HBA (Hydraulic Brake Assistance) que actúa en las frenadas de emergencia. Lo mejor de todo es que solo el HBA se dejó notar en alguna que otra frenada, pero de forma muy leve. Es más, me di cuenta luego viendo las fotos por qué las luces de los intermitentes salían encendidas en algunas de ellas.

El Abarth 500 también incorpora un sistema llamado TTC (Torque Transfer Control) que se encarga de repartir la entrega de fuerza entre las ruedas delanteras para que la tracción sea siempre óptima.

Sinceramente, creo que es uno de los sistemas mejor puestos a punto del mercado, ya que es complicado hacer que alguna de las ruedas delanteras patinen sobre el asfalto por mucho que forcemos la situación.

El sonido del motor es llamativo cuando estamos fuera del coche, pero al volante se queda en un plano bastante discreto, se deja escuchar pero no llega a ser molesto en ningún momento.

Lo mejor como ya os conté en la primera parte de la prueba es cuando el Abarth 500 nos deleita con alguna que otra pequeña explosión, sobre todo en algunas reducciones.

En MotorPasion | *Abarth 500* - Parte 1, Parte 2 y Parte 4

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