Copilotamos con Lars Kern el Porsche 911 GT2 RS, su coche de empresa que bate récords en Nürburgring
El viernes de la semana pasada el trending topic mundial del mundo del motor, era el récord marcado por Timo Bernhard con su 5:19.546 en el Nordschleife con el 919 Hybrid. Yo, en cambio, no conseguía quitarme de la cabeza la vuelta que me había dado sólo unas horas antes Lars Kern en el Porsche 911 GT2 RS. ¿Por qué? Porque así fue la brutal experiencia que vivimos sentados en el asiento de la derecha de aquella máquina infernal de 700 CV.
Antes de comenzar, pongámonos en contexto. Porsche está este año celebrando su 70 Aniversario con diferentes actividades por todo el mundo. Una de ellas era la Sportscars Experience, básicamente una jornada en la que pudimos poner a prueba toda la gama de coches deportivos, los 911 y los 718 Cayman y Boxster, así como entender cómo había evolucionado la técnica de sus coches en estos 70 años hasta convertirse en lo que son hoy en día, grandes referentes entre los coches deportivos y superdeportivos.
Después de una exhaustiva mañana de charlas, más charlas, pruebas de slalom, charlas, pruebas de handling y varios launch control con uno y otro modelo, pruebas todas ellas de las que os hablaremos en otra entrega, llegaba el momento más esperado. Porsche nos había prometido como guinda del pastel un copilotaje en su 911 más bestia, el GT2 RS.
Inicialmente pensé “vaya mierda, un copilotaje. Lo que deberían hacer es dejarnos conducirlo”, y en parte lo sigo pensando, pero no si ello supusiese rechazar a la experiencia que vivimos sentados en el asiento de la derecha de Lars Kern. Sí, es el piloto que el pasado mes de septiembre consiguió marcar un tiempazo de 6:47 en el anillo norte de Nürburgring, situando al GT2 RS como el coche de producción más rápido en el Ring hasta la fecha.
La bestia enamora primero a la vista
Lars llegó al punto de encuentro a bordo en su espectacular coche de empresa. Era un GT2 RS de color opcional gris Crayón (4.073 euros) con el paquete Weissach (20.363 euros) al que le delataban las llantas de magnesio de 20 pulgadas delante y 21 pulgadas detrás, aunque sin jaula antivuelco trasera.
Cualquiera mataría por tener como coche de empresa una máquina así. Se trata de una bestia parda, animada por el motor 3.8 biturbo del 911 Turbo, pero llevado un escalón más arriba gracias a unos turbocompresores más grandes y al sistema de inyección de agua para refrigerar las culatas. Con todo ello, estamos ante un arma de 700 caballos de potencia y 750 Nm de par. Y lo mejor de todo, es que toda esa potencia debe transmitirse al asfalto únicamente a través del eje posterior.
Como manda la tradición en los 911 GT2, se ha prescindido de la tracción integral que sí tienen otros modelos como el 911 Turbo, y todo para conseguir mantener el peso en báscula en unos nada despreciables 1.470 kilos. No serviría de nada tanta potencia con un aumento considerable del peso que penalizarse los kilos que ha de mover cada caballo.
Los cuatro periodistas que esperábamos nuestro turno para subir con Lars en el GT2 RS teníamos en mente una cifra: 0 a 100 km/h en 2,8 segundos, pero cuando la otra instructora de conducción que nos acompañaba nos descubrió cuánto tarda en hacer el 0 a 200 km/h, el escalofrío fue inevitable. 8,5 segundos.
Con esa cifra golpeando mi cabeza, y viendo la mezcla entre cara de felicidad y miedo con la que se bajaban mis compañeros del coche de Lars, llegó mi turno. Subo al coche, coloco la cámara GoPro sobre el parabrisas delantero y saludo a Lars.
Sorprendentemente, me dice “Yo te conozco de algo, nos hemos visto en algún sitio”, a lo que yo respondo “yo a tí sí que te he visto, porque he visionado tu vídeo en YouTube del récord de Nürburgring como unas 15 veces”. Carcajada y nos dirigimos al punto de salida.
El trazado que íbamos a realizar era excesivamente sencillo. Básicamente, se trataba de una larga recta de más de un kilómetro de largo, con una curva muy rápida a derecha hasta llegar a un codo a izquierda de 180 grados, y volver por el sentido contrario, del que nos separaba una simple línea de bloques de hormigón.
Podría ser lo más aburrido del mundo si no fuese porque lo íbamos a hacer en uno de los coches más rápidos del mundo, y sobre todo con un piloto que a pesar de haber sido padre de una niña hace apenas 3 semanas, no parecía tener mucho respeto por lo que pudiese pasar si algo fallaba.
Todos los controles desactivados, pedal de freno a fondo y acelerador igual de a fondo para activar el launch control. El GT2 RS, por su tipología de motor, carece de ese aullido que tantas alegría despierta en sus hermanos GT3 y GT3 RS, y en su lugar parece un reactor de un avión a punto de despegar, con un zumbido grueso e intimidante.
Tripulación, listos para el despegue
Me agarro fuerte al apoyabrazos de la puerta. Lars mira de reojo por el espejo retrovisor interior para cerciorarse de que el entorno está listo para el despegue. Y entonces el coche despega dejándonos literalmente pegados al asiento.
Lo más llamativo, aparte claro está de la capacidad que tiene para acelerar en esos compases iniciales, está en la capacidad de tracción que demuestra. Apenas derrapan las ruedas traseras, lo hacen solo lo justo y necesario para conseguir la mejor aceleración y no dejar completamente tatuados sobre el asfalto los anchísimos neumáticos de 325 de sección que calzan al eje posterior.
El 0 a 100 km/h pasa en un abrir y cerrar de ojos, y en este caso no es una frase hecha, es la realidad. 2,8 segundos pasan en un suspiro. Y entonces comienza lo verdaderamente descomunal, estratosférico. Porque es a partir de 100 km/h, cuando en la mayoría de coches la fuerza que te pega al asiento comienza a decaer, cuando el GT2 RS demuestra por qué sus 700 CV le sitúan en otra galaxia.
Se mantiene constante con la misma intensidad de aceleración hasta los 200 km/h, e incluso me atrevo a decir que gana algún punto de intensidad el par motor, o al menos eso es lo que siento cuando me doy cuenta de que mis ojos parecen irse hacia el interior de las órbitas.
Lars sigue a fondo, dejando que el coche se encargue de engranar las marchas una tras otra de forma totalmente automática. Llegamos entonces al punto en el que cualquier mortal levantaría el pie del acelerador para trazar la amplia curva a derecha que nos espera, pero para sorpresa Lars sigue pie “a tabla” y lo único que hace es pasar la palanca selectora del cambio hacia la izquierda, preparando el modo manual.
A 242 km/h con todos los controles de tracción y estabilidad desactivados, y siempre con el pie a fondo, pasamos por esa curva algo sucia en el interior y con un muro de hormigón esperándonos a un metro escasos para detenernos si algo fuese mal. Admito que la gota de sudor que cayó de mi frente a la cara, no fue solo por los 28 grados centígrados que nos acompañaban como temperatura ambiente ese día.
Con la adrenalina en niveles absolutamente intangibles, llegamos entonces al codo a izquierda que nos permitiría cambiar de sentido de la marcha. Lars comienza a bajar marchas empujando la palanca selectora hacia adelante, sin hacer uso de las levas del volante. ¿Por qué no las usa?
Creo que el motivo era lo que venía a continuación. Lars descolocó la trasera del coche a golpe de acelerador, y nos deleitó a mí y al comisario que controlaba el cruce con un cambio de dirección espectacular, digno de una curva de rally, con el eje trasero girando más rápido que el delantero, las ruedas echando humo y yo mirando por la ventanilla lateral la recta que nos esperaba a continuación.
En el Porsche 911 GT2 RS a 257 km/h
Y entonces, vuelta a la acción, porque una vez que el morro del coche encaró la línea recta que se dibujaba ante nosotros, volvió con otra aceleración inolvidable. Ahora la curva que antes habíamos hecho a fondo hacia la derecha, era a izquierda y el radio algo más amplio. Eso nos permitió pasarlo otra vez a fondo, pero en este caso no a 242 km/h, si no a 257 km/h. Hay que tener mucha confianza en un coche para hacer esa curva así de rápido, y está claro que Lars confía plenamente en su coche de empresa.
Seguimos acelerando a fondo hasta llegar al mismo punto donde había comenzado esta aventura, pero circulando por el carril contrario. Pasamos por allí a 278 km/h con el GT2 RS demostrando que no tiene fin. Puede acelerar hasta que se acabe la pista. Casi cualquier pista. Es más, apenas hay pistas donde poder ponerlo al máximo de velocidad que alcanza: 340 km/h.
Lars comienza a frenar ya a punto de hacer la larga curva a izquierda, de radio muy amplio y ancho limitado, que nos devolvería al punto de partida. Pensé que iba a hacerla despacio, para refrigerar la mecánica, pero todavía quedaba pendiente una última sorpresa. En mitad de la curva, metió más volante del necesario para trazarla, mientras dio un golpe de gas. La trasera se descolocó por completo, y con maestría y contravolante, nos regaló una última cruzada que jamás olvidaré, especialmente por la sonrisa que dibujó en mi cara.
“Lo haces como si fuese fácil”, le dije mientras volvíamos hacia el punto de inicio de la actividad. “Es fácil cuando tienes 700 caballos siempre disponibles” me dice Lars como si hacer esto fuese algo tan cotidiano para el cómo puede ser para cualquier otro redactar un email o cualquier otra labor cotidiana en el trabajo.
Me bajo del coche diciendo en voz alta que necesito los 326.934 euros que cuesta el 911 GT2 RS. O mejor pensado, en lugar de atracar un banco para conseguir tal cantidad de dinero, voy a actualizar mi curriculum. El trabajo de Lars Kern como piloto probador de Porsche, es seguramente el más envidiado del mundo, y además tiene como coche de empresa un Porsche 911 GT2 RS. ¿Qué más se puede pedir? Sí, que te paguen por eso.