¿Qué representa el automóvil para los españoles, jóvenes y no tan jóvenes, a día de hoy? Actualmente hay poco o nada que en España sume los conceptos "cultura joven" y "necesidad de vivir en el coche". De hecho, esa idea se ha ido diluyendo con la llegada de nuevas formas de movilidad que prescinden de la necesidad de tener un automóvil propio.
En pleno siglo XXI, mal que nos pese, el automóvil tiende a ser un nicho en un futuro cercano, tanto a nivel global como específicamente en España, ya que en nuestro país tendemos a identificarlo, generalmente, con una necesidad y no como algo pasional.
Bien es cierto que en España la cultura del coche no se puede comparar con la de Estados Unidos, así como en otros países europeos como Italia o Alemania, con mayor tradición automovilística que nosotros. Evidentemente las condiciones socioculturales son determinantes en este punto, sobre todo en el caso de EE.UU.
La clave la encontramos en el gasto que supone un automóvil (un lujo en España durante años), así como su mantenimiento, cosa que no era problema en Tierra del Tío Sam entre los años 40 y 50, décadas en las que adquirir un modelo de los años 20 y restaurarlo en el garaje estaba al alcance de la gran mayoría de la clase media estadounidense.
No obstante, pese a esta gran tradición, ni siquiera hoy las nuevas generaciones muestran el mismo entusiasmo por el coche...
El coche ha dejado de ser el sueño americano
Como bien refleja este artículo de The Atlantic, la devoción por el coche se ha ido reduciendo en las últimas décadas, sobre todo en las nuevas generaciones. Así lo demuestran las estadísticas de la Federal Highway Administration: en 1983 el 46% de los jóvenes de 16 años tenía carné de conducir, pero en 2014 sólo llegaban al 25%.
Las causas son varias. En primer lugar, que las exigencias para obtener el permiso de conducir con 16 años son mayores. A partir de los años 70 comenzaron a publicarse estudios que aseguraban que un joven de dicha edad no estaba preparado para conducir una máquina de estas características, por lo que se endurecieron las pruebas para conseguir la licencia.
Asimismo, el Gobierno quería acabar con conductas al volante, propias de los adolescentes, como el 'cruising', o conducir sin rumbo, y el 'parking', o 'acaramelarse' en un aparcamiento o mirador con la pareja.
De esta manera se estipuló que los menores de 18 años debían ir acompañados siempre de un adulto cuando condujeran y que sólo podrían circular por determinadas zonas.
En otras palabras, dejaba de ser esa puerta a la libertad que representaba el coche para los jóvenes en décadas anteriores. A este escollo se suma que los automóviles, cada vez con más tecnología que mecánica, son más caros y ya no están al alcance de la media jornada de un estudiante como ocurría entre los años 40 y 70.
Por otro lado, este artículo también pone en tesitura que la realidad social ha cambiado: actualmente es habitual que los dos padres trabajen y estén ausentes la mayor parte del día, por lo que el adolescente encuentra esa ansiada libertad dentro de su casa y a través de Internet, lo que se ha visto acuciado con la popularización del smartphone. Lo que era antes un coche para los jóvenes hoy lo es una tablet, un ordenador o un teléfono inteligente.
La cultura automovilística en España no lo ha tenido fácil
En contraposición a la bonanza estadounidense, la realidad era muy distinta en la década de los 50 en nuestro país.
"En aquellos años, España partía de un escenario más limitado en comparación a otros países ya que su red de carreteras estaba poco desarrollada, la oferta de vehículos era mínima y la situación económica sólo permitía a algunas familias aventurarse en la compra de un automóvil. Fue un lujo para sus primeros compradores el adquirir un SEAT 600 a finales de los 50", explica Jose Luis Pérez, sociólogo y director de Estudios Automoción en GfK, compañía especializada en estudios de mercado.
A ello se sumaban otras limitaciones: la mujer, por ejemplo, necesitaba una autorización paterna o del marido para obtener el permiso de conducir. Así lo estipuló un Real Decreto que data 1918 y la veda no se abrió hasta 1981. El coche era, y en parte sigue siendo, patrimonio esencialmente masculino.
La tercera industrialización, en las últimas décadas del siglo XX, trajo consigo una mejora en la economía y, por tanto, un acceso masivo al automóvil por parte de los españoles. "Aspectos como viajar en familia y descubrir otras poblaciones sí favoreció esa transformación sociológica de sensación de libertad y emancipación que suponía tener un coche, siendo además un símbolo de estatus y clase social", expone Pérez.
Esto también se tradujo en manifestaciones culturales con el automóvil como protagonista, aunque de forma más minoritaria si lo comparamos con EE.UU u otros países europeos. Ejemplo de ello lo encontramos en la Ruta del Bakalao, muy asociada al tuning, o en el 'cine quinqui', un género muy en boga a finales de los 70 y principios de los 80 en nuestro país.
En estas películas se retrataba a delincuentes, como es el caso del mítico Vaquilla, siendo un el tema recurrente el robo de coches, así como persecuciones en carreteras convencionales y ciudades con modelos SEAT de la época.
Pero si el Bakalao murió a mediados de los 90, antes lo hacía este género, por lo que sentimos que hablamos de un pasado ya lejano. Hoy, las manifestaciones culturales con el coche como protagonista son escasas: "Salvo clubs minoritarios de algunos modelos, concentraciones de tuning o eventos de propietarios de modelos clásicos o históricos (acreditados como tales y con más de 25 años de antigüedad), no existen apenas manifestaciones culturales donde el coche sea el centro de atención excepto las competiciones deportivas", comenta Jose Luís.
Cine y televisión: programas de nicho
Desde hace no pocas décadas, la pequeña y gran pantalla, son ejes principales del consumo cultural. ¿Y qué presencia tiene el automóvil en ellas? En lo que respecta a la televisión, actualmente sí encontramos programas dedicados al automóvil, aunque en España son pocos y la mayoría son importados.
En la actualidad se emiten dos magazines de motor producidos en España, que son ya longevos: 'Más que Coches' y 'Centímetros Cúbicos'. Si bien ambos están en canales principales, Tele 5 y Antena 3 respectivamente, su franja horaria se mantiene en el fin de semana por la mañana (entre las 10:00 y las 12:00), lejos del prime time.
La mayor parte de los programas de motor que hoy se emiten en nuestro país vienen de Estados Unidos y Reino Unido principalmente. Hay bastantes, pero éstos se limitan a canales de nicho como DMax, o Mega, así como de pago (Discovery). Es el caso de 'Joyas Sobre Ruedas', 'Locos por los Coches' o 'Fast N' Loud'.
'Top Gear', que se emitía en Discovery, no ha llegado este otoño a pesar de que ha estrenado su 25ª temporada a finales de febrero de 2018. Por su parte, 'The Grand Tour', con los ex-Top Gear Clarkson, Hammond y May lo encontramos bajo demanda en Amazon Prime. Ambos, aunque esencialmente se centran en el automóvil, buscan llegar a un amplio público, por lo que están más cerca a un programa de entretenimiento.
De igual manera, en las principales plataformas de TV de pago de nuestro país (Movistar+, Vodafone TV, Euskaltel y Telecable) se emite un canal íntegramente dedicado al motor y en español. Su nombre es Garage TV y en su programación encontramos tanto competición (WTCC, DTM, Porsche Carrera Cup...), como actualidad (novedades, noticias), reportajes y pruebas de coches entre otros. Lleva seis años emitiendo.
Respecto a la ficción, nos llega casi en su totalidad también de otros países, principalmente de EE.UU, aunque es una tendencia que se extiende a cualquier género.
Los últimos ejemplos que nos vienen a la cabeza son 'Rush', el fantástico biopic que retrata el enfrentamiento entre Lauda y Hunt en la Fórmula 1 durante los años 70, o la exitosa franquicia 'Fast & Furious', que va ya por su octava entrega que se estrenaba en 2017.
En su primera semana, 'Rush' recaudaba 0,45 millones de euros en las taquillas españolas, mientras que 'Fast & Furious 8', sólo en el día de su estreno, conseguía 1,8 millones de euros. La primera es una película 100% motor apta para nostálgicos, pero las películas de Toretto son más de acción que una oda al coche, por muchas persecuciones y muscle cars tuneados que haya. Es decir, ¿cuántos de los que van a ver estas películas son fans de los coches y cuántos simplemente van por ver a Vin Diesel, Jason Statham o Dwayne Johnson en acción?
Cada vez menos españoles se sacan el carnet
Según los últimos datos de la Dirección General de Tráfico, que corresponden al año 2016, en España obtuvieron el Permiso B en España 488.895 ciudadanos. Si echamos la vista veinte años atrás, en 1998 se registraron un total de 574.217 nuevos conductores de automóviles y si la echamos treinta, 609.235.
La tendencia en general en los últimos diez años ha sido a la baja, mientras que entre 2004 y 2008 se registraron las mayores cifras de los últimos treinta años, superando los 700.000 carnets expedidos. De hecho, entre 2006 y 2008 se sobrepasaron los 800.000 permisos, registrando 828.949 y 859.179 nuevos conductores respectivamente.
Las causas pueden ser de diversa índole. En aquellos años nuestra economía estaba en su momento culmen, lo que se tradujo en una mayor demanda de movilidad, ya fuera laboral o en el entorno del ocio, y más posibilidades de adquirir un coche. A ello se suma el auge que experimentó el automovilismo con Fernando Alonso consiguiendo sus dos títulos mundiales en Fórmula 1 (2005 y 2006), que trajo consigo una notable fiebre del motor que por desgracia ha ido desapareciendo ante la ausencia de nuevos triunfos del asturiano.
Pero en 2009 llegó la crisis y a partir de ese año el descenso ha sido notable, llegando a un mínimo de 444.333 permisos nuevos en 2013 y sin superar la barrera de los 500.000 desde entonces.
El grupo de edad mayoritario que se estrena como conductor, tanto hoy como hace treinta años, sigue siendo el comprendido entre los 18 y los 20 años, aunque cada vez menos jóvenes se sacan el carné. En 2015 los permisos obtenidos por este grupo de edad se fijó en 243.167, mientras que en 2016 fueron 233.072, unos 10.000 menos.
Esto es debido a causas demográficas en primera instancia, hay menos población joven, aunque también económicas, la crisis ha hecho estragos en las nuevas generaciones, y, finalmente, por cambios de tendencia: "Tener un automóvil no es una prioridad para los jóvenes ya que existen múltiples opciones de transporte e incluso plataformas de coche compartido que cubren las necesidades de transporte puntual en coche sin tenerlo en propiedad. Un gran viaje, o tener lo último en tecnología, es más valorado y prioritario que disponer de un coche en propiedad", argumenta Jose Luis Pérez.
Y aquí encontramos otra de las claves por la que la cultura del automóvil apunta a desaparecer: en España identificamos el coche con una necesidad y no con una pasión.
La necesidad por encima de la pasión
Para Irene (27 años), que reside en Avilés (Asturias), el coche representa "libertad y rentabilización del tiempo". Irene asegura que, desde pequeña, siempre quiso tener coche y conducir, de hecho, le preguntaba a su padre qué tenía que estudiar para tener su modelo deseado. "Es un sinónimo de independencia: tengo que ir a un sitio y con él no dependo de nada ni de nadie". Esta era una de las cosas que más le atraía de tener automóvil propio.
Por su parte, para José García (24 años), cordobés residente en Málaga, explica que el automóvil "siempre ha sido para mí un medio de transporte sin más, una forma de llegar del punto A al punto B con la mayor comodidad y en el menor tiempo".
De hecho José forma parte de esa estadística mayoritaria de jóvenes que se sacaron el carné recién cumplidos los 18 años, fue de hecho su regalo de cumpleaños. Pero esta inmediatez no venía motivada por la pasión, sino por la necesidad: quería ahorrarse la hora de transporte publico que le suponía ir a la universidad.
En una misma línea se mueve Alesya (25 años) que lo ve como "una facilidad para moverte". Vive en Madrid y el automóvil no lo ve necesario, de hecho no tiene carné y mucho menos coche propio, pero tiene pensando sacárselo y comprar un automóvil porque sus padres se han mudado fuera de la ciudad y es mucho más cómodo para ir a visitarlos.
"Cuando llegué a los 18, mi objetivo no era para nada sacarme el carnet. De hecho, no me lo he planteado hasta ahora que me ha hecho falta. Siempre he vivido en ciudades y no me ha sido necesario". Además asegura que nunca ha profesado afición alguna por los coches: "He visto eso en mi padre, pero yo nunca lo he sentido".
Laura (32 años), por el contrario asegura que "el automóvil para mí es mucho más que un medio de transporte por algo muy sencillo: me encanta conducir. En mi familia existe una gran afición por el motor (tanto por los coches como por las motos) y yo la he heredado. No es que soñara con ser conductora, es que sabía que sería conductora y que mi primer sueldo iría destinado a comprarme un coche. Y así fue."
A diferencia de los tres anteriores, Laura profesa una evidente pasión por el coche y pretendía sacarse el teórico antes de cumplir los 18 años, para ya empezar con las clases prácticas, pero tuvo que aparcarlo debido a la exigencia del último año de instituto y del primero de carrera. Al igual que para los norteamericanos, para Laura el permiso de conducir representa la línea entre la infancia y la edad edad adulta porque supone "más responsabilidad y más autonomía".
Sin embargo aunque asevera que "soy la típica que baja la ventanilla para oír el sonido del motor de un deportivo", Laura reconoce que no concibe su vida sin coche porque, aunque vive en Madrid, "la combinación para ir desde mi casa a cualquier sitio en transporte público es malísima". Incluso ella, que de los cuatro es la que ha demostrado una clara afición por los coches, señala la necesidad.
Tener un coche, una gran inversión
Irene, aunque tenía claro desde una corta edad que tendría coche en propiedad, nos confiesa que no tuvo uno propio hasta los 26 años. "Me costó un montón comprármelo, porque no quería hipotecarme ochos años. No quería una birria de segunda mano ni un kilómetro cero, así que opté por algo intermedio".
Además, reconoce que no le importaría cambiar de automóvil, pero cuenta que es "una persona muy práctica" y que "por mucho que me apasionen los coches, no me planteo cambiar de coche por capricho. Lo haré si se rompe o si va mal, o si me cuesta más la reparación que comprarme uno nuevo"
En las respuestas de Irene nos encontramos otra de las barreras habituales: el precio. El automóvil, en el caso de España, lleva siendo desde hace años la segunda inversión de los hogares, sólo por detrás de la vivienda, lo que es determinante a la hora de indetificarlo con una necesidad: "Para una familia media el gasto que supone la compra de un vehículo hace que el coche sea un medio de transporte necesario más que algo pasional. El comprador medio abre el maletero y se fija en el espacio interior antes que en el motor", explica el sociólogo Jose Luis Pérez.
La propia Irene confirma esta tendencia: "Al final un coche es un gasto muy importante, ya no sólo es pagar el coche en sí o incluso mantenerlo. Si vives en el centro de una gran ciudad, casi te obliga a pagar plaza de garaje. Al final son muchos gastos", explica.
Efectivamente, a la primera inversión, que es mayor en caso de ser un modelo nuevo, se suma el mantenimiento (revisiones, cambio de neumáticos, averías) y el combustible, así como plaza de garaje dado el caso. "El coche gasta más que un niño tonto", es una frase que no hemos oído pocas veces.
Por ello, Jose afirma que "no he tenido coche propio ni pienso tenerlo", y eso que no vive en una gran ciudad como Madrid o Barcelona, donde la circulación se está restringiendo en favor de la salubridad del aire. "Vivo en el centro Málaga y voy a todos los sitios andando. Si necesito coche, simplemente tiro de Cabify o Uber. Para viajes, nunca me he visto metido en un automóvil para tirarme horas conduciendo. Prefiero coger un tren".
¿Es el coche símbolo de libertad en el siglo XXI?
No hay duda de que se tenía esa concepción el siglo pasado, ¿pero qué hay de este? Alesya, residente en la capital, opina que "sí es un símbolo de libertad, te ofrece mucha movilidad y la posibilidad de moverte más fácilmente fuera de la ciudad". Aunque es categórica en un punto "si vives dentro de la ciudad, no".
Irene, por su parte, piensa que en pleno siglo XXI es relativo, "la libertad no está explícitamente asociada a tener coche, creo que depende de donde vivas. Si lo haces en una ciudad donde el transporte público y las opciones de movilidad son competentes, no necesitas el automóvil". Durante los siete años que vivió en Madrid, desechó la idea de tener automóvil propio, otra de las razones por las que acabó retrasando su compra pese a que siempre quiso tener coche.
No obstante, Irene asegura que sí tiene sentido si, como ella, vives en una ciudad de provincia como es Avilés. "En Asturias hay mucha oferta de ocio y cultura, pero está divida entre Oviedo, Gijón o Avilés, y si no tienes coche, te pierdes muchas cosas. Si acabas de trabajar a las 19:00 y para ir a ver una exposición en Oviedo tienes que coger un autobús, no llegas".
José tampoco cree que haya que tener un coche hoy en día para sentirse libre: "no creo que tener vehículo propio sea extremadamente necesario como hace unos años, se me ocurren muchas alternativas para viajar y moverte por las ciudades. Hoy en día cualquiera que tenga un móvil y una tarjeta de crédito puede optar por el carsharing, o alquilar una moto eléctrica o incluso un patinete", defiende.
Laura, por su parte explica que depende de para quien, en su caso sí lo es, por la mala combinación que encuentra en Madrid con el transporte público. "Fuera de la hora punta, me planto en cualquier sitio con mi coche en un momento, a la temperatura que yo quiero, sentada, escuchando la música que me gusta y sin depender de horarios. Y cuando llega el fin de semana, puedo ir a mi pueblo en 35 minutos (en autobús son casi 2 horas)".
Sin embargo, cree que si vives en el centro de la capital no necesitas el coche para nada, por lo que entiende que para estas personas el automóvil no sea un símbolo de libertad.
Desde un análisis sociológico, Jose Luis cree que el automóvil sí ha perdido en parte esa condición de llave para sentirnos libres: "Ahora la juventud valora más la experiencia personal de un viaje a sitios lejanos o una actividad social que poder disponer de un vehículo como símbolo de esa libertad".
A esto se suma la propia tendencia de los jóvenes españoles a emigrar a otros países: "Un coche realmente limita la movilidad si uno quiere estudiar o trabajar fuera, lo que hace que para una persona joven sea una opción prescindible".
Del "te gusta conducir" al "que conduzcan por mí"
La llegada de nuevas formas de movilidad dejan de lado esa necesidad de tener un automóvil en propiedad, lo que lo elimina como objeto de deseo. Esta tendencia ha comenzado a imperar incluso más allá del coche.
"La tendencia, no solo en automoción, es que vayamos a un modelo de usuarios más que de propietarios. Especialmente en áreas urbanas el pago por uso o uso compartido se consolidará junto con la introducción paulatina del coche eléctrico, especialmente por la nuevas normativas y restricciones que se esperan para los motores dependientes del petróleo".
En sus palabras, José Luis pone de manifiesto el escenario disruptivo al que se enfrenta el automóvil desde hace unos años. Primeramente, el abandono paulatino de la combustión marcado por las exigencias medioambientales. A ello se añade la llegada del coche autónomo: "Todavía está en una fases muy incipiente, pero es una de las opciones de movilidad que seguro veremos y es el verdadero futuro de la automoción".
El automóvil autónomo, además de ir de la mano con el uso compartido, también elimina un factor clave en la pasión hacia el coche: conducir una máquina. Un futuro en el que lemas como "el te gusta conducir" promulgado por BMW durante años dejarán de tener sentido.
Estas nuevas tendencias apuntan a que el coche, como objeto pasional, quedará reducido a nicho: los fabricantes darán salida a modelos para los pocos que quieran seguir disfrutando de manejar una máquina, mientras que aquellos que lo ven como una necesidad, se dejarán llevar por ellas. Y aunque no será inmediato, para la consolidación del coche autónomo aún queda, este futuro pende sobre la pasión por el automóvil como una auténtica losa.