¡Que paren las máquinas! ¡Que se detengan los teclados! La vorágine informativa del Salón del Automóvil de Ginebra ha eclipsado cualquier otra información del mundo del motor alejada de lanzamientos mundiales y primicias sobre ruedas. Pero además de ser un día importante para la industria automotriz, lo es para las mujeres y los hombres que luchan por la igualdad en todos los ámbitos. En el del motor, para entender la contribución de las mujeres, debemos remontarnos a finales del siglo XIX.
Fue cuando una británica llamada Dorothy Elizabeth Levitt se convirtió en la primera mujer de Reino Unido en competir. Hablamos de 1906. A partir de entonces, se sucedieron los logros de más pioneras que decidieron salir de la esfera doméstica que les había sido asignada para saltar a la pública, rompiendo récords e inventando dispositivos sin los cuales la conducción sería imposible (no nos olvidamos de Bertha Benz). 112 años después, en Arabia Saudí las mujeres no pueden conducir. ¿Es un día de celebración?
La precursora del espejo retrovisor
Afortunadamente, la mujer ha ido encontrando su sitio en el mundo del motor, y poderosos nombres como Mary Barra suenan constantemente en las noticias sobre industria. Sin embargo, hace muchos años hablar del lugar que ocupaba la mujer en este mundo era algo excepcional. Elisabeth Levitt nació en Londres un 5 de enero de 1882. Teniendo en cuenta que hasta 1948 la legislación internacional no reconoció el sufragio femenino a través de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Levitt se enfrentaba a un entorno difícil.
Más aún teniendo en cuenta que aquellos que no disfrutaban de una clase social privilegiada o pertenecían a la aristocracia, no podían acceder a los vehículos. Por suerte Levitt se formó junto a un empresario y corredor llamado Selwyn Edge, que promueve entonces la versión británica de otra pionera de la época: la francesa Camille du Gast. Fomentó sus competencias en el motor y Levitt consiguió el primer récord de velocidad en el agua y el récord mundial de velocidad en tierra en la categoría de mujeres.
Quizá, su logro más perdurable fue el de subrayar la necesidad de ver lo que ocurría detrás cuando conducía, al carecer los vehículos de espejos retrovisores. En su libro "The Woman and the Car: A Chatty Little Handbook for all Women who Motor or Who Want to Motor", Levitt aconseja a las mujeres llevar un pequeño espejo de mano colocado en un lugar que resultara útil a la hora de conducir, de manera que pudieran ver lo que ocurría detrás. Para el año de su prematura muerte, en 1922, había vivido sucesos históricos de la magnitud del hundimiento del Titanic o la lucha feminista que se fraguó a principios de siglo.
Una actriz que inventó los intermitentes
Encontramos otro ejemplo de precursora en el mundo del motor en Florence Lawrence, una actriz que nació a finales del siglo XIX en Canadá y que despuntó en el cine y en el automovilismo. Era una apasionada de los coches que invirtió su fortuna en coleccionarlos y modificarlos.
La práctica al volante y su tenacidad la impulsaron a introducir en el diseño elementos de los que por entonces carecían los vehículos. Ideó entonces, en 1914, una especie de brazos que se montaban en el parachoques trasero y que al ser activados mediante un botón, se desplegaban para indicar qué dirección tomaría el coche.
A ella le debemos los primeros indicadores mecánicos de dirección, que más tarde darían paso a los intermitentes, y también los indicadores de freno de los coches. Desgraciadamente, nunca patentó estos inventos, que fueron desarrollados por los fabricantes sin tener que pagar ni reconocer su idea.
La reina del Bugatti del siglo XX
Hélène Mariette Delangle, conocida como Hellé Nice, se convirtió en una de las mejores conductoras en una época en la que la muerte era una competidora más. Acumuló 1.800 victorias en tan sólo seis años, y estableció el récord mundial de velocidad en un Bugatti Type 35 un 15 de diciembre de 1900. En 1920 su relación con el mundo de las carreras se puso seria.
Tras acumular múltiples victorias, en 1930 corrió en su primer Grand Prix en Le Man´s, quedando tercera. En septiembre de 1933 participó en la trágica carrera de Monza, donde tres pilotos perdieron la vida. También participó en el Rally de Montecarlo de 1935 junto a Madame Marinovitch, ganando la Ladie´s Cup. En el verano de 1936 viajó a Río de Janeiro junto a su pareja, Arnaldo Binelli, para competir en el que sería el trágicamente recordado Grand Prix de São Paulo.
Nice pilotó tras el volante de muchos coches míticos: Bugatti, Hispano-Suiza, Miller, Alfa Romeo, pero sin duda fue el Bugatti Type 35 con el que logró más victorias. Tras conocer a Ettore Bugatti, el propietario de la compañía pensó que Nice sería la persona ideal para conducir uno de sus modelos y romper con la hegemonía masculina. Cuando irrumpió la Segunda Guerra Mundial, Nice es acusada por el piloto Louis Chiron de ser una espía de la Gestapo, incidente que acaba con su carrera.
¿La mujer de?
"Detrás de cada hombre hay una gran mujer". En este caso, detrás de Sophie Scheller estuvo Adam Opel, el fundador de la firma. ¿Que por qué? Scheller, mujer de Opel, sacó adelante la firma después de que muriera.
Sophie Marie Scheller nació el 13 de febrero 1840 en Dornholzhausen, Alemania. A los 28 años se casó con el cerrajero alemán Adam Opel, que en 1962 había fundado una empresa de máquinas de coser. Fue Sophie la que, gracias al dinero que había ganado su padre en la lotería, financió a Adam para que pudiera comprar una máquina a vapor y consiguiera así aumentar la producción.ic
En 1895, año en que la compañía ya era líder en Europa en máquinas de coser, Adam muere de fiebre tifoidea a los 58 años. Entonces, Sophie asume el control de la compañía, que acaba expandiéndose y produciendo automóviles. Durante 18 años y hasta la fecha de muerte en 1913, estuvo al frente de la revolucionaria marca.
Una retrospectiva ¿alentadora?
Si echamos la vista atrás encontramos miles de ejemplos de mujeres que saltaron de la esfera privada a la pública para ponerse al volante no solo en las peligrosas carreras de antaño, también durante la Gran Guerra. El desplazamiento masivo de los hombres al campo de batalla obligó a plantearse a una conservadora y clasista sociedad que las mujeres salieran de la cocina, y vaya si lo hicieron (su papel como conductoras de ambulancias, milicianas y enfermeras fue determinante). Lo mismo ocurriría en la Segunda Guerra Mundial.
Ahora, en pleno siglo XXI, el trabajo de las mujeres en la industria automotriz se plasma en el diseño de multitud de coches, en decisiones empresariales determinantes, en logros en competición y, por absurdo que parezca, en la conducción. Sí, porque en el año 2017 las mujeres aún no pueden conducir en algunos países.
Encontramos el ejemplo perfecto en Arabia Saudí, país que vive bajo la monarquía absoluta del rey Salmán bin Abdulaziz y en el que los clérigos consideran que las mujeres que conducen socavan los valores sociales. Es lógico que conducir se considere una ofensa (castigada) cuando las mujeres no pueden llevar una vida que se aleje de la supervisión de un varón, ¿no?
"Pero eso es en Arabia Saudí, en Europa eso no pasa". No, no pasa, pero cuando las relaciones internacionales se sustentan en intereses económicos, geopolíticos y estratégicos, a los países poco les importa que sus colegas no respeten los derechos humanos. Y es lo que ocurre en España con su amiga Arabia Saudí.
La pequeña lista de mujeres precursoras que hemos incluido puede dejar un sabor de boca triunfalista que se amarga cuando vemos que seguimos encontrándonos con la misma piedra que nos hace tropezar. La ONU lanzaba ayer un informe en el que advertía que la brecha salarial de las mujeres podría prolongarse otros 70 años. ¿Nada por lo que luchar, dicen?
La novelista Mitsuye Yamada decía: "Reconocer nuestra propia invisibilidad significa por fin encontrar el camino hacia la visibilidad". ¿Hemos aceptado implícitamente la ausencia de la mitad de la humanidad en las esferas "que no pertenecen" a las mujeres? ¿Vamos por el camino correcto hacia la visibilidad al no condenar unánimemente las relaciones de poder que las perpetúan? Sea cual sea la respuesta, si hace dos siglos el volante se convirtió en un elemento de lucha contra la invisibilidad, hoy en día lo sigue siendo.
Foto | Amnistía Internacional
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