Si hablamos de mujeres que han despuntado en competición y, más concretamente, en el mundo de los rallies, es inevitable hacer referencia a la gran Michèle Mouton, la “Reina de la Velocidad” y a Jutta Kleinschmidt la “Reina del Desierto”: primera y única mujer hasta ahora en ganar el Rally Dakar, el más duro y exigente del mundo… contra todo y contra todos.
Disciplinada y muy competitiva, la ingeniera y piloto alemana empezó a coquetear con el Dakar con una moto indomable hecha en su garaje y acabó dejando atrás incluso su trabajo en BMW por un sueño que por fin vio cumplido en 2001 a bordo de un Mitsubishi.
Su historia, y cómo consiguió grabar su nombre con letras doradas en la historia de los rallies, es de película.
Autodidacta, disciplinada y con un objetivo muy claro: el Dakar
A Michèle Mouton y a Jutta Kleinschmidt les une algo más que ser dos mujeres que han llegado a la cima ‘en un mundo de hombres’ o haber abierto camino para que otras puedan hacerlo, como un carácter de hierro y muy buenas manos al volante. Pero, a pesar de tener algunas cosas en común, también son dos pilotos muy diferentes.
Entre otras cosas, mientras que a la francesa el flechazo por el motorsport le llegó casi de casualidad y su entorno pudo ayudarla a despegar, en el caso de la ingeniera y piloto alemana su entrada a la competición fue algo más que buscado e inevitable, por convicción.
Jutta Kleinschmidt nació en 1962 en Colonia (Alemania) y creció en la Berchtesgaden bávara. Sintió predilección por los motores desde muy pequeña, aunque no pudo comprarse su primera moto hasta los 18. La reparaba y ajustaba ella misma en su pequeño apartamento y, tenía tan poco sitio, que ella misma ha contado cómo muchas veces tenía que guardar los recambios y la herramienta en los cajones de la cocina.
La alemana estudió ingeniería y se especializó en física, siendo muy buena estudiante. Apenas había terminado la carrera cuando empezó a trabajar en el departamento de investigación y desarrollo de BMW, donde estuvo seis años, mientras su pasión por las motos no hacía más que crecer. Atraída por la historia del Dakar de Thierry Sabine, su primera toma de contacto con el Rally fue en 1987 como espectadora, justo un año después de la trágica muerte de su fundador.
“Iba de vivac en vivac y no tenía roadbook, ni GPS, ni móvil, solo una guía Michelin. Para mí el Dakar siempre significó una aventura”, dijo la piloto a Motorsport. El homenaje de los pilotos a Sabine y la magia del desierto la atraparon.
Desde entonces Jutta sólo pensaba en participar con su propia moto, una BMW HPM que, a pesar de ser enorme y muy pesada, movía con soltura entre las dunas. Con ella debutó por fin en 1988 en el desierto, dejándose gran parte de sus ahorros. Fue en solitario: corría de día y la reparaba de noche, con lo que apenas dormía.
Además, gran parte de sus cosas se perdieron en uno de los camiones en una de las etapas clave y tuvo la mala suerte de que la organización le llenase la moto con el combustible equivocado, entre otras muchas complicaciones que hicieron que el resultado finalmente no fuera el esperado. Tuvo que esperar dos años para volver.
Pero en 1992 decidió liarse la manta a la cabeza y dejarlo todo para dedicarse por completo a su principal afición (incluyendo su trabajo en BMW). Aquella edición fue su tercera vez en el Dakar, aunque ya había corrido otros rallies, y esta vez sí: por fin vio la línea de meta en Ciudad del Cabo, Sudáfrica.
Entonces Jutta conoció al francés Jean Loiusse Schlesser, que le llevaría a tener una relación más allá de lo profesional, para desgracia de ambos.
El paso de motos a coches: el principio de la victoria
En 1996, tras pasar de las motos a los coches y ser copiloto del que fue su pareja, Jutta Kleinschmidt recibió la propuesta de pilotar uno de los buggies del francés en el Dakar africano. Entonces, estos vehículos privados -en este caso con motor SEAT- con una velocidad demoníaca empezaban a desafiar a las potentes estructuras japonesas, expertas en robustos 4x4.
El lunes 13 de enero Jutta Kleinschmidt dio el golpe sobre la mesa que cambiaría la historia del rally cuando, con el apoyo de la firma española, consiguió su primera victoria absoluta en una etapa ante la estupefacción del vivac, entre Agadez y Oclan.
Y por si había dudas de si había sido casualidad, Jutta se encargó de despejarlas cuando en la última jornada (Saint-Louis-Dakar) conseguía su segundo triunfo, momento en el que Schlesser, ya fuera de carrera, comenzaba a sentir celos de las manos y de la inteligencia de su compañera.
El piloto español, Miguel Prieto dedicó ese mismo día unas palabras a Jutta Kleinschmidt en el diario ‘El Mundo’ tras una conversación telefónica con Javier Olave: “El Dakar siempre se dijo que es para hombres duros. Hasta que hoy Jutta (Kleinschmidt) ha sido la más dura. Más dura y más rápida que todos”.
“Se acabaron los chistes machistas en el vivac. No es que tengamos mucho tiempo para bromear aquí, ni muchas ganas, pero la moda de chistes machistas que vivíamos cuando salimos de España ha seguido en el Dakar. ¿Dónde mejor que aquí, donde todos somos hombres, hombres duros sin afeitar y sin lavar, obligados a utilizar el suelo por servicio y a comer con las manos llenas de grasa? Pues se acabó”, decía Prieto.
En 1998, otro año en el que Jutta conducía un buggie de la escudería de su novio en el Dakar, la pareja terminó. El suyo no fue precisamente un final amistoso, menos cuando se supo que Schelesser obligó a Jutta a parar por ir más rápido que él, algo que no podía soportar. Entonces, el francés ya consideraba a su ex pareja su peor enemigo.
El Dakar de 2001: una cuestión personal, una oportunidad aprovechada y una moraleja para los tramposos
Tras muchas polémicas y declaraciones cruzadas, para el Dakar de 2001 Mitsubishi aprovechó las aguas revueltas y fichó a Jutta Kleinschmidt, convirtiéndola en un icono de la marca y referente para las mujeres en competición. Además, la marca de los tres diamantes apostó por Masuoka y Fontenai a bordo del Pajero T3, mientras que en el bando contrario Schelesser era el favorito, escudado por el Renault de José María Serviá.
En un Dakar movidito, en el que no faltaron las peleas y las trampas, las parejas Schelesser-Serviá y Masuoka-Fontenai se enzarzaron en una lucha tremenda con la intención de hacerse con la victoria. Jutta y su copiloto Andreas Schultz les seguían, con bastante más prudencia y sangre fría.
En la última etapa, Servía y Schelesser se colaron en el control de salida ante el líder, Masuoka, para desestabilizarle y de paso desorientarle mientras comía polvo. Este picó bien el anzuelo y preso de la rabia, rompió su vehículo intentando darles caza.
Sin embargo, tras una reclamación de Masuoka por la maniobra irregular de los buggies, los jueces decidieron aplicar una penalización de una hora a Schlesser y Serviá.
Masuoka no pudo recuperar el liderato pero su compañera de equipo, ya veterana del Dakar, se convirtió en la nueva líder. Jutta y Schultz aprovecharon la oportunidad para entrar en el Lago rosa de Cabo Verde como primeros alemanes en ganar el Dakar en la categoría de coches.
La alemana logró un tiempo de 70 h, 42' 06", dos minutos y 39 segundos menos que Masuoka. Schlesser terminó tercero, a una hora y cuarto, mientras que Serviá cayó al cuarto puesto, a dos horas y cuarto de la ganadora.
Entonces, la prensa recogía: “de no ser por la penalización de una hora que sufrió mediada la prueba, Schlesser habría ganado con holgura el rally y no habría necesitado de las artimañas de ayer. Pero le pudo la codicia y vulneró el reglamento de una forma que los jueces han considerado alevosa y premeditada, por lo que perdió todo lo ganado”.
En total, Jutta Kleinschmidt participó 17 veces en el Rally Dakar con motos y coches sólo entre 1988 y 2007, logrando tres podios en la general y volvió a la competición en 2021 de la mano de CUPRA.
Siempre ha impulsado, impulsa e impulsará el papel de otras mujeres en competiciones como el Rally Dakar. Y aunque cada vez son más, todavía estamos muy lejos de la paridad. Para esta edición, dos de las favoritas de Jutta son las españolas Laia Sanz y Cristina Gutiérrez.
La alemana lleva mucho tiempo animándolas a seguir compitiendo. Ya en 2021, Gutiérrez, con quien tiene una sintonía especial, decía de ella:
“Una vez asistí a un curso de la FIA que dirigió Jutta en Qatar. De alguna manera, fue mi primera profesora. Estoy muy orgullosa de encontrarme de nuevo con ella aquí y ver lo contenta que se ha puesto con mi victoria de etapa. Me dijo que estaba muy orgullosa de mí y que tenía que seguir empujando”.
Jutta
“Hace más de 20 años que gané el Dakar y, por desgracia, ninguna mujer ha vuelto a conseguir la victoria desde entonces. Siempre he seguido a Laia Sanz de cerca, sería interesante ver una pelea entre Laia y Cristina porque ambas tienen mucho talento y velocidad”, decía entonces Jutta, que también echó una mano en su día a la piloto saudí Dania Akeel.
Como Jutta, esperamos que con tanto talento femenino ya en el Dakar, no tengan que pasar otros 23 años para que el vivac pueda celebrar la victoria de una mujer en el que sigue siendo el Rally más duro del mundo.