El día que dos narcos ganaron las 24 Horas de Le Mans con un Porsche privado
En las 24 Horas de Le Mans de 1979, la dominación del Porsche 935 -un 911 convertido en una suerte de Hulk de las carreras- fue aplastante. El podio estaba compuesto integralmente por Porsche 935, incluyendo el 935 del Dick Barbour Racing Team con el que Paul Newman alcanzó el segundo puesto. Sin embargo, la carrera la ganaron Klaus Ludwig junto a los hermanos Don y Bill Whittington. Los Whittington eran unos desconocidos para el público, pero no para la DEA...
“¿Cómo es que Klaus sale primero?”, preguntó uno de los hermanos Whittington. “Tiene más experiencia en competición y sabrá moverse en el tráfico del inicio de la carrera”, respondió uno de los hermanos Kremer, dueño de la escudería Kremer Racing y que alineaba varios Porsche 935 en esta edición de las 24 Horas de Le Mans, la décima participación de la escudería Kremer en Le Mans.
“No, no. Si se la pega no habremos pilotado y hemos pagado 20.000 dólares cada uno para pilotar en Le Mans”, sentenció un decidido Bill Whittington. Para hacernos una idea, en 1979 un Porsche 911 SC costaba desde 28.900 dólares.
“Pilotará Klaus. Soy el dueño y así lo he decidido”, espetó Kremer intentando zanjar el tema. “¿Qué podemos hacer para que pilotemos primero?”, preguntó Bill. “Pues...podéis comprar el coche...por 200.000 dólares*”, soltó Kremer para cerrarles el pico.
Bill se giró y le dijo a Don: “Ve a la caravana y trae 200.000 dólares de la bolsa. Pero ni un pavo más, ¿eh?” Y girándose de nuevo hacia Kremer le explicó muy claramente: “Pilotaremos en los dos primeros stints. Klaus se subirá al coche el tercero”. Los hermanos Whittington acababan de comprar el Porsche 935 K3 de Kremer Racing. Allí, en el paddock de Le Mans. A pocos minutos del inicio de la carrera. Cash.
Nadie sabe con certeza como fue el diálogo entre Don y Bill Whittington, pero no cabe duda que esa escena, muy real, sería clave en una película sobre la carrera de ese año o sobre los hermanos Whittington. Porque sí, hay material para una película. Si es que los estudios y las productoras recuperan algún día las ganas de arriesgar más allá de los remakes y las diversas sagas con las que saben que tienen el éxito asegurado, claro está.
Un sueño hecho realidad, ganar las 24 Horas de Le Mans
Reginald Donald "Don" Whittington nació en 1946 y William Marvin "Bill" Whittington en 1949, ambos en Lubbock (Texas, EE.UU.), a pocos kilómetros de la frontera mexicana. Y antes de interesarse por los coches, se interesaron por la aviación.
Don era, además, un excelente mecánico. Se encargaba él mismo del mantenimiento de su Mustang P47, por ejemplo. La aviación, antes que el automovilismo, jugó un papel primordial en la vida de los Whittington y les permitió hacer fortuna.
En las 24 Horas de Le Mans 1979, Bill Whittington salió desde la segunda línea, pero una serie de incidentes y la lluvia llevaría a los hermanos Whittington a liderar la carrera, aunque casi todo el trabajo duro lo hizo Klaus Ludwig.
En la primer hora de carrera, los hermanos Whittington estaban lejos detrás de los líderes. El Porsche 936 de Brian Redman, Jacky Ickx y Jurgen Barth, con dorsal número 12, iba primero. Le seguían Bob Wollek y Hurley Haywood en el Porsche 936 de Essex Motorsport, propiedad del magnate inglés David Thieme que a día de hoy sigue huido de la justicia suiza acusado de fraude, por cierto. Akram Ojjeh, fundador de TAG, pagó su fianza de 150.000 dólares y nunca más se supo de Thieme. Un pieza, vamos.
Tras seis horas de carrera, el Porsche 936 de Ickx y compañía fue descalificado por recibir ayuda externa tras la rotura de una correa. Mientras tanto, el segundo 936, el de Wollek-Haywood, sufrió problemas mecánicos y cuando por fin pudo volver a pista estaba a 13 vueltas del líder. Tras 12 horas de carrera, el Porsche 935 K3 de los hermanos Whittington y Ludwig era líder. A partir de entonces, el equipo se limitó a gestionar la ventaja que tenían para asegurar la victoria.
La realidad, independientemente de la euforia de los hermanos Whittington, es que Klaus Ludwig hizo lo imposible para lograr la victoria. Los Whittington fueron ganadores instantáneos de Le Mans y los pedidos para un 935 K3 empezaron a llover en las oficinas de Kremer. Para la temporada siguiente, muchas escuderías privadas querían un 935 K3.
Carreras en IMSA de día y aviones llenos de droga por la noche
Tras la victoria en Le Mans, los hermanos Whittington compraron el circuito de Road Atlanta (Georgia, EE.UU.). En aquel entonces era un circuito que albergaba carreras amateurs, lejos de los focos y luces de los medios. El interés de los Whittington en el circuito iba más allá de su pasión por la competición. Les interesaba su larga recta...
Se dice que usaban la recta como pista de aterrizaje nocturna para los aviones que traían droga de sudámerica. De algún lugar de sudámerica despegaban dos aviones con destino a Atlanta, pero solo uno de ellos tenía un plan de vuelo legal. Los dos volaban muy juntos para que en los radares diesen la impresión que eran un solo avión. Luego, de noche y a baja altitud, mientras uno de ellos aterrizaba en el aeropuerto de Atlanta, el otro lo hacía en la recta del circuito y descargaba su mercancía ilegal.
Los hermanos Whittington habían convertido el circuito en una prueba importante en el calendario de la IMSA, pero seguían compitiendo, tanto en Le Mans como en IMSA. A veces con coches sin patrocinadores. Ese tren de vida había llamado la atención de la agencia tributaria estadounidense y de la DEA, la agencia antidroga estadounidense. En 1986, Don Whittington fue acusado de blanqueo de dinero y su hermano Bill de tráfico de drogas así como de evasión fiscal.
Don fue condenado a un año y medio de cárcel tras devolver 7,5 millones de dólares. Bill, por su parte fue condenado a 15 años de prisión, pero salió libre en 1990. Desde entonces llevan una compañía que vende aviones y realiza vuelos privados, World Jet, desde Fort Lauderdale (Florida, EE.UU).
Según la información recopilada por el Miami New Times, los aviones de los hermanos Whittington seguirían involucrados en turbios asuntos de tráfico de drogas además de realizar vuelos secretos para la CIA con destino a Guantánamo.
Lo dicho, todo esto da para una película. O una serie en alguna plataforma de streaming.
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