El mercado de crudo no encuentra descanso desde que se desató la pandemia de COVID-19: caída en picado de la demanda, guerras internas en el seno de la OPEP, acuerdos, incertidumbre... Es precisamente este último factor el que está haciendo bajar los precios del petróleo.
Se temen nuevas restricciones en Asia debido a la propagación de la variante Delta, y el último informe de las Naciones Unidas sobre el calentamiento global ha desinflado los precios del mercado de futuros. Pero como siempre, el efecto pluma impedirá que el consumidor lo note cuando llene el depósito.
La volatilidad del mercado del petróleo
Los futuros del barril de Brent, el de referencia en Europa, han caído más de un 4 % tras una bajada del 6 % la semana pasada; su mayor pérdida en cuatro meses.
Por su parte, los futuros del West Texas Intermediate han acusado aún más la incertidumbre en torno a la recuperación de la demanda y su caída ha sido del 7 %.
Los analistas han señalado a las nuevas restricciones en China, el segundo mayor consumidor de petróleo del mundo, como uno de los principales factores. China informó ayer de 125 nuevos casos de COVID-19, frente a los 96 del día anterior, mientras que en Malasia y Tailandia los contagios alcanzan récords diarios.
Y esto no favorece un futuro sin cambios drásticos en el sector de hidrocarburos.
Esta situación está provocando restricciones de viaje por carretera y aire, sobre todo en las ciudades donde más casos se están reportando. A esto se le suma el veredicto que la ONU ha hecho respecto al cambio climático en su último informe: las consecuencias de la acción humana son irreversibles.
El efecto pluma y el efecto cohete
Si bien se están produciendo bajadas de precios en la materia prima, en los últimos 12 meses el precio del barril de petróleo Brent ha aumentado un 61,51 %.
Y lo hemos notado a la hora de llenar el depósito. Es lo que se denomina efecto pluma y efecto cohete. Cuando bajan los precios lo hacen como una pluma al caer: el consumidor no lo notará hasta pasado bastante tiempo.
Lo pudimos disfrutar brevemente tras los meses después del confinamiento duro y con los precios del crudo en caída libre, con el litro de diésel por debajo de 1 euro en algunas estaciones de servicio. Pero duró poco.
Los precios empezaron a subir, animados por las vacunas, y el efecto cohete hizo que el aumento fuera casi inmediato en las gasolineras. A mediados de junio de este año, el precio de la gasolina alcanzó máximos en los últimos siete años, con una media de 1,36 euros por litro.
Ahora está en torno a 1,42 euros el litro, mientras que el diésel ronda los 1,27 euros. Para hacernos una idea, de esos 1,27 euros, únicamente 0,39 corresponden a la materia prima; 0,28 van para los márgenes brutos del combustible: 0,37 para el impuesto sobre hidrocarburos y 0,22 corresponde al 21 % de IVA.
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