Presente de forma natural en la corteza terrestre, el plomo es un metal tóxico para el cuerpo humano, incluso en bajas concentraciones. Su uso en la gasolina hasta principios del siglo XXI ha sido la mayor fuente de exposición a esa sustancia nociva en las últimas décadas.
Un nuevo estudio publicado el miércoles muestra que la exposición al plomo durante el siglo XX empeoró significativamente la salud mental de los estadounidenses, contribuyendo probablemente a causar muchos más casos de enfermedades mentales que de otro modo nunca se habrían producido, según investigadores de la Universidad de Duke y de la Universidad Estatal de Florida.
Décadas de exposición al plomo con consecuencias que persisten
Thomas Midgley inventó la gasolina con plomo en 1921 para General Motors (y también inventó para GM el gas Freon que contribuyó al efecto invernadero y se comía la capa de ozono). Añadir tetraetilo de plomo permitía evitar el picado de biela, en esos tiempos del inicio del automóvil era algo muy común, y por tanto evitaba la rotura del motor. Su uso se extendió a todo el mundo y aunque se sabía que era tóxico, se siguió vendiendo hasta los albores del siglo XXI.
Fue Japón, en 1986, el primer país en prohibir el plomo en la gasolina. Pronto le siguieron otros países, como Canadá, Suiza y Austria. En 1989, la gasolina sin plomo fue retirada de casi todo el territorio de la Unión Europea, salvo en algunos países del sur, como España donde su venta no se prohibió hasta 2001, no porque fuera nocivo para la salud sino
Finalmente, a mediados de 2021, Argelia dejó de añadir plomo a su gasolina. Fue el último país del planeta en hacerlo. Pero las consecuencias todavía se aprecian a día de hoy. Y es justamente lo que han querido determinar los investigadores con este nuevo estudio.
Para averiguar cómo el uso de gasolina con plomo durante más de 75 años podría haber dejado una huella permanente en el cerebro humano y la salud mental, el equipo realizó un estudio. Determinaron la carga probable de exposición al plomo de cada estadounidense entre 1940 y 2015 utilizando datos históricos sobre los niveles de plomo en sangre de los niños estadounidenses.
A partir de esta información, estimaron el impacto del plomo sobre la salud mental (ansiedad, depresión), el neurodesarrollo (TDAH) y la personalidad calculando los “puntos de enfermedad mental” ganados por la exposición a la gasolina con plomo.
El consumo de gasolina con plomo aumentó rápidamente a principios de los años sesenta y alcanzó su punto máximo en los setenta. Los científicos descubrieron que prácticamente todos los nacidos en esas dos décadas habían estado expuestos a niveles nocivos de plomo procedente de los tubos de escape de los automóviles. Se cree que la generación más expuesta al plomo, la Generación X (1965-1980), sufrió las mayores pérdidas en términos de salud mental.
Según los resultados, publicados en la revista Journal of Child Psychology and Psychiatry, 151 millones de trastornos psiquiátricos se deben a la exposición al plomo en Estados Unidos. “Encontramos cambios muy significativos en la salud mental de varias generaciones de estadounidenses. Esto significa que muchas más personas han sufrido problemas psiquiátricos que si nunca hubiéramos añadido plomo a la gasolina”, afirma Mathew Hauer, que participó en la investigación.
Los investigadores descubrieron que la exposición al plomo dio lugar a tasas más elevadas de trastornos mentales diagnosticados, como depresión y ansiedad, pero también a tasas más elevadas de adultos que sufrían trastornos más leves pero que mermaban su calidad de vida. El efecto del plomo en la salud cerebral también se ha relacionado con cambios en la personalidad que se manifiestan a nivel de todo el país.
“Estamos empezando a comprender que las exposiciones al plomo del pasado, incluso de décadas anteriores, pueden influir en nuestra salud actual”, explica Aaron Reuben, uno de los autores del estudio. “Nuestra tarea en el futuro será comprender mejor el papel que ha desempeñado el plomo en la salud de nuestro país y garantizar que los niños de hoy estén protegidos de nuevas exposiciones al plomo, dondequiera que se produzcan”, concluyó.
Este estudio no es la primera investigación que apunta a la gasolina del plomo como factor que influye negativamente en la salud mental y en el comportamiento humano. Y es que, como recuerda Amit Bhattacharya, profesor de salud ambiental de la Universidad de Cincinnati, el plomo afecta a casi todos los ámbitos fisiológicos del cuerpo humano, “al sistema motor, cognitivo, hepático, renal, visual, todo lo que se te ocurra, [el plomo] puede destruirlo".
Se dice incluso que, al afectar el sistema nervioso, las personas con mayor exposición al plomo desarrollan una tendencia a tener comportamientos criminales. En Estados Unidos, la mayor tasa de criminalidad coincide con el pico del uso de la gasolina con plomo.
En los niños, afecta al aprendizaje y hace que las personas con mayor exposición al plomo desde niños pierdan puntos de cociente intelectual. Una investigación anterior del mismo equipo, realizada en 2022, calcularon que esta exposición al plomo había reducido colectivamente el cociente intelectual de los estadounidenses en 824 millones de puntos, o unos 3 puntos por persona, mientras que los nacidos en la década de 1960 pueden haber perdido hasta 6 puntos.
Dicho de otro modo, como especie nos estamos volviendo más tontos. Y pueden pasar décadas hasta que se note una mejoría.
Foto | Yuli Como y Public Domain