Ya hace nueve días que Brasil está paralizado por la huelga de los camioneros en protesta por el precio del diésel, que se incrementado en 17 ocasiones sólo en las primeras semanas de mayo. Los profesionales del transporte llevan más de una semana realizando bloqueos en las carreteras que comunican las principales ciudades del país latinoamericano, más de 500 en total, cortando el suministro de alimentos, medicinas o el propio combustible.
Brasil, es el quinto país más grande del mundo en lo que a extensión geográfica se refiere, siendo totalmente dependiente del transporte por carretera. Tras varios días de bloqueos, el Gobierno de Michel Temer ha cedido a las presiones de los camioneros, bajando el precio del litro de diésel 12 centavos para los próximos 60 días. Una medida que los transportistas han tildado de insuficiente.
Las gasolineras se suman a la huelga
A las protestas de los camioneros se han unido ahora los gasolineros, que trasladan su exigencia a Petrobras, la principal petrolera estatal, cuya política de precios está en consonancia con el mercado internacional. Por tanto, es el ritmo de alza del petróleo el que marca el coste del combustible: ante la imparable subida del crudo, el precio del gasóleo no ha dejado de subir durante todo este mes de mayo.
La huelga convocada para este miércoles por los trabajadores de Petrobras ha sido declarada ilegal por parte del Tribunal Superior del Trabajo de Brasil, fijando una multa de 500.000 reales (unos 116.000 euros) para quien secunde los paros. La Abogacía General de la Unión, organismo que defiende los intereses del estado brasileño, han sido quien ha instado a que la huelga fuese declarada ilegal.
Y es que desde que se iniciase esta crisis del diésel en Brasil, Petrobras ha perdido cerca de 30.000 millones de euros en valor de mercado, mientras que el gobierno de Temer cifra en 2.200 millones de euros el "agujero" dejado por las concesiones a los camioneros: además de reducir el precio del gasóleo, les ha ofrecido descuentos en varios peajes del país.
La guerra infinita
El problema está lejos de llegar a su fin: las concesiones por parte de Temer no aplacan el descontento de los profesionales del transporte, así como de los petroleros y de toda la población brasileña en general. Michel Temer es uno de los dirigentes menos populares de la historia del país, siendo esta "guerra del diésel" sólo una piedra más en el camino. Señalado por corrupción y ante un Estado que no termina de recuperarse económicamente, el futuro de Temer pinta en bastos.
El presidente paulista se remite al anterior gobierno, el de Dilma Rousseff, como germen de esta crisis: el Estado intervino congelando el coste del combustible, lo que provocó, tal y como publica El País, un gran agujero en las arcas públicas elevando la deuda de Petrobras, que tuvo que cambiar su política para sobrevivir.
Las explicaciones poco les sirven a los camioneros, que siguen bloqueando vías como la BR-116, cercana a São Paulo. Los conductores exigen que el coste del gasóleo baje más de esos 12 centavos por litro y que la reducción sea por el periodo de un año y no de dos meses. Las movilizaciones de los profesionales del transporte se han visto apoyadas por la población de la periferia, a sazón del descontento por la crisis general que asola el país.
Éstos últimos exigen una bajada de los impuestos, así como "una intervención militar temporal": ven al Gobierno incapaz de gestionar la situación. Lejos de ser sólo el precio del diésel, la crisis política y económica no parece tener fin en Brasil. Por su parte, Temer ha intentado garantizar el suministro de productos básicos esenciales mediante el apoyo de las Fuerzas Armadas.