
Mientras Europa se prepara para prohibir la venta de coches de gasolina y diésel en 2035, aunque ya se plantea abrir la mano permitiendo modelos híbridos, poco se ha puesto el foco en la contaminación generada por los frenos de los coches y vehículos. Se ha hecho por primera vez con la normativa Euro 7, que se aplicará finalmente desde 2030.
Ahora, un reciente estudio británico, concluye que el polvo generado por las pastillas atenta más contra la salud que los gases de escape de motores térmicos, y que acoge hasta un 55 % de las emisiones no derivadas del escape en términos de masa. Sí, esa sustancia negra que se acumula en las llantas según van desgastándose las pastillas, pero que también se queda en la atmósfera, directo a nuestros pulmones.
Más nocivos para los pulmones que el humo de un motor diésel de 12 litros
El análisis lo firman varios expertos de diversas facultades de la Universidad de Southampton (Inglaterra) y pone el foco en las partículas derivadas del desgaste en las pastillas de freno enriquecidas con cobre. Su principal conclusión es que pueden alterar la homeostasis celular alveolar en mayor medida que las partículas de escape de los motores diésel. Lo que favorece graves enfermedades pulmonares como la fibrosis, el cáncer o el adenocarcinoma.
Las partículas generadas por los frenos se incluyen entre las partículas finas en suspensión, como las PM2,5 o las PM 10. La cantidad de este contaminante derivada del hacer de las pastillas de freno no es precisamente insignificante: según datos del Instituto Nacional de Ciencias Aplicadas de Lyon, las pastillas de freno provocan al año 20.000 toneladas de polvo en suspensión, quedando 9.000 toneladas en suspensión en la atmósfera.
El cobre de las pastillas de freno, cancerígeno. Las partículas de desgaste de los frenos de los vehículos se generan por la fricción entre la pastilla y el disco. En esto son claves los materiales de las pastillas, siendo habituales metales como el hierro, el cobre, el zinc, así como diversos abrasivos, lubricantes y fibras de refuerzo.
El estudio pone el foco en el cobre, un metal de transición que ha reemplazado al amianto en las pastillas de freno orgánicas (NAO), las más utilizadas por ejemplo en EEUU. El amianto, o asbesto, es un grupo de minerales fibrosos cuyo uso se ha prohibido en no pocos países por su alta probabilidad de causar cáncer pulmonar.
El problema es que el cobre también es notablemente nocivo para la salud respiratoria. Así lo postula este análisis basado en pruebas de laboratorio en las que se midió la generación de partículas producidas por pastillas de freno enriquecidas con cobre comparándolas con las producidas por pastillas de bajo contenido en metal o semimetales o las ocasionadas por un motor diésel:
"Identificamos que las partículas de desgaste de los frenos provenientes de pastillas de freno orgánicas y cerámicas sin amianto enriquecidas con cobre inducen el mayor estrés oxidativo, inflamación y activación pseudohipóxica de HIF (una vía implicada en enfermedades asociadas con la exposición a la contaminación del aire, incluido el cáncer y la fibrosis pulmonar) así como la perturbación del metabolismo y la homeostasis de los metales en comparación con las partículas de desgaste de los frenos provenientes de pastillas con bajo contenido de metal o semimetal y, lo que es más importante, las partículas de escape de diésel".
Señalar que para el análisis en banco de pruebas se utilizó un propulsor de gasóleo de seis cilindros y 12,6 litros que cumple la norma Euro III. Y el carburante escogido fue diésel comercial (EN590), de bajo contenido en azufre. Se mantuvo en 1.200 rpm para "simular las condiciones típicas en autopista". Bloques de este tipo los encontramos en camiones de elevado tonelaje o bien en industriales pesados, por ejemplo agrícolas o de construcción. No es precisamente un diésel limpio, en comparación a los que equipan los coches de gasóleo actuales.
Los coches eléctricos no ayudan. Además, otra lectura interesante de este estudio es que se prevé que el volumen de emisiones de partículas en suspensión por parte de los frenos de los coches se incremente en los próximos años por la proliferación de los coches eléctricos y enchufables.
Lo que argumentan señalando el mayor peso de los vehículos eléctricos, que equipan enormes baterías: "generan más de estas emisiones no derivadas del escape derivadas de la fricción". Si bien los cero emisiones recurren a sistemas como la frenada regenerativa o la retención del motor, los coches eléctricos desgastan antes las pastillas de freno o los neumáticos al ser más pesados.
El estudio no pretende ir en contra del coche eléctrico, pero sí que pone de relieve que las normativas deberían focalizarse en atar en corto la contaminación ocasionada por los frenos, reduciendo el uso de metales como el cobre en su composición.
¿Se está legislando para limitar la contaminación de los frenos? La norma Euro 7 ha sido la primera en el Viejo Continente que ha puesto el foco en reducir también las partículas procedentes del desgaste de los neumáticos y frenos. Europa busca limitar la emisiones de PM2.5 y nanopartículas de todo tipo de motores de combustión, así como frenos en vehículos convencionales y eléctricos.
Este nuevo estándar estaba previsto que entrara en vigor en 2026, pero finalmente se ha retrasado a 2030 tras la presión de los fabricantes. Presión derivada esencialmente de cumplir con la media de emisiones de las gamas de sus coches, que exigen un mix mucho más elevado de eléctricos o electrificados.
Este análisis de la Universidad de Southampton no es el primero que apunta contra la contaminación generada por los frenos de los coches y vehículos. En 2019, un estudio del también británico Grupo de Expertos en Calidad del Aire señaló que el 60% de todas las partículas finas emitidas por el transporte por carretera no provienen de los motores, sino sobre todo de los frenos, aunque también de los neumáticos o de la propia carretera.
El igualmente Europa ya puso previamente la mirada en la contaminación derivada de los frenos. En 2014, encargó a un grupo de expertos el análisis de este foco de polución y concluyeron que los frenos emiten entre "el 16 y el 55% de las partículas PM 10" derivadas del tráfico rodado. Se ha señalado que la fricción entre las pastillas y los discos de freno ha pasado a ser responsable de una quinta parte de la contaminación ocasionada por los coches.
Imágenes | University of Southampton