El otro día salieron a la luz los salarios de los 22 pilotos de la parrilla de la Fórmula 1, y por fin me llevé la alegría de comprobar que ya no quedan “pilotos de pago” en este deporte que tanto nos gusta. Se podía destacar que Fernando Alonso es el mejor pagado con unos nada despreciables 28 millones de dólares, o que el novato del año y claro aspirante en este 2008, Lewis Hamilton, sólo cobra unos ridículos 5 millones (que quién los pillara, dicho sea de paso), pero yo me quedo con lo primero.
Y es que siempre me ha dado una especial rabia que pilotos completamente desconocidos y con un palmarés de dudosa valía, pudieran hacerse con un volante oficial tirando de cartera de sus patrocinadores. Claro, luego pasaba lo que pasaba: las parrillas estaban condimentadas con algún que otro inepto al volante que no daba demasiada buena imagen de lo que debería ser el tope máximo del automovilismo.
Pero en este 2008, desde el que más ingresa, como ya he comentado, Fernando Alonso con 28 millones, hasta el que menos, 1 milloncito para Nakajima y Sutil, todos cobran por correr. Ya no hay volantes en venta, y esperemos que eso dure por mucho tiempo. Creo que es positivo ver como todos los campeones de la GP2 encuentran asiento en la Fórmula 1. Eso antes no pasaba, y si no que se lo digan al pobre Sebastien Bourdais, que tuvo que hacer las maletas para demostrar lo bueno que era.
Así pues, tenemos que agradecer mucho este dato a Super Aguri, Force India o Toro Rosso, escuderías que con la apuesta en firme de sus propietarios y un proyecto deportivo con cara y ojos, basan la elección de sus pilotos en lo que creen que pueden aportarles en la pista, y no en el banco. Que sea así por muchos años.