Netflix nos enseña en 'Drive to Survive' lo emocionante que podría ser la Fórmula 1 sin Mercedes y Ferrari

'Drive to Survive', la nueva serie-documental que Netflix y la Fórmula 1 han realizado acerca de la temporada 2018, deja frío. La producción contaba con los mismos creadores del aclamado documental 'Senna' (2010), pero con una historia mucho peor. Especialmente cuando Ferrari y Mercedes anunciaron que no participarían en la elaboración del documental.

No, Drive to Survive no es un mal documental. Le da una capa de chapa y pintura a la Fórmula 1, tapa los bostezos y te muestra lo divertidas que podrían ser las carreras sin dos coches que vayan tres segundos más rápidos que el resto. Descubrimos los entresijos de los equipos, sus relaciones internas y cuánto de impostura hay en ciertas amistades o enemistades que se muestran en público.

Un documental en el que vemos muchas cosas y sentimos pocas

Más bien, Drive to Survive es una comuna democrática en la que los que no salen en las retransmisiones de las carreras tienen su cuota de pantalla y nos enseñan cómo es la Fórmula 1 para los que no ganan. Vemos la quiebra y rescate de Force India, los errores estratégicos de Haas o las miserias de dos históricos como McLaren y Williams.

Profundizamos también en los dramas de Esteban Ocon, sus disputas con Sergio Pérez y su pérdida del asiento en favor de Stroll. Vemos el proceso de decisión de Ricciardo para cambiar Red Bull por Renault, pasando por los recelos hacia Max Verstappen o la propia guerra entre los dos equipos, que acabó con Red Bull dejando Renault para mudarse a Honda.

El documental se reserva un capítulo, el segundo, llamado 'El rey de España', para indagar en la visión de Carlos Sainz de su relación con Fernando Alonso, y cómo el asturiano pasa de ser su ídolo y mentor a ser su principal rival en la pista, además de un escollo técnico y psicológico muy difícil de superar para Sainz.

También podemos conocer detalles curiosos que desconocíamos, como que Romain Grosjean tuvo que acudir al psicólogo tras el accidente múltiple que provocó en la salida del Gran Premio de Bélgica de 2012, o la intensa relación entre Charles Leclerc y el fallecido Jules Bianchi, quien era su padrino automovilístico.

El gran problema de Drive to Survive es que vemos muchas cosas, pero sentimos pocas. Abusa de entrevistas y voces en off, limitando las grabaciones en las que los protagonistas ignoran la cámara. En todo momento el documental te mantiene en tu papel de espectador, nunca te hace empatizar lo suficiente con el protagonista como para, por un momento, serlo tú mismo.

No es que no lo intente, pero los métodos están muy trillados. En el episodio que trata la rivalidad entre Sergio Pérez y Esteban Ocon recurren al peor defecto de 'Senna', demonizar a uno de los protagonistas para automáticamente beatificar al otro. Quizá para un neófito de la Fórmula 1 funcione, pero para alguien adentrado en el mundillo chirría.

Igual que no convencen las cámaras lentas dramáticas con sonidos de cachivaches de fondo o la manera de darle emoción a cosas que en absoluto lo tienen, como persecuciones de coches separados por más de 20 segundos o inventarse cualquier razón para convertir un Gran Premio mundano más en la carrera crucial de la trayectoria de un piloto.

Está claro, hacer un documental emocionante de diez episodios a 35 minutos cada uno sobre una temporada de Fórmula 1 no es fácil. Y más todavía si ésta no pone mucho de su parte. Pero igual que 2018 no fue 1976, los creadores de Drive to Survive tampoco son los de la brillante película 'Rush' (2013), dirigida por Ron Howard.

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