Ayer martes los equipos votaban sobre el anticipo de parte de la batería de cambios que estas últimas semanas han copado los titulares sobre Fórmula 1 (motores de 1.000 CV, neumáticos más anchos, etc). Con el límite del 1 de marzo a la vista, fecha en la que ya no se pueden hacer cambios reglamentarios para la temporada siguiente, había cierta prisa para poder empezar a revolucionar esta Fórmula 1 ya en 2016.
Pero claro, este tipo de cambios deben aprobarse por unanimidad, y como es más que evidente, hoy por hoy la unanimidad entre equipos reina por su ausencia. Y en parte, es lógico. ¿Cómo van a aprobar una nueva revolución a toda prisa esos equipos que ya están con el agua al cuello en un hipotético escenario de reducción de costes? ¿Nadie se da cuenta que esto se ha convertido para muchos en una batalla por la supervivencia, más que otra cosa?
Así que, por lo menos, hasta 2017 no viviremos una revolución tecnológica en la Fórmula 1. La opción de empezar a cambiar la estética de los monoplazas ya en 2016 no ha conseguido la unanimidad necesaria, y los coches seguirán evolucionando la próxima temporada la base iniciada en 2014. De este modo, los equipos tendrán mucho más tiempo para plantearse qué Fórmula 1 es la que realmente quieren.
Pero yo sigo insistiendo que el panorama actual es realmente asolador. No tengo muy claro que todos los equipos que tomen salida en las parrillas de esta temporada estén presentes en ese revolucionario 2017. La situación de muchos de ellos es realmente crítica, y la Fórmula 1 necesita mucho más que una serie de cambios técnicos en los monoplazas si quiere recuperar su buena salud.
¿Preferimos parrillas de 24 coches normalitos, como los de ahora, o parrillas de 12 coches super-revolucionarios? Puede que exagere, sí. Pero también puede que no. Y ojo, que a mí la revolución técnica que hay sobre la mesa me gusta, pero debe ser viable para todos.