Lo sucedido esta mañana en el Gran Premio de Malasia no ha sido más que un desastre anunciado, del que venían alertándonos los pilotos desde ya hace unos días. Pero el poderoso Bernie Ecclestone, que bien podría protagonizar el próximo anuncio de Heineken (por eso de "piensa en verde"), se dedicó a hacer oídos sordos, respaldado en todo momento por la FIA, que tampoco salió en defensa de la seguridad esta vez.
Resultado: llegaron las esperadas tormentas torrenciales de las tardes malayas, la visibilidad se fue reduciendo preocupantemente, y todavía no acabo de entender el show de casi una hora esperando una posible resalida. Fernando Alonso se lo decía a Mark Webber: "están soñando". La pista estaba inundada, no se veía un pijo, y había alguien empeñado en alargar la incertidumbre. Llamadme mal pensado, pero no creo que esa interminable espera fuera casualidad.
Creo sinceramente que todo el mundo sabía que no se podría volver a dar una nueva salida en condiciones seguras, pero no podía ser que una hora después del inicio de la carrera en franja de máxima audiencia europea se cerrará el tinglado. Solución: tenemos a la gente enganchada al otro lado de la tele un rato más y listos. Está claro: ¿quién iba a desconectarse de la tele hasta que no se confirmara que no hubiera una resalida? Yo, desde luego, no.
Ahora resulta que esta habrá sido la última carrera disputada en Malasia a estas horas tardías. Ante tal chapuza, no me extraña que no se atrevan a repetir de nuevo una carrera de apenas una hora de duración que no se pudo relanzar porque ya no había luz suficiente para seguir. Y todo el mundo era plenamente consciente de ello. De hecho, la nota de prensa de Toro Rosso titulaba un sarcástico y gracioso: "¡Qué inesperado!". ¿Dónde están los responsables de que hoy sólo hayamos visto 32 vueltas en Sepang?
