La movilidad tal y como la conocemos está en constante evolución y estamos entrando en contacto con conceptos rupturistas como el coche autónomo, la conducción conectada o los sistemas híbridos de propulsión. Esta nueva modalidad traerá también cambios importantes en el mantenimiento de nuestros vehículos; no es sólo cuestión de nuevos elementos o tecnologías, sino de la forma en la que hasta ahora cuidamos de nuestro coche.
La simplicidad de los motores híbridos
Ya sabemos que los coches más contaminantes tienen las horas contadas en al menos las grandes urbes. En ciudades como Madrid o Barcelona pronto será obligatorio el distintivo ambiental para poder circular, y en pocos años también podrían quedarse fuera todos los de combustión. Se piensa que el vehículo eléctrico puro dominará las calles, pero los de pila de hidrógeno también jugarán un papel importante. Y los híbridos, tanto enchufables como no enchufables, ganarán un mayor protagonismo por su capacidad de circular como eléctrico por la ciudad y contar con gran autonomía en carretera.
Todos estos tipos de vehículos (PEV, HEV, PHEV y FCV) tienen algo en común: un motor eléctrico. Sea cual sea la fuente de esta energía, todos contarán con un motor eléctrico para su propulsión, con todas las ventajas que ello conlleva. Por su sencillez y por el menor número de elementos con el que cuentan, sus posibilidades de avería disminuyen y su mantenimiento será más sencillo y menos costoso.
El concepto no dista mucho de un cepillo de dientes eléctrico gigante con cuatro cabezales y un volante para dirigirlas. Obviamente la comparación es muy exagerada, pero tendremos que acostumbrarnos a nuevos elementos en nuestros vehículos (baterías de tracción, conexión de carga, controladores de potencia…) y a talleres con menos aceite y más ordenadores.
Anticiparse a la avería con el coche conectado
El coche del futuro también estará conectado con la nube. Ya lo está en cierto modo, cuando ponemos música en streaming o con los sistemas de llamada automática con accidentes. Pero en el coche del futuro el nivel de monitorización será total; la capacidad del coche conectado de recabar información sobre sus propios elementos y compartirlos con bases de datos, permitirá a talleres y concesionarios anticiparse a las circunstancias.
Por ejemplo, podrán programar una visita cuando vean un bajo nivel del líquido de frenos o encargar un nuevo juego de limpiaparabrisas cuando los tuyos estén deteriorados. Incluso podrán mandártelos a casa directamente. Pero el coche del futuro también estará conectado con otros vehículos y con su entorno. Así, si nos cruzamos con un coche averiado, podemos compartir su información con asistencia en carretera.
El coche autónomo, al taller por su cuenta
La idea del coche autónomo se nos presenta como una suerte de tierra prometida en la que podremos desplazarnos sin necesidad de conducir. Pero la clave de todo radica en que (al menos a partir del nivel 3 de los 5 que existen) el "conductor" no estará pendiente de la conducción y no percibirá posibles errores o averías como tener una rueda pinchada o un faro roto.
Si nosotros no vamos a estar pendientes del estado del coche, lo tendrá que estar él mismo. Para ello, será necesario el desarrollo y la implantación de sistemas de inteligencia artificial a bordo del vehículo. Con ello, el propio coche podrá monitorizar su propio estado y avisar al conductor o actuar en consecuencia. No es algo completamente nuevo; los vehículos actuales cuentan con numerosos sensores que monitorizan ciertos elementos y nos avisan cuando alguno falla (nos dejamos las luces encendidas, se nos calienta el motor, etc).
Pero si tenemos que el coche autónomo es capaz de conducir por sí mismo, y además es capaz de avisarnos de cualquier avería para que lo llevemos al taller, ¿por qué no la posibilidad de que se desplace él mismo para su reparación? Es más, en un estado muy avanzado de la tecnología podríamos incluso encontrarnos con los talleres convertidos en espacios de coches interactuando con robots mecánicos…
Olvidarse del mantenimiento con el coche compartido
El coche compartido es de nuestros “coches del futuro”, el que ya está más presente entre nosotros. Y sin embargo, es el que más difícil tiene imponerse a su antagonista, el coche en propiedad. Un futuro donde el coche compartido sea el protagonista supone un cambio drástico en la mentalidad de la sociedad, donde el “pagar por tener” será sustituido por el “pagar por usar”, y donde el sentido de posesión dará paso al del derecho de uso. Un cambio de paradigma que también influirá en nuestro concepto de mantenimiento.
Como ya ocurre con muchas plataformas de carsharing actuales (como el proyecto Citélib by Ha:mo de ultracompactos de Toyota), el usuario paga por usar el vehículo, no por tenerlo, y lo hace en función del tiempo de uso. Pero en esa tasa ya vendrán incluidos otros gastos que en un coche particular sí tenemos que pagar: gasolina, seguro y, por supuesto, mantenimiento. No es una cuestión solamente de tener estos gastos incluidos en la tarifa, sino de que ante cualquier avería no tendremos ni que pisar el taller: simplemente dejaremos el vehículo en un parking de la compañía y cogeremos uno nuevo.
Como vemos, nuevas formas de movilidad y de entender el mantenimiento de los vehículos. Y sin embargo, empezamos a vislumbrarlos en casos como el de la alianza de Toyota y la también empresa nipona Park24: 60 híbridos compartidos y conectados con aparcamientos inteligentes que automatizan su mantenimiento. El futuro ya está entre nosotros.
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