Algunos modelos clásicos son tan raros y exclusivos que su valor mercante iguala o supera el de las grandes obras de arte de la Historia. Es el caso de los Bugatti anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Los modelos que han sobrevivido son tan raros y exclusivos que, para algunos aficionados, la única manera de poder conducir es comprando una réplica. Y para ellos, las mejores son las de Pur Sang.
Los elevados precios de los coches de colección clásicos más deseados ha dado lugar al mercado de las réplicas. Entre los años 70 y 90, ese mercado era boyante. Réplicas de Ferrari, Porsche o Lamborghini y, por supuesto Bugatti, eran algo muy común.
Algunas se vendían en kits y la calidad no era muy buena (cuántos Pontiac Fiero no fueron sacrificados para convertirse en un improbable Ferrari). Otras, sin embargo, eran bastante fieles al original, aunque si se paraba uno a mirarlas con detenimiento, empezaban a aparecer incoherencias.
Una de las más famosas era el Ferrari 365 GTS/4 Daytona Spyder de Sonny Crockett en 'Miami Vice'. En realidad era un Corvette C3 realizado a petición de los productores por McBurnie Coachcraft. En la temporada 3 el coche es destruido para complacer a Ferrari que los había demandado, aunque finalmente les cedió un par de Testarossa nuevecitos para las temporadas siguientes.
En esa época, el resto de marcas empezaron también a seguir los pasos de Ferrari. Adiós a las réplicas de Lamborghini Countach, de Porsche 356, de Jaguar XK o de Ferrari. Todos los fabricantes fueron cerrando poco a poco.
Uno de los últimos en sobrevivir fue el francés De La Chapelle. Esta fabricaba réplicas de Bugatti Type 35 y Atlantic, sobre todo, con motores BMW y Alpina (y hasta se podía pedir en opción un propulsor preparado por Hartge). Pero los De La Chapelle eran algo más réplicas.
Por una parte lucían el logotipo Bugatti, de forma legal. El pequeño fabricante francés tenía la autorización de utilizar el nombre y el logo de Bugatti. Antes de la compra de Bugatti por Romano Artioli y el desarrollo del Bugatti EB110, la marca era propiedad del grupo aeronáutico Messier-Bugatti.
Hoy, De La Chapelle ya no fabrica coches y menos aún réplicas de Bugatti. El grupo Volkswagen no se lo permitiría. Sin embargo, la llama de los Bugatti clásicos sigue más viva que nunca y se reavivó en Argentina.
Argentina y Bugatti
Antes de la Segunda Guerra Mundial, los coches más lujosos, más rápidos y más caros eran los Bugatti. Ni Rolls-Royce, ni Bentley o Alfa Romeo podían alcanzar el nivel y el prestigio de Bugatti. Lo eran en Europa y también al otro lado del charco, especialmente en Argentina.
Los Bugatti Type 35 y Type 37 fueron los modelos más vendidos allí. Se dice que unos sesenta Bugatti fueron importados a Argentina en los años 20 por el importador argentino Luis Tirasso & Cía, aunque algunos fueron comprados en Brasil y otros directamente a la fábrica de Molsheim.
Muchos de esos coches se destinaban, cómo no, a la competición. En 1923, los argentinos llegaron a inscribir cinco Bugatti en las 500 millas de Indianápolis, en Estados Unidos, con los colores argentinos. Entre los pilotos Martín 'Macoco' de Alzaga Unzué, Raúl Riganti y el español Pedro 'Pierre' de Vizcaya. (Su padre, por cierto, el barón Agustín de Vizcaya, fue quien financió inicialmente la empresa de Ettore Bugatti y le consiguió la antigua fábrica textil de Molsheim donde inició la fabricación de coches). Ninguno de los Bugatti argentinos logró terminar la carrera.
De vuelta en Argentina, pilotos como Ernesto Bossola, que ganó la carrera organizada por el club Audax de Córdoba de 1926, contribuyeron a la fama de los Bugatti en el país sudaméricano. Recorrió los 500 km de pistas alrededor de la ciudad argentina a una media de 144 km/h. Ni el coche ni el piloto eran lentos, no.
Pur Sang, los Bugatti de Entre Ríos
Por tanto no es de extrañar que las mejores y más codiciadas réplicas de Bugatti vengan de Argentina. Inicialmente, esas réplicas no tenían buena fama en el círculo de los coleccionistas y los eventos de clásicos.
En uno de los pocos Concorso d'Eleganza de Villa d'Este a los que pude asistir, por 2006-2008, como la presencia de un Bugatti Type 35 suscitaba sospechas de que fuese uno de esos Pur Sang o bien que llevaba piezas realizadas por Pur Sang. Y es que el problema, para muchos, es que el trabajo realizado por los artesanos de Pur Sang es de tal calidad y respetuosos con las técnicas de la época que es muy fácil confundirlos con los originales.
Es especialmente peliagudo el tema de los Type 35 porque Bugatti sólo se fabricó 38 ejemplares. Es un coche raro y caro, sobre todo sabiendo que sólo unos pocos de estos 38 Type 35 originales permanecieron estrictamente originales. Y es que muchos Bugattis (incluidos los Tipo 35) fueron desmontados y escondidos durante la invasión Nazi para evitar que se los llevaran a Alemania. La propia Bugatti perdió así el famoso Type 57 'La Voiture Noire'.
Después de la guerra, en los años 50 algunos Bugatti fueron reconstruidos con piezas de otros Bugatti, creando así unos Frankenstein compuestos a veces de recambios de hasta cuatro o cinco coches diferentes. Lo que explica la mala fama inicial de los Type 35 de Pur Sang.
Muchos pensaban que eran algunos de esos Frankenstein y que más de un dueño de Pur Sang quería vender su Type 35 por lo que no era, un original. Alguno listillo lo habrá intentado, probablemente, pero la mayoría nunca escondieron que eran réplicas.
Ahora, la cosa ha cambiado. Los Pur Sang "Bugatti Type 35" son reconocidos por su verdadero valor, han alcanzado el estatus de coches de colección. Y eso sin necesidad de hacerlos pasar por Bugatti auténticos. Los Pur Sang se negocian a menudo en las subastas por más de 200.000 euros. Por ejemplo, el Pur Sang Type 35 Grand Prix 1927 Replica que ilustra estas líneas fue subastado por RM Sotheby's en 2020 por 249.200 dólares.
Todo comenzó con un fan de Bugatti, Jorge Anadón, que al no tener medios para comprar un Tipo 35, decidió construirse uno, a la vieja usanza, hace de eso algo más de 20 años. Tras el éxito de su primera réplica, el argentino vio que había ahí un nicho de mercado.
Se dice que en ocasiones, las dificultades agudizan el ingenio y la creatividad. Ayudado por una legislación restrictiva que hacía muy complicado y sobre todo caro la importación de piezas de recambio, Jorge Anadón decidió ofrecer réplicas construidas con los mismos métodos de la época, fabricando todos los elementos y recambios necesarios desde cero.
Los carroceros, con mazos, a la antigua, se encargaron del exterior, mientras que algunos genios de la mecánica se permitieron el lujo de construir un 8 cilindros en línea de 2.3 litros que desarrollaba unos 170 CV. En lugar de esconder un motor BMW, por ejemplo, se fabrica un nuevo 8 cilindros a semejanza del original.
En cuanto al nombre de Pur Sang, hace referencia a una publicidad Bugatti de los años 20 en los que la marca se autoproclamaba como el pura sangre de los automóviles. De ahí, por cierto, lo del Bugatti Veyron Pur Sang (del que Karim Benzema posee uno de los cinco ejemplares fabricados).
En la actualidad, Pur Sang fabrica una veintena de coches al año y cuenta con 60 empleados. Aunque el Bugatti 35 sigue siendo el más vendido de la empresa, Pur Sang fabrica ahora réplicas de otros modelos de la prestigiosa marca de Molsheim. Pero no solamente, desde hace unos años han empezado a producir también la recreación del Alfa Romeo 8C 2300 Monza. Con los mismos criterios de excelencia que fabrican las réplicas de Bugatti.
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