"Más inestable que un borracho saliendo del bar": ni sus tres ruedas ni el sobrecalentamiento eran los mayores problemas de uno de los peores coches de la historia

"Más inestable que un borracho saliendo del bar": ni sus tres ruedas ni el sobrecalentamiento eran los mayores problemas de uno de los peores coches de la historia
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El peor coche del planeta, conducirlo es como llevar un borracho saliendo del bar del hotel. Así han definido los que han conocido de cerca a este extraño automóvil, del que no hay otro igual. One of a kind que dirían los ingleses. Y menos mal.

Se llama Hoffmann a secas, nombre que le da su creador. Un mecánico alemán que cumplió su sueño justo después de acabar la II Guerra Mundial: fabricarse su propio automóvil.

Con corazón de ciclomotor con 6 CV, pero girar con él es deporte de riesgo

Michael Hoffmann regentaba un taller en Munich y tardó dos años en dar vida a su creación. Lo diseñó y le dio forma a base de piezas de chatarra y de ferretería. En 1951, el Hoffmann estaba listo.

"Todas las decisiones que tomó para diseñar este coche fueron totalmente erróneas", dice este probador de Jalopnik que tuvo el placer de ponerse a los mandos de esta rara avis. No le falta razón.

Ya solo sentarse en el asiento del conductor es un buen dolor de muelas, pese a las puertas de tipo suicida, por una bancada demasiado grande embutida en su habitáculo minúsculo. Luego por ejemplo los dos pilares delanteros tapan por completo los retrovisores, así que de poco sirven. Y el depósito se llena desde el techo.

Y ya si hablamos de conducir este coche de tres ruedas, la fiesta es total. El mayor problema de este Hoffmann es su diseño en sí y no por su techo asimétrico precisamente: su ancho de vías es mayor que la distancia entre ejes, así que es tremendamente inestable.

Por no mencionar que su creador optó por adosar el motor de ciclomotor fijo a la rueda trasera. Así, cuando se gira el volante, gira todo: rueda y propulsor. Lo que se traduce en que puede volcar incluso yendo despacio, como se puede ver cuando le ponen en acción.

Además, la transmisión de tres marchas, más la trasera, es una locura: completamente lineal y con posición neutra entre la marcha atrás, la primera y la segunda. Esto hace que sea terriblemente incómodo seleccionarlas y saber cuál está engranada.

El motor del Hoffmann es un 200 cc de dos tiempos, refrigerado por aire y de unos 6 CV de potencia. Encajonado en la trasera, sin ventilador y con unas escuetas entradas de aire en la carrocería, apunta a calentarse que da gusto. Y mueve sus 340 kilos a una velocidad de vértigo: su punta es de 45 km/h. Viendo como se menea a unos 20 km/h casi que mejor no llegar a dicha velocidad ni en línea recta. ¿La suspensión? Pues tan inestable como incómoda.

Hoffmann (1951): posiblemente, el peor coche jamás concebido

Esta aberración, que parece el antecesor del Isetta pero no, se restauró en 1996 y se exhibe en el Lane Motor Museum de Nashville (Tennessee, EEUU). Gottfried Gerhäuser fue el encargado de ponerlo al día y lo ha mantenido lo más fiel al original posible, por ejemplo su parabrisas asimétrico por la caída de techo.

Gerhäuser describió que ponerse a sus mandos era como intentar gobernar un borracho saliendo del bar. Más o menos la misma conclusión que los chicos de Jalopnik: el periodista que lo conduce asegura que es más peligroso conducir este 6 CV que un coche de 600 CV. Mr. Bean dice que quiere tres.

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