En automoción como en otros sectores, en ocasiones, los diseños más emblemáticos nacen en un tiempo récord y partiendo de una idea muy sencilla. Y sobre todo sin que el departamento de marketing tenga mucho que decir al respecto. Un buen ejemplo de ello es el BMW Z8. El elegante y potente roadster no estaba previsto en los planes de BMW, pero cuando lo vieron, dieron inmediatamente el visto bueno, sin saber muy bien cómo lo iba a fabricar o vender.
El BMW Z8 fue diseñado por Henrik Fisker, el diseñador danés que poco después se iría a Aston Martin para crear los V8 Vantage y DB9, entre otros, y que años más tarde fundaría su propia marca de coches lanzado al mercado el Fisker Karma. Y hace años, contó la historia en una entrevista para Petrolicious de cómo llegó a gestarse el BMW Z8.
Explica que todo partió de los miembros del consejo de dirección. Pasaron un fin de semana en Francia, en la Costa Azul, conduciendo coches clásicos de lujos. Entre ellos había un BMW 507. Y uno de los máximos ejecutivos preguntó por qué no tenían un coche de este tipo en la gama actual. A los pocos días, Chris Bangle, entonces al frente del diseño de BMW, le preguntó a su equipo si alguien quería intentar diseñar un 507 moderno, un poco al estilo de como el Porsche 911 fue evolucionando con el tiempo.
Henrik Fisker, que no sabía nada del 507 aparte de que Elvis Presley condujo uno mientras hizo la mili en Alemania, aceptó el reto. Era verano, todo el mundo se estaba marchando de vacaciones, pero Fisker prefirió quedarse e intentarlo. Y más aún sabiendo que no había ninguna promesa de que se fuera a fabricar de algún modo.
Es habitual que en los departamentos de diseño de las marcas se hagan proyectos muy diversos (a menudo ni siquiera son coches) a modo de ejercicio, de investigación de nuevas ideas, de entrenamiento y aprendizaje constante, en definitiva para mantener activa la creatividad de los diseñadores.
La solución más fácil habría sido la de un diseño neoretro. Pero esa es la vía fácil y no siempre da buenos resultados. En su lugar, Fisker, optó por diseñar un coche diferente pero conservando algunos rasgos característicos del 507, a modo de evocación. Los extractores laterales con el emblema BMW, el largo capó con aletas marcadas que empiezan en los faros, el morro afilado con una fina calandra partida en dos (los riñones BMW) y las dos plazas prácticamente sobre las ruedas traseras son los rasgos que vinculan el Z8 al 507.
A medida que iba avanzando en el proyecto, el diseñador danés se entusiasmó con la idea de un 507 moderno, era como “diseñar usando el ADN de BMW como punto de partida”, explicaba Fisker. Era un proyecto de lo más libre, ya que en la práctica no iba a ser un modelo real. Y por eso, Fisker contó con la ayuda de tan sólo cinco ingenieros para idear el coche.
No tenían ninguna limitación en términos de tecnología, dimensiones o presupuesto. Además, nadie de marketing metió las narices en el proyecto. Y por eso el diseño del coche es tan puro y auténtico, explica Fisker.
BMW dio luz verde al Z8 sin pensarlo
Cuando el equipo enseñó el proyecto al consejo de dirección, éste le dio luz verde inmediatamente sin pensarlo. Ahora, tocaba buscar la manera de hacerlo realidad. Lo único claro que tenían en BMW es que el Z8 debía ser el BWM definitivo, un coche halo y con el que por primera vez se adentrarián en el mercado de los coches de más de 100.000 dólares.
Y quizá por eso aceptaron que el Z8 tuviese su propia plataforma y no la compartiese con ningún otro modelo del fabricante. Y eso fue una bendición para el proyecto ya que permitió al equipo de Fisker mantener las proporciones del diseño.
Inicialmente presentado como concept car en el Salónd e Tokio de 1997 bajo el nombre de BMW Z07, el Z8 llegaría a la producción tras su presentación en el Salón de Frankfurt de 1999. Y lo hacía prácticamente sin cambios. Bajo el largo capó, BMW instaló el mejor motor del que disponían en aquel momento: el V8 atmosférico de 4.9 litros y 400 CV del M5. Iba asociado a un cambio manual de 6 relaciones. Así, BMW anunciaba un 0 a 100 km/h en 4,7 segundos.
Totalmente realizado en aluminio (chasis y carrocería), con una tapicería en cuero que lo cubre casi todo al interior y un interior más retro que la carrocería, el Z8 era descaradamente un producto muy exclusivo.
Era un producto muy especial para la marca. BMW ofrecía la posibilidad a los clientes de ir a la fábrica de Múnich y presenciar las últimas fases del ensamblaje de su coche. Además, cuando se hacía entrega de las llaves, éstas iban acompañadas de un libro realizado a mano que incluía fotografías del proceso de producción de la unidad en concreto del cliente, así como muestras reales de la pintura y tapicería de ese Z8. BMW ya sabía que este coche sería un futuro clásico y ya daba facilidades para los futuros técnicos que en algún momento se pondrán a restaurar alguna unidad.
BMW tenía pensado fabricar 5.000 unidades, pero finalmente fabricará 5.703 unidades, viendo el éxito del modelo. Y es que no solamente el coche brillaba con luz propia sino que además era el coche de James Bond en 'El mundo nunca es suficiente' (en realidad, un prototipo con carrocería en fibra de vidrio ya que el coche no estaba listo cuando se rodó la cinta).
Y por último, una curiosidad. En la cifra de producción se incluyen las 555 unidades del Alpina Roadster V8. Gracias a los estrechos lazos que unen a las dos marcas, BMW se encarga de fabricar bajo pedido modelos siguiendo las especificaciones de Alpina. Y, posteriormente, Alpina se encarga de los acabados.
A partir de 2001, BMW North America se encarga de la distribución de los Alpina en Estados Unidos. Uno de los primeros modelos escogidos es el Z8. El problema es que Alpina ya no puede tocar los motores M y así nace el único Alpina menos potente que el BMW que usa por base. Utiliza un V8 de 4.8 litros de 380 CV y un cambio automático. De esas 555 unidades, 450 fueron para el mercado estadounidense.
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