Es esta una noticia curiosa, acerca de un elemento de nuestros coches en el que no solemos detenernos a reparar de su existencia, que se da por sentado que está ahí, y que solemos usar cuando más enervados nos ponemos. Estamos hablando de la bocina, o claxon, para automóvil.
La bocina original es un dispositivo provisto de una pera de goma unida a una trompeta de metal, que normalmente empieza como un tubo cilíndrico que se curva y termina en un tubo cónico, que genera un peculiar sonido cuando se aprieta dicha pera (vamos, esa de los hermanos Marx). La bocina se inventó en Francia en 1680 y se utilizaba para la caza.
Los alemanes la adaptaron y la introdujeron en la música más tarde. Y a finales del siglo XIX, en los primeros automóviles, se utilizó como sistema de advertencia. La bocina en muchos países se llama claxon porque tiempo atrás se popularizaron las bocinas de la marca Klaxon, y de ahí se adaptó el nombre coloquialmente.
Pues bien, la antigua bocina para automóvil de accionamiento manual al final se transformó en una bocina eléctrica para automóvil. Resulta que en abril de 1914, Robert Bosch presentó en Alemania la patente de la primera bocina eléctrica de coche, que finalmente salió al mercado en 1921.
Aquella bocina estaba basada en el principio de los "tubos inmóviles", como los que se utilizan en los órganos. El tubo está cerrado en el extremo superior, por lo que emite un tono más bajo que un tubo abierto. El sonido es generado al vibrar una membrana activada eléctricamente, cuando el conductor toca el botón de turno, y se propaga por el tubo de metal.
Pues nada, feliz cumpleaños.