¿Respetarías las normas si te pusieran una multa de 170.000 euros? Una pista: no
Días atrás hablábamos de aquel finlandés llamado Reima Kuisla al que le cayó un multazo de 54.000 euros por exceso de velocidad (circulaba a 103 km/h en una zona limitada a 80 km/h). Es sabido que en el país nórdico las cuantías de las multas de tráfico se fijan en atención al nivel de ingresos de la persona sancionada, para evitar que quienes tienen unas rentas más altas se escabullan de cumplir las normas porque les sale barato.
El de Reima Kuisla no es un caso aislado. A Anders Wiklöf le pidieron 95.000 euros hace menos de dos años en las Islas Åland y aún lo debe de estar flipando. ¿Dónde está el límite? Bueno, de momento el récord lo tiene Jussi Salonoja, que se dejó 170.000 euros en 2003 por una multa que le cayó en Helsinki (circulaba a 80 km/h en una zona de 40 km/h). Sin embargo, aquí lo importante no está tanto en la espectacularidad de la cifra, sino en saber si este sistema funcionaría en España.
Las multas de tráfico tienen el mismo efecto
que si me pica un pie y me como un tomate
Analicemos cómo funciona esto de las multas de tráfico. Uno tiene unas normas de circulación que son de obligado cumplimiento, y luego existe un sistema de control que se basa en el castigo económico para evitar la tentación de cometer infracciones. Ese es el marco en el que nos movemos.
El permiso por puntos no es más que una patochada por puntos
- basado en una buena idea: si la lías, te quedas sin conducir hasta que se te pase la tontuna;
- manipulado hasta la náusea por los políticos: huy, pero démosles más oportunidades de arrepentimiento, que si no se mueven por la carretera se nos paraliza el país y nos hundimos;
- destrozado a la hora de llevarlo a la práctica: desconexión entre las bases de datos, compra y venta de puntos, nulo control sobre los conductores que circulan sin puntos en el permiso...
Decir que “a la gente sólo le entran las cosas cuando les tocas el bolsillo” es falso
Ahora, la pregunta del millón, cuya respuesta es obvia: Cuando un conductor pasa a 80 km/h por una zona señalizada a 40 km/h (hola, Jussi Salonoja, recordman de Finlandia), ¿por qué lo hace?
- a) Porque no sabe lo que significa la señal de 40 km/h.
- b) Porque no puede, físicamente, levantar el pie del acelerador y pisar el del freno.
- c) Porque no le sale de ahí abajo cumplir con el 40.
Hablamos de conocimientos (saber qué significa la señal de 40), destrezas (poder, físicamente, mover el pie) y actitudes (tener o no la convicción de que hay que respetar la señal). Es decir:
- a) Porque no sabe lo que significa la señal de 40 km/h.
- b) Porque no puede, físicamente, levantar el pie del acelerador y pisar el del freno.
- c) Porque no le sale de ahí abajo cumplir con el 40.
Bien. Hablamos, por tanto, de una cuestión actitudinal. Que luego será más o menos acertada, en función de los argumentos que nos exponga: desde el "no hay para tanto" hasta el "esa señal está puesta para recaudar", la gama de tonalidades posibles es infinita, pero siempre actitudinal. Todo lo demás, las cuantías, el pronto pago y hasta la tarjeta de fidelización por buen cliente, son cosas que tienen que ver con la economía, pero no con la solución al problema de las infracciones.
Si basas tu política de concienciación en la amenaza de la multa, necesitarás todo un ejército de guardias
¿Son las multas económicas la mejor forma de contrarrestar esa cuestión de actitudes? No, pero sí que son las más nutritivas para el organismo que las recauda. No hablamos de seguridad vial, por lo tanto, sino de recaudación económica. De pasta, y no de corrección de las actitudes al volante. Para corregir eso, habría que hacer una visita a los chavales que con 21 años han sido condenados —o se han condenado ellos solitos— a vivir en una silla de ruedas o postrados en una cama. Por ejemplo.
Las multas de tráfico de Finlandia, en Finlandia
Vayamos ya a por el caso de Finlandia para ver cómo sería la cosa trasladada al escenario de España. Realmente, llama la atención que en Finlandia las cuantías de las sanciones vayan en consonancia con el nivel de ingresos del conductor denunciado. De hecho, en Finlandia sky is the limit: en función de cómo tengas la hucha, pagarás.
En Finlandia las multas son un refuerzo, no un fin en sí mismas
Sin embargo, el caso de Finlandia es... algo diferente. Bueno, algo no: muy diferente. Si le echamos un ojo al planteamiento que tienen en Finlandia sobre la seguridad vial, vemos que el Gobierno de Finlandia tiene en consideración la seguridad de sus ciudadanos mucho antes de hablar de las consabidas multas de tráfico. Aunando esfuerzos entre los diferentes organismos implicados, y utilizando campañas de concienciación que complementan la educación vial de los ciudadanos, las multas de tráfico se conciben como un castigo para quienes han desoído toda esa formación.
Es decir: en Finlandia las multas de tráfico son un refuerzo, no un fin en sí mismas.
Así, no nos extrañará que los mismos finlandeses apoyen el sistema. Tampoco es que los infractores de aquellas latitudes sean unos santurrones. Hasta 1999, el mismo infractor declaraba sus ingresos a la policía para el cálculo de la sanción. Aquel año, a la policía le dio por cruzar sus informaciones con las bases de datos de Hacienda y... bueno, se dieron cuenta de que allí fallaba algo, porque más de un infractor decía cobrar menos de lo que cobraba, para evitar una multa de tráfico descomunal.
Imaginemos qué ocurriría en España, donde es público y notorio que una cosa es tener dinero, y otra distinta que Hacienda tenga controlado el dinero que se tiene en el calcetín. Lo cual nos remite de forma directa a otra gran diferencia entre el país nórdico y nuestro mediterráneo país: la brecha entre diferentes clases, o niveles de ingresos, o nivelazos patrimoniales... como se quiera expresar.
Dicen que fue Montesquieu quien en 1748 se preguntó qué sucedería si las sanciones fueran proporcionales a las fortunas de los infractores. En un estado como Finlandia, donde no alcanzan los seis millones de habitantes y donde no existen grandes diferencias entre niveles económicos —al menos, no como en otros países, incluida España—, la mayoría apoya la idea de Montesquieu. Allí se entiende esta forma de estratificar las multas como una cuestión de justicia social.
En España toparíamos con grandes problemas, añadidos al problema de base que comentábamos antes, sobre la inutilidad de las multas de tráfico en poblaciones poco o nada formadas en Seguridad Vial. El principal de ellos, que las multas en función de los recursos económicos del infractor tendrían que ver más con la redistribución de la riqueza que con asuntos viales.
En España este sistema potenciaría la estafa fiscal e incluso la evasión de capitales
A mayores, contando con que Hacienda se pusiera las pilas y pillara realmente a los infractores más adinerados, un efecto previsible sería el cambio de domicilio fiscal de estos hacia cualquier otro país. Por otra parte, una persona sin recursos económicos declarados podría permitirse el lujo de infringir normas, a sabiendas de que la sanción que le caería serían cuatro duros mal contados. Bastaría con sacarlos del calcetín.
Total, que nos quedaríamos como estamos ahora, o peor. Recapitulemos:
- sin una formación adecuada en Seguridad Vial, y
- con una mayor presión fiscal sobre los ciudadanos no infractores.
Virgencita, virgencita... que nos quedemos como estamos.
En Motorpasión | Un finlandés recibe 54.000 euros de multa por exceso de velocidad
En Circula Seguro | Cómo se plantean la Seguridad Vial en Finlandia