Curso de conducción de seguridad de Mercedes AMG: cómo lo vivimos en Montmeló al grito de #yoconduzcoasi (2)

Después de haber hecho la parte del Curso de conducción de seguridad que comprendía una frenada con esquiva, una esquiva con frenada, un poco de off-road automático y una frenada sobre mojado, nos toca llegar a lo más divertido de todo. Las experiencias van in crescendo y poco a poco la animación va siendo cada vez mayor en el circuito de Montmeló.

Como telón de fondo, tenemos los Mercedes C 63 AMG y Mercedes SLK 55 AMG. Uno de los dos pasará por las manos de todos nosotros. El otro está reservado para el que mejor papel haga durante todo el curso. Nos quedan por delante las mejores pruebas: un reto imposible, un circuito con muy mala idea, un examen final y, como premio final, un montón de vueltas al Circuit de Catalunya.

¿Y los tres amigos que nos acompañan? Esos que optaron al curso simplemente participando con nosotros en Twitter con el hashtag #yoconduzcoasi están dando saltos por ahí todo el día, siempre sonrientes. Como niños con zapatos nuevos, no: lo siguiente. Y lo siguiente va a ser que veamos cómo llevar un Mercedes SL 350 por una pista completamente deslizante.

Haciendo un ‘ocho’ sin pizca de control

Pues sí, aquí se trata de trazar un ocho con dos conos que nos ponen de referencia. Pasar por la derecha del cono, ir a buscar el siguiente por la izquierda, y así. Hombre, la cosa es sencilla. Ah, pero existen algunos inconvenientes. El primero es que la pista es de cemento pulido. Y el segundo es que hay un montón de aspersores que no paran de arrojar agua sobre la calzada.

Bueno, en realidad una de las mayores dificultades estriba en que no toda la pista está empapada en agua. Hay trozos más mojados y trozos más secos. Vamos, que de ahí puede salir lo que le dé la gana al coche, más que lo que le digamos nosotros que haga. Pero el resto es precisamente ese: seguir gobernando el coche en todo momento. Difícil, ¿eh?

Difícil, no: imposible. Por primera vez en el día, nos amilanamos un poco, así que el monitor nos hace una demo. La cosa está en dar golpes secos de gas para impulsar el vehículo con precisión. Y luego contragirar cuando el coche derrape del tren trasero. Porque derrapa de lo lindo. Aquí lo fácil es que se nos enrosque el coche haciendo un trompo como la copa de un pino. En fin, allá vamos.

David manifiesta una extraordinaria querencia por uno de los laterales, hasta el punto que el monitor le dice que como se despiste va a chocar contra una de las arquetas del agua. Realmente el coche es ingobernable, así que toca esmerarse a los mandos. Sin duda estamos en una prueba que es visualmente espectacular. Las fotos que tomo para la galería no están mal, muestran los tremendos esfuerzos a los que sometemos el coche, pero en directo la cosa gana de forma incuestionable.

Me toca. La sensación es muy de “un poquito más… huy, te has pasado”, así que conviene atinar sin descuidar el contravolante, claro. En uno de los giros, no contragiro y como es lógico me marco un húmedo vals vienés. Paro y vuelvo a empezar. La curva de aprendizaje en esta prueba es casi asintótica. Al final más o menos me hago con el SL 350; de los que he visto hasta ahora es el coche que más me ha gustado… aunque nos hayamos conocido en estas penosas circunstancias.

Ahora que más o menos ya está claro lo que supone perder el control de la estabilidad del vehículo… vamos a activar un botoncito con un coche dibujado que parece que se va al cuerno. En el tablero de instrumentos, la mención ESP off se apaga. Vamos allá y… hombre, esto ya es otra cosa. Así hay deslizamiento pero el ESP nos salva la papeleta… ojo, hasta cierto punto. La Física es lo que tiene.

Moraleja: Dosificar la potencia es vital para obtener una respuesta precisa.

Nunca un ratón tuvo tanta mala leche

¿Ratón, qué ratón? Mickey Mouse, que así es como llaman los monitores al infernal circuito entre conos que nos han plantado ahí en medio. Se trata de una oportunidad perfecta para poner en práctica lo del punto de giro, punto de contacto, punto de salida… si nos da tiempo, claro, porque el circuito hay que recorrerlo a toda castaña con un Mercedes B200 CDI.

Aquí la cosa está en trazar, trazar, trazar y volver a trazar, dosificando con el pedal del acelerador tanto como sea posible. Para conseguirlo, hay que llevar la mirada lejos, un poco más allá de Pernambuco; si no, los conos se te juntan y al final ya no sabes de dónde vienes ni adónde vas. Cuestión de perspectiva. Visto en pista, el circuito no es exactamente como marca el croquis, sino bastante más enreversado. Eso sí, tiene algún que otro tramo recto, y luego sabremos por qué.

Lo cierto es que me encuentro cómodo en este circuito y con este coche. Al Clase B lo siento ratonero (nunca mejor dicho), gira con agilidad y gracias a la retención que me proporciona me es posible llevarlo rápido sin tocar el freno más que en algún momento de mal cálculo por mi parte. Pero vamos, que en conjunto la experiencia resulta sencilla. Y más, después de lo de haber rodado en mojado al más puro freestyle.

Parece un recorrido lento y tonto, pero no lo es. A nosotros se nos ha dado bastante bien, pero sabemos de otro asistente al Curso que ha tenido que comprarse una brújula para encarrilarse, amén de los conos que quizá se haya llevado por el camino para acabar fuera de la pista. Conviene estar prevenido porque la mirada condiciona la conducción siempre, y aquí eso se nota perfectamente.

Y más vale que vayamos pensando en ello, porque lo que nos viene a continuación es la madre de todas las pruebas. Si por separado el cambio de carril precipitado, la frenada sobre mojado, la pista de deslizamientos y el simpático Mickey Mouse nos parecía que tenía su… encanto, lo que se nos viene encima es para tomarlo con cautela. Es un examen final, ¡y menudo examen!

Moraleja: Conducir es mirar.

Examen final… con un Mercedes C 63 AMG

Con la única excepción de la hora de comer, este es el momento en el que todos los asistentes al Curso de conducción de seguridad de Mercedes AMG nos reunimos para hablar de cómo están yendo las pruebas. Todos coincidimos en que la pista de deslizamiento es una locura, pero una locura divertida. Todos hablamos animadamente… hasta que hace acto de presencia Él.

Su V8 de 6,2 litros nos saluda con un “hola” potente y ronco. Es un coche parco en palabras, los golpes de gas son secos y el motor no se queda girando en vano cuando le retiran el pie derecho del pedal. Dicen por ahí que parece un perro refunfuñón. ¡Groumpf, groumpf!

Pues allá vamos. La cosa es que hay que empezar por la pista de deslizamientos (así, para tomarle el pulso al AMG cuanto antes), luego pasaremos por el Mickey Mouse, enlazaremos con una recta larga acabada en un ángulo recto y de ahí, de cabeza a la frenada de emergencia sobre mojado. Y todo, cuanto más rápido mejor, claro. Chicos, vayamos a por palomitas, que esto promete.

Bueno, va, para que no nos quejemos, nos dan una pequeña ayudita en la primera parte. Nos han activado el Sport Handling Mode, que es tanto como coger el Mercedes C 63 AMG y conectarle el ESP a un 40 % de eficacia. Es decir, aquí no hay sólo ESP On y ESP Off, sino que también contamos con un paso intermedio. Lo justo para jugar un poco pero no para perder el tiempo haciendo trompos, que somos una decena de personas que tenemos que pasar por la prueba final.

Vamos por orden de lista y en primer lugar, uno detrás de otro, inaguramos la prueba los cuatro motorpasioneros (mira tú qué bien). Primero irá David Llorente, luego Javier Caravaca, más tarde David Pereiro y después yo. Et après moi le déluge, que decía aquel, porque si sobrevivo a este subidón de casi 460 CV haciendo el cabra por ahí, ya será como para contarlo. Espera… ¡Si lo estoy contando!

Me toca. Tengo muy presente la necesidad de domesticar jacos ya desde el inicio, así que me pongo manos a la obra. Total, he visto cómo actúa el coche y tengo la sensación de que no va a ser tan desmadre a la americana como lo del SL 350 haciendo ochos de inspiración boniatera. En cuanto salgo, veo que no me equivoco. Entre lo preciso que es el tacto de gas y el ESP al 40 %, hago un par de monerías y salgo de la pista deslizante para entrar, raudo y veloz, en el Mickey Mouse.

Aquí ya voy desatao. Entre brrrom y brrrom (sin más oes que las estrictamente necesarias, es decir, sin subir mucho las vueltas), voy girando aquí y allá con soltura. Y venga para aquí, y venga para allá. ¡Clonc! Me he comido un cono. Vaya, hombre, el único de la jornada y voy y me lo casco precisamente en el examen. En fin, sigo, que me toca la recta y el giro de 90 º, que está… ¿dónde está?

Luego me contarán los compañeros que ahí he bajado el ritmo, pero es que no veía por dónde debía meterme. Después de mí, habrá otro de los asistentes que se pasará de largo y deberá poner marcha atrás para recuperar el camino. Sea como fuere, giro y me lanzo ya a por la recta final, la que acaba en la zona de frenado de emergencia en mojado.

Siguiendo los consejos que me han dado los monitores, llego habiendo frenado bastante, más que nada porque en esa última recta la bestia parda de Mercedes se ha puesto a unos 90 km/h. Y como a 50 km/h es imposible detener el vehículo en la pista deslizante, toca prefrenar. Hay quien celebrará una fiesta llevándose por delante la cortina y hasta un parapeto que nos han colocado.

Moraleja: Se conduce con la cabeza. Las emociones no ayudan cuando estamos al volante.

Dando una vuelta por el Circuit de Catalunya

Mientras dábamos tiempo a que recolocaran conos, lavaran los coches y demás, justo antes de hacer el cabra con el AMG, hemos estado dando una vuelta por las instalaciones del circuito. La sala de prensa, con capacidad para hasta 500 profesionales que reciben imagen de vídeo por un montón de pantallas y señal de audio por cascos, la sala que se usa para las ruedas de prensa, el podio, la sala anexa…

Vemos también el centro de control de monitores desde el que los comisarios controlan la carrera al milímetro, con un enjambre de pantallas desde las que no queda ni un ángulo por cubrir. En fin, una visita guiada con detalles como el uso que se le da al circuito, algunos lugares curiosos, como por ejemplo dónde se les comunica a los pilotos las sanciones por portarse mal en la carrera, cosas así.

Interesante, pero nos hierve la sangre por probar el asfalto de Montmeló con los coches que hemos trasteado entre conos y charcos. El repertorio da como para elegir, entre los Mercedes C 63 AMG, SLK 55 AMG, B 200 CDI, C 250 CDI, CLS 350, E 350 CDI, S 400 Hybrid, SL 350, ML 350 Bluetec… Bueno, los AMG son el premio para los mejores alumnos del Curso. Y no, no nos ha tocado, así que los de Motorpasión nos quedamos sin, si no es que vamos con alguno de los monitores en sus vueltas locas.

Nos dividimos en dos grupos. Unos darán vueltas al circuito forzando la máquina, poniéndose a prueba con los coches. Otros darán vueltas de forma más tranquila, a 100 km/h, para probar el Distronic Plus, que funciona como un control de crucero adaptativo en función de la velocidad que lleva el coche de delante. Mientras los demás están dando vueltas como locos, vamos a ver el dispositivo este.

Somos como cinco coches con el Distronic Plus en marcha los que montamos un trenecito con final feliz que tiene que ser como para verlo desde fuera. Pero yo estoy dentro, y en estos momentos no me queda sino guiar el coche para no perder el ángulo de detección del sistema. Lee a 200 metros de distancia y en un arco de 60º por delante, pero hay algo que no me acaba de convencer.

Me acompaña uno de los monitores para asegurarse de que no toco el freno y desactivo el sistema, lo que quizá ocasionaría un desaconsejable efecto acordeón en medio del circuito. Me siento como si viajara a bordo de un coche autónomo de Google aunque, eso sí, llevando el volante (wow).

El invento es operativo de los 30 a los 200 km/h, y en laboratorio da el pego. Me surge la duda sobre cómo funcionará en tráfico real. Me da a mí que a la que pierdes el ángulo mágico o que algún garrulo se te mete por en medio el coche podría llegar a lanzarse él solito. Hum… distrae con sólo pensarlo. Llámame prejuicioso, pero me temo que esto no está hecho para mí.

En la ronda de vueltas locas, me toca en suerte el CLS en primer lugar. Aprovecho para quitarle el papelito que todavía cubre el velocímetro y el tacómetro porque me da un poco de cosa ir a ciegas… aunque creo que no voy a mirar mucho la velocidad. Me lanzo junto a los demás pero, bah, ¿a quién quiero engañar? Me descuelgo bastante de la tropa. Yo no soy de ir a piñón, to loko, ni mucho menos.

A la que tengo oportunidad, me hago con el SL 350 para ver qué tal se comporta cuando no está sobre una pista deslizante, y ahí sí que disfruto como los marranos, con el pedal pegado al suelo y dejando que las ruedas trabajen de lo lindo contra el abrasivo asfalto de Montmeló. Ah, creo que entre tanto coche he encontrado mi media naranja. Pero, vaya, ahora me dicen que lo tengo que devolver. Mecachis…

Ya de vuelta a casa, pienso en lo que hemos estado haciendo durante esta jornada y en cómo casa toda la parte práctica con la parte teórica. No sé, siento que falta algo que acabe de cohesionar los contenidos, lo que en Pedagogía llamábamos “lógica externa”, un poco de aguaplast entre los kilos, las transferencias, la relajación al volante… y la puesta en práctica de las maniobras de emergencia.

No es cuestión de… cuestionar estos cursos. , estos cursos van muy bien para aprender. , todo conductor debería poder acceder a ellos. Sí a todo, pero a este curso en mi opinión le falta un… algo que no soy capaz de verbalizar (y mira que yo tengo palique), como si la parte teórica fuera por un lado y la práctica, un poco más a su aire. No sé, serán impresiones mías…

En cualquier caso, no podemos hacer otra cosa que agradecer la atención recibida por los monitores de la Escuela RACE, en el convencimiento de que nuestro paso por el Curso de conducción de seguridad de Mercedes AMG nos habrá hecho crecer como conductores, nos habrá hecho más competentes y sobre todo más conscientes de lo que hacemos mientras estamos al volante.

Y eso, puesto luego en la carretera, es un bagaje que no tiene precio.

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