Anoche fue una de esas noches de verano en las que la pantalla de la tele me absorbió durante unas cuantas horas. La gente de Energy recuperó como seis programas seguidos de 'Callejeros' dedicados a asuntos viales y emergencias (Riesgo de accidente, Alto, Stop, Frena, Drogas al volante, Emergencias), y una vez más me los estuve repasando. Del tirón hasta las tres o así.
Repasando, porque eran esos reportajes que ya se han visto hasta la saciedad, incluyendo la larga secuencia de Ares, el tipo aquel de los Lacasitos. Repasando, porque quise darle una vuelta al tema de las alcoholemias y las drogas mientras me dejaba llevar por la ágil e hipnótica realización de esos programas. Repasando, porque quieras que no también salían por ahí algunos amigos que he hecho a lo largo de los años, y me apetecía volver a verles, aunque fuera por la tele.
Total, que estuve contemplando los reportajes, uno tras otro, tratando de verlos como si fuera la primera vez e intentando a ratos olvidarme de la deformación profesional. Como si me vinieran de nuevas y yo no llevara ya unos cuantos años dedicado a estos temas. Y del visionado se me pasaron por la mente algunas ideas; más que nada confirmaciones.
1. Claro que no existe conciencia de riesgo
Por lo general, al hablar de seguridad a la gente le da por expeler un líquido claro y transparente que segregan las glándulas sudoríparas ubicadas en la piel de sus respectivas partes de la generación. Vamos, que diccionario en mano a la peña se la suda enormemente. No existe conciencia de riesgo, por supuesto, y quienes son sancionados son incapaces de tomarse en serio la cuestión.
Menos aún, si van con ese puntillo que les hace reírse de todo y de todos, y de soltar el manido "yo controlo" mientras se lanzan a un doble salto mortal dialéctico al intentar explicar que las drogas les ayudan a quitarse los efectos del alcohol. Un WTF en toda regla, sí, pero lo peor del caso es que hay quienes se creen esas cosas de verdad. Y están circulando por ahí como si tal cosa.
2. #MuyFan de que la gente se encare con la policía en plan chungo, en plan penoso, o en ambos planes
O con la Guardia Civil, o con los Mossos d'Esquadra, o con la Ertzaintza, aunque en el caso de los policías vascos me sigue llamando la atención la forma que tienen de hablar con los conductores, mucho más conciliadora todavía que en el resto de cuerpos que aparecen en estos reportajes. Sea como fuere, me sigue sorprendiendo que a un conductor le sancionen por circular de forma indebida y este se ponga en plan chungo, como si quienes hubieran hecho algo indebido fueran los policías que lo sacan de la circulación, y no aquel que decide que no hay para tanto. Porque él lo vale.
Luego está también la vertiente lastimosa, la del tipo que busca el perdón a la desesperada sin caer en la cuenta de que el policía está haciendo su trabajo, además de salvar al denunciado de algo peor que una multa. Y al resto de la gente que no tiene culpa de nada y se lo encuentra por la carretera, también.
3. Si la moraleja es prevenir antes de que sea tarde, ya hace mucho tiempo que vamos más que tarde
En los reportajes se muestra también la cara más amarga de las consecuencias de cometer imprudencias al volante, en forma de víctimas de la carretera. Hay de todo, porque cada víctima y cada familiar de víctima lleva este asunto como puede: desde el melancólico "yo tampoco pensaba que me pudiera pasar a mí", pasando por el terrible "a mi hijo me lo mató un conductor bebido" o el bienintencionado "que no le ocurra esto a nadie más"...
... hasta llegar a los moteros y los malditos guardarraíles asesinos o el más que espeluznante caso de Esther Rincón, que un día sin comerlo ni beberlo asistió cámara en mano a un truculento remake de la muerte de su hijo en la M-607 mientras el mundo miraba hacia otro lado y se ignoraba aquello de que también las infraestructuras muchas veces están que dan pena:
En cualquier caso, está claro que vamos tarde. Tarde, porque a algunos familiares de víctimas ni siquiera les queda el consuelo de pensar que quizá esto no le vuelva a suceder a nadie. De hecho, en una de las asociaciones de familiares tienen una orla con las fotos de las víctimas, y ya le reservan un hueco a la próxima persona que va a morir en el asfalto. Un bofetón de dura realidad, mientras...
4. Las autoridades se dividen entre quienes posan para la foto y quienes se lo curran a pie de pista
En uno de los reportajes, aparece María Seguí explicando que su máxima aspiración es acabar-con-la-lacra-de-los-accidentes-de-tráfico, que como mantra está muy bien, pero que a estas alturas de la no-fiesta ya empieza a resultar poca chicha para toda una directora general de Tráfico.
Bartolomé Vargas, en su papel de coordinador del área de Seguridad Vial en la Fiscalía General del Estado, razona que hay que acabar con la impunidad de los conductores bebidos y/o drogados, y el asunto grabado hace años vuelve a cobrar interés hoy, cuando sabemos que las condenas por circular bajo los efectos del alcohol aumentaron el pasado año en un 10 % hasta situarse en el 25 % del total, que ya es. Recordemos que dar positivo (más de 0,25 mg/l en aire espirado; o 0,5 g/l en sangre) es una cosa, y superar los 0,60 mg/l en aire espirado (1,2 g/l en sangre) es otra que recibe el nombre de delito contra la seguridad vial, según contempla el artículo 379 del Código Penal:
El que condujere un vehículo de motor o un ciclomotor a velocidad superior en sesenta kilómetros por hora en vía urbana o en ochenta kilómetros por hora en vía interurbana a la permitida reglamentariamente, será castigado con la pena de prisión de tres a seis meses o con la de multa de seis a doce meses o con la de trabajos en beneficio de la comunidad de treinta y uno a noventa días, y, en cualquier caso, con la de privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores por tiempo superior a uno y hasta cuatro años.
Con las mismas penas será castigado el que condujere un vehículo de motor o ciclomotor bajo la influencia de drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias psicotrópicas o de bebidas alcohólicas. En todo caso será condenado con dichas penas el que condujere con una tasa de alcohol en aire espirado superior a 0,60 miligramos por litro o con una tasa de alcohol en sangre superior a 1,2 gramos por litro.
Y finalmente tenemos a la autoridad de a pie, un guardia civil del que no se da el nombre pero que en uno de los reportajes le espeta a un conductor ya entrado en años, que da positivo en cocaína y cannabis, que "la que podría haber liado es cojonuda". Y no le falta ni un pelo de razón. Muy fan de él y de sus formas tan cercanas, que por otra parte destilan sentido común y sentido de la obviedad.
5. Falta cohesión, falta cohesión, falta cohesión, falta cohesión, falta cohesión, falta cohesión
Falta cohesión, sí. ¿De qué sirve emitir seis reportajes como estos si no se les saca todo el partido? Ver a unos niños riéndose de dios y de su madre porque todo les parece que queda en una simple regañina, cuando lo cierto es que podrían haber dejado parapléjico o tetrapléjico a cualquier inocente, o a ellos mismos para que los demás les pagáramos la rehabilitación, es de esos ejercicios que hay que realizar de vez en cuando para ser conscientes de cómo es lo que nos rodea.
Un entorno que el reportero retrata para mostrarnos qué supone conjugar Seguridad Vial con una población mal formada y peor informada que pese a todo sigue creyendo que no hay para tanto y que lo que ocurre es que los policías están ahí para aguarles la fiesta. Pues vale. Esa es la situación que tenemos, y que cambie no sólo depende de María Seguí, de Bartolomé Vargas, del guardia civil de cuyo nombre no somos conocedores o de cualquiera de los centenares de profesionales de la Seguridad y la Salud que aparecen en este montón de horas de información.
Depende de que estos reportajes no se utilicen sólo como moneda de cambio televisiva para una calurosa noche de verano, cercenados por donde cae porque la inoportuna pausa publicitaria es inamovible. Depende de que el reportero, y la sociedad de hecho, eviten guiñarle un ojo a los denunciados. Depende de que todos y cada uno de los agentes eviten reducir la cuestión al asunto económico. Depende de que los conductores dejen de propagar estupideces sobre la supuesta inocuidad de determinadas drogas. Depende de que haya cohesión entre todos los implicados.
O sea, entre todos.