Asientos infantiles: imprescindibles siempre - aula MP

Cuando una pareja se plantea tener un niño es frecuente que junto a toda la colección de cosas que misteriosamente aparecen en la casa llegue una sillita para llevar al crío en el coche. Lógico: nadie quiere que su hijo acabe herido en una cuneta por un frenazo mal dado.

Sin embargo, no es tan frecuente que los padres sean tan meticulosos cuando se produce un traslado ocasional de la criatura. “Tengo que llevar al hijo de mi amigo a su casa”, “mis cuñados se han quedado sin coche”, “me toca recoger a mi sobrina”, tanto da. El crío acaba metido en cualquier parte del vehículo y de cualquier forma, como si en ese escenario de improvisación no hubiera riesgo de sufrir una colisión.

Lo primero que hay que tener claro es que un vehículo, a medida que se desplaza, va adquiriendo una energía cinética. Y para llegar a detenerse, esta energía debe dejar de ser cinética. Si la transformación de esta energía es paulatina, no hay mayor problema. Pero si ocurre de forma precipitada, como en una colisión, como todos los ocupantes del vehículo tenderán a permanecer en movimiento acabarán precipitándose en el sentido de la marcha de forma incontrolable.

La energía cinética que adquiere un vehículo cuando circula es mayor cuanto mayor es su velocidad y cuanto mayor es su masa. Algo así sucede con los ocupantes del vehículo. Por eso, se dice que en una colisión un niño que ocupe un asiento sin la sujección adecuada saltará hacia adelante como si multiplicáramos su peso por 20. Saldrá proyectado como si lo lanzásemos con una catapulta.

Pongamos el caso de un bebé que pesa 5 Kg. Es evidente que en medio de un choque no hay brazos que puedan retener 100 Kg para evitar que la criatura se precipite hacia adelante. Sin embargo, todavía es habitual ver a muchas personas que optan por este sistema para llevar al crío de un lugar a otro con la excusa de que “es sólo un momento”.

Luego está la solución de emergencia: “le pongo el cinturón y ya está”.

Pues no. No está. Los cinturones de seguridad (y no digamos ya el airbag) están diseñados y calculados para ser utilizados por un adulto estándar. Un niño retenido sólo por un cinturón de seguridad es un firme candidato a la fractura de columna vertebral cuando no al estrangulamiento.

Todo niño de altura inferior a 135 cm debe utilizar un sistema de retención infantil adecuado a su talla y peso. Independientemente de si tiene que hacer un viaje de 500 Km o si debe llegar sólo hasta tres calles más allá (que para tres calles también podría ir caminando o en la silla de paseo, pero ese es otro tema), el niño debe viajar sentado de forma que se minimicen los riesgos, no ya sólo en una colisión sino también cuando se da un frenazo brusco.

Pero si importante es saber qué tipo de silla le corresponde a cada niño, igual de importante es saber cómo se coloca un asiento infantil en el coche. Y ahí a veces la cosa da para hacer un máster, porque cada fabricante tiene su sistema, que curiosamente siempre es superior en calidad al de la competencia.

Tanto es así, que a pesar de que cada SRI va acompañado de unas instrucciones para colocar la silla en el asiento, conviene practicar su instalación con tranquilidad y cuando tenemos algo de tiempo libre. Más que nada porque las indicaciones no siempre se entienden a la primera. La idea general es que el SRI debe acoplarse al asiento de forma que apenas se mueva sobre él. Si cuando el coche está quieto existe una holgura entre el SRI y el asiento, en una colisión esa holgura se multiplicará, de forma que cuando el cinturón se bloquee el rebote que experimentará el niño será superior a lo normal.

Y luego hay un punto fundamental: la colocación del niño en el SRI. Tanto si el asiento infantil dispone de cinturones propios como si se emplea el cinturón del vehículo para retener al niño, hay que comprobar que este se ajusta al cuerpo del chaval sin holguras ni excesivas tensiones y, sobre todo, cuidando que el cinturón haga su recorrido sin dobleces, ya que en caso de frenazo brusco o colisión estos transformarían el cinturón en una soga que podría dañar los órganos blandos del niño.

Finalmente, un detalle. De nada sirve que el niño tenga el mejor SRI del mercado si no se mantiene sentado de forma correcta. Y ahí existe un problema que debe ser controlado. Los niños, por definición, son inquietos, y eso de ir sentados y quietecitos en su sitio está muy bien para unos minutos, pero después se les puede hacer pesado. Dependiendo de la edad, podemos llegar a encontrarnos con todo un MacGyver que a la que nos descuidemos disfrutará escabulléndose del cinturón o incluso desabrochándolo a mitad de camino.

Y luego, en el extremo opuesto, es relativamente frecuente que los chavales se duerman en el coche. Mientras el niño es realmente un bebé no hay mayor problema. La silla suele retenerlo correctamente. Pero cuando por edad o peso lo pasamos a un SRI sin laterales que lo retengan, el chaval puede dejarse caer hacia adelante o hacia uno de los lados al dormirse. En esa situación el asiento no le daría la protección que merecería en caso de necesidad.

Viajar con niños tiene estas cosas. Hay que estar por ellos, aunque sin descuidar jamás la atención sobre la carretera.

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