Se hizo la oscuridad. El portón del maletero se cerró con fuerza y con ese sonido un tanto apagado que hacen los coches de gama alta para transmitir una sensación de robustez y calidad, pero que en la mente de Janette Fennell sonó como una losa. Era el fin. Unos desalmados se los llevaban a ella y su marido en el maletero de su Lexus LS mientras su bebé estaba aún en su sillita a bordo del coche.
Esta traumática experiencia que tuvo que vivir Janette Fennell en 1995, al salir de su casa en San Francisco en 1995 definió cómo son en la actualidad algunas funciones de nuestros coches, como el funcionamiento de los elevalunas eléctricos o el hecho de tener que pisar el freno para arrancar. Esta no es la historia de un secuestro, sino de cómo cuando la vida te da limones, no te conformas con hacer limonada, plantas más limones y repartes limonada.
Un brillo en la oscuridad
El 29 de octubre de 1995, cuando la metieron en el maletero del Lexus familiar, Fennell tenía 41 años y acababa de tener su primer hijo, Alex. Era el día de Halloween, la víspera de todos los santos, y venían de cenar en casa de unos amigos.
Mientras se bajaba la puerta del garaje, dos hombres rodaron por debajo, justo antes de que se cerrara del todo. Llevaban máscaras de Halloween. Se pusieron en pie, apuntaron con pistolas a las cabezas de Janette y Greig y les ordenaron que entraran en el maletero del Lexus, no sin antes sacar el carrito del bebé y demás bolsos.
“Hay un bebé”, escuchó Jannett decir a uno de los dos atracadores. Y el coche empezó a moverse. “Nos van a matar. No. Nos llevan a México”. No sabía ni qué pensar ya. Por puro instinto empezó a tirar de la moqueta del maletero. Su intención era llegar a los cables de los pilotos para hacer señales con ellos. Alguien vería los pilotos parpadear y llamaría a la policía, si no los paraba antes una patrulla.
Obviamente, no ocurrió. Mientras tanto habían empezado a circular por caminos de tierra. Cuando el coche se detuvo, los atracadores abrieron el maletero y les encañonaron de nuevo, exigiendo todo el dinero que llevaban encima, las joyas, las tarjetas de crédito y los PIN correspondientes. Los volvieron a meter en el maletero y los dos atracadores se esfumaron.
Pasaron varios minutos, a saber cuántos, y Janette por fin se calmó. Es cuando vio un brillo tenue en el oscuro maletero. “Creo que encontré el mecanismo de apertura”. Greig no veía nada, pero ella lo guío hasta el cable. Tiró de él y una luz cegadora llenó el maletero. Estaban libres.
Una vez fuera, vieron que Alex no estaba en el coche. Estaban en el monte, lejos de todo. Por suerte, tenían una segunda llave escondida en el coche y pudieron volver a la civilización. Tras llamar a la policía desde una cabina, unos agentes se acercaron a su domicilio y comprobaron que el bebé seguía en su sillita, en el porche de la casa, sano y salvo.
El cómo usas los elevalunas o pisas el freno para arrancar, se lo debemos a Fennell
Tras una experiencia traumática como esta la mayoría de personas seguirían adelante como buenamente puedan, dejando atrás el doloroso episodio. Sin embargo, Janette no era de esas. Tenía que hablar de ello. Iba recopilando casos similares que leía en los periódicos y otras publicaciones.
Se enteró cómo terminan a veces estos casos: brutalmente, con una violación, unas víctimas ahogadas al o quemados en el incendio del coche, , recuerda en Atlas Obscura. Todo ello, consideraba, porque no habían tenido la oportunidad de poder salir del maletero del coche.
Decidió tomar cartas en el asunto. Literalmente. No cesó de envíar cartas a las autoridades federales pidiendo que fuera obligatorio en los coches nuevos un sistema que permitiese abrir el maletero desde el interior del mismo. Las cartas iban acompañadas de todos los datos y casos que había recopilado a mano, sin internet ni Google. Pero nadie le hizo caso.
En 1998, sin embargo, le presentaron a un diputado demócrata por Michigan, Bart Stupak. Antes de la política había sido agente de policía y sabía muy bien de qué hablaba Janette.
Stupak consiguió llevar el tema al Congreso. La NHTSA, la autoridad federal competente en temas de seguridad vial, se limitó a contratar expertos para quien diera su informe de si valía la pena, era relevante o no salvaría ninguna vida.
Pero antes de la primera reunión de ese grupo de expertos, el asunto acaparó los titulares de todo el país. Ese verano, en sólo tres semanas, 11 niños murieron por un golpe de calor, mientras estaban atrapados en los maleteros de los coches. Y no es que hubiesen sido secuestrados, simplemente estaban jugando.
Aun así, el grupo de expertos no estaba convencido de la utilidad de un sistema de apertura interno. Al final, la ley se aprobó por un voto. A partir de 2003, todo coche que se quisiese vender en EE.UU. debía equipar un sistema para poder abrir el maletero desde dentro, por muy pequeño que sea el maletero.
Incluso los coches con maleteros con la capacidad de una guantera, como un deportivo de motor central, equipan este sencillo sistema. Es algo común que hasta en el configurador del Dodge Charger se puede ver quedar uno atrapado en el maletero.
Fennell había ganado, pero no se conformó con eso. Cuando recopilaba datos para apoyar su petición de la apertura del maletero, se dio cuenta de que destacaban dos tipos de muertes accidentales en niños además de los golpes de calor: estrangulamiento, por elevalunas, y atropellados por coches que tenían una marcha puesta.
Creó un nuevo grupo, Kids and Cars, y amplió su campo de trabajo a los incidentes “no relacionados con el tráfico”, es decir, los que ocurren fuera de las vías públicas. Gracias a ese grupo de trabajo, los coches actuales tienen elevalunas eléctricos que no solamente se detienen si se ejerce fuerza sobre las lunas, sino con algo tan sencillo como unos botones que requieren que un dedo los levante, para que ningún niño pueda cerrar una ventanilla accidentalmente al apoyarse en la puerta, por ejemplo.
Otro sistema de seguridad que ya damos por normal y que debemos a Janette Fennell es la necesidad de pisar el freno (o el freno y el embrague si es un coche con cambio manual) para poder arrancar el coche y así evitar que el coche se vaya hacia adelante o hacia atrás porque tiene una marcha puesta. Sí, incluso en un coche automático o eléctrico con el cambio en la posición P es preciso pisar el freno para poder encenderlo.
Además, en los coches automáticos es preciso pisar el freno para poder desbloquear el cambio de la posición P y engranar alguna de las dos posiciones D o R que permiten avanzar o ir marcha atrás. Esto es para que el coche no empiece a rodar sin previo aviso. Fennell no para y ha conseguido, además, que en EE.UU. sean ahora obligatorias las cámaras de marcha atrás.
Curiosamente, a pesar de la experiencia vivida, los Fennell conservaron muchos años el Lexus LS en el que se quedaron atrapados. Hasta que la gente de Toyota EE.UU. se lo compró para el museo de la marca en Norteamérica. El coche con el que, a pesar de todo, se mejoró la seguridad de todos los coches.