Pongámonos en la misma situación que se encontró Nikki Jeffrey aquel día. Un día cualquiera, de diario, en el que Nikki se dirigía al trabajo en Swindon (Reino Unido), tras haber dejado a los niños en el colegio. Circulaba a unos 100 km/h cuando de repente chocó contra un coche cuyo conductor había perdido el control del vehículo. Al cabo de unos largos instantes se vio a sí misma tirada en una cuneta, rodeada de personas que le decían que no se moviera.
Pongamos también que los agentes de policía declararan no comprender cómo Nikki podía haber salido de semejante golpetazo sin más lesiones que un par de costillas rotas, un fuerte colapso pulmonar y morados y cortes por todo el cuerpo. Con todos esos elementos, que la policía dijera que "con un impacto tan fuerte, si hubiera ido en otro tipo de vehículo, no estaría viva” se convirtió en una frase de esas que se le quedan a uno en la memoria. A Nikki Jeffreys le pasó eso mismo.
“Tu coche te ha salvado”, le dijeron. Y su coche era un SEAT Altea. El siguiente paso estaba cantado: la mujer, aún convaleciente, tomó conciencia de lo que era su coche —bueno, de lo que había sido, porque quedó hecho un cisco— y se puso en contacto con SEAT para contarles su historia. “Quería que supieran que me siento muy feliz. Sobreviví gracias al coche y mis hijos siguen teniendo a su madre”, comenta en el Centro Técnico de SEAT en Martorell.
Allí invitó la marca a Nikki para que esa cliente satisfecha pudiera conocer de primera mano cómo se trabaja la seguridad de los vehículos. De esta experiencia tan curiosa como enriquecedora para la propietaria del Altea siniestrado, la conclusión nos llega de la propia mujer, y tiene que ver con la forma en la que conocer cómo están hechas las cosas permite que las valoremos mejor:
“Antes cuando tenía que escoger un coche me guiaba más por su diseño, pero ahora tengo clarísimo que lo más importante es la seguridad. Nunca caes en ello, pero tras mi experiencia veo que es crucial que esté ahí cuando la necesitas.”
O sea, lo que decimos siempre que hablamos de seguridad pasiva. Bien visto, nunca es tarde para aprender, aunque el precio del aprendizaje sea elevado en ocasiones. La reacción de Nikki Jeffreys tiene mucho que ver con la pasión que uno puede sentir en un momento dado por una marca o por un modelo, pero en este caso la pasión llega a ser emoción vital. Y muy comprensible, por cierto.