La fiabilidad de un coche es un punto que preocupa a todo aquel que tiene un vehículo. Hay averías que pueden inutilizar un automóvil en cuestión de minutos y dejarnos sin medio de transporte. Pero no queremos ser alarmistas, porque siempre hay soluciones para prevenir disgustos como los que puede provocar la retroalimentación.
La retroalimentación es una avería propia de los coches diésel turboalimentados y puede destruir por completo el motor, pero se puede evitar sabiendo detectarla a tiempo y teniendo claro cómo actuar antes de que la situación se vuelva incontrolable.
Explicación, síntomas y soluciones de la retroalimentación
¿Qué es la retroalimentación?. Esta avería sucede cuando una fuga provoca que pase aceite del turbocompresor al canal de admisión del gasóleo, de manera que entra aceite en la cámara de combustión y se utiliza el propio aceite como combustible en lugar de como lubricante.
En ese momento el ralentí empieza a elevarse, el motor se acelera y cuanto más rápido gira más aceite absorbe. Y así se sigue acelerando el motor hasta alcanzar el régimen máximo de giro de manera incontrolada. Con el coche parado y el motor girando como si tuviera el acelerador bloqueado a fondo, es cuestión de minutos que el motor acabe gripando. La falta de lubricación y el exceso de temperatura y carga destruyen la mecánica.
¿Por qué ocurre la retroalimentación? La retroalimentación no es una avería común, pero puede ocurrirle a cualquier motor turbodiésel. Este problema deriva de otra avería: una fuga en el circuito del aceite que refrigera el turbo. Si los sellos del turbo fallan y dejan pasar el aceite o si el turbo se rompe, el aceite entra directo a la admisión.
Ya en la cámara de combustión, el aceite se empieza a quemar mezclado con el gasóleo y el aire, alimentando la fuerza de cada detonación y obligando al motor a girar hasta su máxima capacidad mientras el turbo sigue impulsando el aceite y el aire hacia el motor con el giro de la turbina. Poco a poco, el motor acaba usando sólo el aceite como combustible.
¿Cómo detectar la retroalimentación? Detectar una fuga de aceite en el turbo es la clave, pero no es sencillo. Sin embargo, detectar el comienzo de la retroalimentación es más fácil.
Si al arrancar el coche el motor se empieza acelerar él solo sin tener pisado el acelerador, posiblemente estemos ante un posible caso, pero si además esta aceleración viene acompañada de una densa humareda ya no hay duda. Ese humo es el producto del aceite quemado en el interior del motor.
¿Cómo evitar que la retroalimentación destruya el motor? Si estamos ante un caso así no podemos esperar que el motor se pare solo. Aunque desconectemos el contacto, el motor seguirá produciendo detonaciones por compresión mientras haya aceite y oxígeno suficientes.
Para atajar esta situación lo primero que hay que hacer es mantener la calma. Debemos actuar rápido, tratando de calar el motor por la fuerza. Lo más efectivo es engranar la marcha más larga posible, tensar el freno de mano, pisar el freno a fondo y soltar el embrague de golpe para detener el motor.
¿Y cómo se corta la retroalimentación en un coche automático o en un coche manual con el embrague quemado? En ese caso podemos optar por ahogar el motor obstruyendo la admisión, rompiendo si hace falta el tubo del filtro del aire y cegándolo con alguna prenda de ropa. En última instancia también se puede rociar la admisión con un extintor.
Si hemos conseguido calar el motor, perfecto. La factura del taller por una sustitución de turbo será mucho más barata que tener que cambiar un motor entero. Eso sí, bajo ningún concepto después de calar el coche hay que tratar de arrancarlo de nuevo, puesto que la retroalimentación volvería a iniciarse. Lo mejor es llamar a la grúa.
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