A partir de este mismo año todos los coches de nueva fabricación en Europa deberán incorporar obligatoriamente una serie de sistemas avanzados de asistencia a la conducción (ADAS) en su equipamiento. Entre ellos, se encuentra el detector de fatiga y somnolencia.
Los hay de varios tipos, según su fabricante, aunque en cualquier caso este tipo de sistemas siempre avisan al conductor mediante una alerta visual y acústica de que se debe realizar una parada para descansar. Pero, ¿cómo funcionan? Lo repasamos.
Cómo funciona el detector de fatiga y somnolencia
Conducir de forma continuada durante muchos kilómetros puede ocasionar fatiga visual y física, cansancio y somnolencia.
Esto es algo que también afecta a la audición, por lo que además de hacer que la concentración al volante se vea comprometida, la fatiga aumenta el tiempo de reacción y reduce los reflejos, aumentando las posibilidades de sufrir un accidente. Según la DGT entre el 20 y el 30 % de los accidentes de tráfico están relacionados con la fatiga al volante.
A la luz de estos datos, no es de extrañar que los fabricantes y empresas especializadas pongan especial énfasis en combatir el cansancio al volante, desarrollando tecnologías para ayudar y alertar al conductor antes de que pierda su capacidad de concentración.
En este sentido, el detector de fatiga y somnolencia es un asistente enfocado a ayudar a solventar situaciones fruto de distracciones por somnolencia, cansancio o falta de la adecuada atención.
Hay varios tipos de sistemas de detección de fatiga en el mercado, según su fabricante (que también pueden variar la nomenclatura). Más o menos avanzados, en cualquier caso siempre avisan al conductor mediante una alerta visual, acústica y/o sensorial (vibración en el asiento, por ejemplo) de que se debe realizar una parada para descansar.
Así, los sistemas de detección de fatiga menos avanzados contabilizan el tiempo de conducción, y si este excede del máximo recomendado (estando fijado en dos horas por lo general), avisan visual y acústicamente al conductor mediante una alerta en el cuadro de mandos acompañada de un sonido característico, por ejemplo.
En cambio, los sistemas más avanzados monitorean al automovilista, analizando sus reacciones: si detecta variaciones en la conducción respecto a un patrón de normalidad, el detector avisará al conductor que debe realizar una parada.
Estos sistemas pueden operar por cámara de reconocimiento facial, que detecta gestos como el exceso de parpadeo, la dirección de la mirada, la posición de la cabeza o expresiones de cansancio, entre otros. También pueden servirse de sensores ubicados en el volante y que miden la presión de las manos o la brusquedad de las maniobras.
Asimismo, los hay que funcionan de la mano del ESP (calculando cambios de ángulo de la dirección) o mediante la información que aporta la cámara delantera (que detecta aspectos como si se pisan en exceso las líneas de la carretera).
Más allá de la ayuda que pueda brindar la tecnología, nunca debemos olvidar las dos reglas de oro para evitar la aparición del cansancio al volante:
- Parar cada dos horas y estirarse.
- Beber agua para hidratarse y ayudar a mantener el tono físico y la capacidad de atención.
Aunque los detectores de fatiga llevan utilizándose desde 1920, están cada vez más evolucionados y en los próximos años evolucionarán de forma drástica gracias a la inteligencia artificial, aprendiendo los patrones de cada conductor, o incluso con el uso de materiales inteligentes en su fabricación.
Nada tendrán que ver con los primeros sistemas de este tipo, que eran tan básicos que se basaban en una especie de colgante que el conductor llevaba en el cuello. Si este daba ‘cabezadas’, pulsaba con la barbilla el interruptor, que hacía un ruido determinado para hacer que el conductor ‘se despertase’.