Peugeot RCZ 2013 2.0 HDi, miniprueba (parte 1)

Del Peugeot RCZ ya hemos hablado en Motorpasión. El primer coche de la firma gala cuyo nombre no se expresa con guarismos. Esta prueba se ha realizado sobre el nuevo modelo que se presentará oficialmente en breve, equipado con motor diésel de 163 CV. Prueba que está enfocada a contaros la experiencia como conductor, más que a ofreceros un aluvión de datos técnicos que ya tenéis en otros artículos publicados.

Os recuerdo que tenéis una primera toma de contacto del modelo anterior, con motores de gasolina de 156 CV y 200 CV, la prueba en profundidad del modelo más potente (1, 2, 3 y 4), y la ficha de referencia de la versión 2013, con todos los detalles que se conocen antes de la inminente presentación oficial.

Lo primero que quiero compartir con vosotros es que no he visto foto oficial, hecha por nosotros o vídeo de demostración, que haga justicia a la elegancia, belleza de formas y buena factura del Peugeot RCZ. Este coche hay que tenerlo delante para apreciarlo en toda su magnitud. Un concepto estético que no pasa desapercibido cuando vas con él por la calle.

Un restyling que mejora lo bueno

El Peugeot RCZ 2013 es un restyling de la primera versión, en el que se han pulido muchos detalles, consiguiendo un producto armónico, acorde con las tendencias actuales, con unas formas casi sensuales, si dicha afirmación es susceptible de ser aplicada a un coche.

Comenzando con la zona frontal, las tomas de aire están visualmente más diferenciadas. La inferior ahora se extiende hacia los laterales, rematadas por las ópticas diurnas de ledes. El anagrama del fabricante está integrado con mayor discreción y bajo él, dentro del vano de la toma superior, una placa con el nombre Peugeot.

Las ópticas delanteras dan personalidad al coche. La unidad de pruebas contaba con faros de xenón y su peculiar acabado, dando una pincelada extra de elegancia al coche. En cualquier caso y para mi gusto, la vista frontal pura y dura del Peugeot RCZ es la que menos dice de él, y eso que ya dice mucho.

Visto de perfil, la cosa empieza a cambiar sustancialmente. Las formas del arco del techo, el cristal superior con doble abombamiento, las poderosas llantas de 19 pulgadas que montaba la unidad de pruebas y la fórmula para enlazar la parte frontal con la posterior, ponen este cupé 2+2 a la altura de competidores que le superan ampliamente en precio.

La zaga del Peugeot RCZ 2013, con sus grandes aletas, es justamente la parte a la que no hace justicia ninguna foto. La perspectiva que se obtiene desde una estatura normal, teniendo en cuenta que el RCZ es “bajito”, es impactante.

La perfecta integración de los faros traseros y tapa del depósito de combustible con la carrocería, la vista que ofrece el cristal abombado del techo desde ahí, lo que éste permite ver del interior, y las salidas del escape, son signos evidentes de que el Peugeot RCZ es un deportivo en el más amplio sentido de la palabra.

No os oculto que en los primeros momentos frente al Peugeot RCZ “real”, los invertí en contemplar el coche descubriendo cada línea, desde el frontal hasta la parte posterior, con doble vuelta. Ahí estaba el pariente lejano (en tiempo, concepto y potencia), de los míticos Quasar, Oxia y Proxima.

Sí, ya sé que no he mencionado las opciones de personalización, que son muchas, ni otros detalles más puntuales, pero eso lo tenéis completo en el artículo de referencia. Aquí sólo quiero transmitir el impacto que produce el Peugeot RCZ la primera vez que lo ves, con la llave en la mano. Saber que después lo vas a conducir es añadir una guinda al pastel perfecto.

Interior del Peugeot RCZ

El primer detalle agradable cuando abres cualquiera de las dos puertas, es el sistema automático que tiene el coche para bajar levemente el cristal, de forma que suprime el esfuerzo de apertura al eliminar el efecto vacío. Cuando cierras de nuevo, automáticamente vuelve a su lugar.

El interior del Peugeot RCZ es completamente racional. El puesto de conducción es cómodo. El asiento, que recoge a la perfección cualquier anatomía estándar, se ajusta mediante mecanismos eléctricos en cuanto a altura de la banqueta e inclinación del respaldo. Ajustes que se pueden memorizar para dos personas distintas. Los de la unidad de pruebas contaban con calefacción.

Los materiales empleados en tapicería, revestimiento de las puertas, volante y salpicadero, están bien conjugados, son agradables al tacto y denotan un cuidado en su manufactura y terminación propios de este modelo y otros superiores en precio y prestaciones. El interior del Peugeot RCZ destila elegancia.

El volante, sus formas (achatado en la parte inferior) y tacto, con perdón, “te ponen” en cuanto le plantas las manos encima. Una vez ajustado el asiento a tus medidas, todo queda al alcance de la mano forma precisa. Es ésta una cuestión en la que me fijo mucho y por ello voy a destacar aquí uno de los escasos inconvenientes que presenta el coche: los mandos satélites del control de crucero y el destinado al control multimedia y teléfono.

Ambos están ocultos a la vista, el primero situado a la izquierda del volante y el segundo a la derecha. Ocultos aquí significa prácticamente invisibles. Esto es así en parado. En marcha no digamos. Sin embargo están bien resueltos y es cuestión de acostumbrarse a ellos, en parado obviamente.

Digo que están bien resueltos porque caen a la altura precisa para su manejo y cuentan con relieves, incluso la forma de los dedos, para que sin verlos puedas actuar sobre ellos con comodidad. Merece la pena dedicar cinco minutos antes de conducir el coche por primera vez para beneficiarse de sus prestaciones obviando la invisibilidad.

La palanca de cambios, el freno de mano, los distintos y variados mandos de la consola central, todo es accesible con comodidad, incluso el botón para elevar o plegar el alerón posterior. Lo único que queda alejado, salvo que tengas los brazos de ET, es la pantalla del navegador. Esto no representa inconveniente porque la pantalla no es táctil y su control y programación se realizan desde la consola central del salpicadero.

En cuanto a los pedales y la plataforma de descanso para el pie izquierdo, son metálicos pero disponen de un buen sistema antideslizante, que respondió a la perfección en su cometido en las condiciones de la prueba: lluvia y hasta nieve. Las alfombrillas se quitan y ponen con facilidad cuando necesitamos limpiarlas.

La instrumentación del Peugeot RCZ es completa, con una sabia mezcla de componentes analógicos y digitales. El ordenador de a bordo es capaz de mostrar parte del contenido del navegador, lo que representa una ventaja para no tener que apartar la vista en situaciones que así lo requieren.

El capítulo “huecos y portaobjetos” es el propio de un coche de estas características. Bien aprovechados en las puertas, en la consola central el hueco justo para unas gafas, tras el freno de mano un hueco con tapa, y una guantera de dimensiones generosas. Ésta queda completamente limpia ya que la documentación del Peugeot RCZ tiene su propio espacio en la parte superior de la misma.

Las plazas traseras son testimoniales. Si la parte delantera está ocupada por dos adultos entre normal y bien alimentados, atrás caben las prendas de abrigo y poco más. No planteo esta cuestión como defecto, porque estos coches son así. Disponen de dos plazas más, que raramente utilizaremos y siempre para niños. Su acceso no es cómodo aunque sí la fórmula para abatir los respaldos, ganando espacio para el maletero.

Sobre este último decir que, más allá de la capacidad en litros, es más que suficiente para llevar el equipaje completo de dos adultos. Resulta más grande de lo que parece. Tengo una maleta que, llena de ropa, supera con creces el límite de peso admisible por cualquier compañía aérea. El artefacto en cuestión cabe sin problemas en el maletero del Peugeot RCZ. Como el coche es algo más bajo de lo normal y el capó trasero no baja hasta el nivel del paragolpes (descansa en un paramento vertical), el acceso a la carga no es cómodo. Tampoco considero este punto relevante, es sólo una observación.

Termino ya esta parte hablando del capó delantero. Cómodo para abrir y cerrar y que da acceso a una zona que, en los coches modernos, no permite ver nada más que las grandes protecciones de los elementos mecánicos. Eso sí, el acceso a los distintos contenedores de líquido y a la varilla del aceite es trivial. Poco más se necesita.

Ha llegado el momento de poner el Peugeot RCZ en marcha y empezar a experimentar sensaciones a bordo de este peculiar automóvil. Un cupé deportivo con motor diésel… toda una experiencia que os contaré en la segunda parte de la prueba.

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