Probamos el Land Rover Defender por el parque y las playas de Doñana: fiel a sus orígenes y sin miedo a la arena
Land Rover es una marca de coches de aventura, y como tal colabora con distintas asociaciones que trabajan para preservar la flora y la fauna en España, con especial enfoque en la preservación de algunas especies que están en peligro de extinción. Esa colaboración con Estación Biológica de Doñana – CSIC fue la clave para que pudiésemos entrar a bordo de los nuevos Land Rover Defender a esta reserva de la biosfera a vivir una experiencia única que acabó con 30 kilómetros de pilotaje de los todoterrenos por la playa. Te lo contamos.
Land Rover España tiene acuerdos de colaboración con las cuatro organizaciones que forman el Equipo Fauna Ibérica: WWF, La Fundación Oso Pardo, la Estación Biológica de Doñana – CSIC y la Fundación Quebrantahuesos.
Estas cuatro son organizaciones de protección animal cuyo objetivo es conservar y proteger algunas de las especies en peligro de extinción de nuestra fauna como el lince ibérico, el oso pardo, el águila imperial y el quebrantahuesos.
El Parque Nacional de Doñana, situado en la provincia de Huelva, está considerado uno de los grandes paraísos naturales de Europa, ya que en sus terrenos se mezclan un conjunto de ecosistemas único en el mundo, con playa, dunas, cotos, marisma, etc. El acceso a sus más de 7.000 hectáreas está reservado a quienes trabajan en labores de investigación (está gestionado por el CSIC) o a visitas institucionales para las que hay que pedir una autorización especial.
La Estación Biológica de Doñana – CSIC es un Instituto Público de Investigación perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, dentro del área de Recursos Naturales, cuya misión fundamental es llevar a cabo una investigación multidisciplinar al más alto nivel, y dirigida a la comprensión, desde un punto de vista evolutivo, de la forma en que se genera la biodiversidad, la forma en que se mantiene y deteriora, además de las consecuencias de su pérdida y de las posibilidades de su conservación y restauración.
Es la encargada de proteger al águila imperial, la rapaz más amenazada de Europa y un ave única en el mundo que solo habita en la Península ibérica, más concretamente en paraísos como el Parque Nacional de Doñana. Allí también habitan mamíferos como el lince ibérico, uno de los animales más famosos de nuestra fauna y el felino más amenazado. No, no vimos ningún lince esta vez más que en esta señal.
Nosotros hemos entrado en ese lugar tan mágico y especial con una caravana de Land Rover Defender 110 (la versión larga que probamos hace ya un tiempo) incluyendo dos unidades de su última y más potente evolución, el Defender V8 de 525 CV.
El Rocío, el pintoresco pueblo donde los caballos tienen preferencia de circulación
El viaje con Land Rover comenzaba con un ameno trayecto de Madrid a Sevilla en AVE. ¡Viva la alta velocidad! Es algo que pienso cada vez que me bajo de un tren de este tipo en la ciudad hispalense, y que no puedo decir de la conexión teórica de alta velocidad con mi querida Galicia.
En Santa Justa nos esperaba la flota de Land Rover Defender perfectamente preparada para llevarnos a El Rocío, en la provincia de Huelva, sin duda uno de los pueblos más especiales y pintorescos de España. Como veníamos con ganas de pasarlo bien, elegimos la versión más cañera de todas las que teníamos a nuestra disposición, el Defender V8 de 525 CV.
El aspecto de este coche, pintado en color negro íntegro (todas las molduras y las llantas de 22 pulgadas van en ese color), es un auténtico espectáculo. Elegante, discreto y a la vez con la pizca de picante necesaria para que se perciba como un modelo especial, creo que es el único coche llamado a rivalizar de tú a tú con el Mercedes-AMG G63.
Cargamos las maletas en el maletero de 786 litros y subimos al habitáculo, para lo que hay que estar ágil y ayudarse de los asideros en el interior del pilar A para lograrlo. El gigantesco volante del Defender, luce en esta unidad un tapizado muy Racing, con piel vuelta de color gris que encaja a la perfección con el planteamiento de este coche.
Pulso el botón situado a la derecha del volante sobre el salpicadero y el motor 5.0 cobra vida emitiendo un sonido salvaje pero no excesivo a través de sus cuatro salidas de escape agrupadas dos a cada lado de la rueda de repuesto, que cuelga sobre el portón trasero.
Callejear con un convoy de ocho Land Rover Defender por las calles de Sevilla es digno de película. Su particular mirada, el estilo que tiene este coche y su altura, superior a la de la mayoría de los coches, hacen que destaque entre el tráfico y que hasta los coches de caballos se giren a su paso.
Encaramos la autovía en dirección a Huelva y el coche demuestra esa finura y suavidad única que tienen los V8, especies en vía de extinción como las que veremos al día siguiente en Doñana.
El coche se percibe algo más duro de suspensiones que sus hermanos diésel, pero consigue mantener el confort de marcha como uno de sus principales atributos. ¡Quién nos iba a decir hace unos años que podríamos considerar un Defender V8 como un coche perfecto para viajar!
Los consumos evidentemente no son su punto fuerte. El ordenador pasa de sobra los 20 l/100 km y eso que la lluvia intermitentemente intensa que nos acompañaba ese día no animaba a pisarle demasiado.
Sin apenas darnos cuenta, llegamos a El Rocío, población costera lindante con el Parque de Doñana, un sitio famoso por su romería y que tiene un encanto muy especial por sus pintorescas calles, que están sin asfaltar.
¿El motivo? Los caballos son quienes tienen preferencia de circulación allí, y los vehículos a motor que circulan por sus calles son muy escasos. Si los caballos tienen preferencia, nosotros teníamos 525 bajo el pie derecho, así que nada que objetar. Tocaba descansar y coger fuerzas para un día muy completo.
Un día en Doñana
Al día siguiente, la jornada comenzaba bien pronto. Jacinto, uno de los investigadores del CSIC que trabaja en Doñana, nos vino a recibir a la puerta del hotel al volante de un Land Rover Defender que utiliza como herramienta de trabajo a diario para moverse por el parque.
Ese coche es uno de los cinco que Land Rover España tiene cedidos a distintas organizaciones que trabajan en pro de la flora y la fauna, como parte de su compromiso empresarial con la naturaleza.
Jacinto iba a ser un guía de lujo esa jornada, ya que se conoce al detalle todos los lugares que se deben ver en Doñana. Siguiéndole, la caravana de Defender, ahora con un integrante más, pone rumbo al parque.
Tras unos pocos kilómetros en dirección a Matalascañas, la población que linda en la parte sur con el parque, abandonamos la carretera nacional para tomar una pista de tierra a la izquierda, que nos llevaría directos a la entrada del parque. Una barrera y el equipo de seguridad se aseguran que nadie que no esté autorizado pueda entrar allí.
La barrera se abre y comienza un día en el que el Defender en el que íbamos montados, en este caso un diésel de 250 CV, apenas iba a volver a pisar el asfalto.
Recorriendo la pista principal que cruza el parque, es un placer ir escuchando por la emisora a Jacinto, que nos cuenta que esas vacas tan curiosas y con cornamentas tan pronunciadas que vemos a los lados son las famosas ‘mostrencas’. Se dice que son las vacas que se llevaron a América en los barcos que zarpaban desde Huelva y Cádiz en tiempos.
Seguimos avanzando y a los lados, la extensión de Doñana abruma. Es un gigantesco lugar en el que las aves y animales de todo tipo viven en libertad y en un ecosistema privilegiado.
Jacinto nos cuenta que los últimos 10 años los consideran de sequía, porque ha llovido mucho menos de la media registrada hasta entonces, y eso hace que el número de animales, sobre todo aves marinas, sea inferior al habitual. Es un problema provocado por el cambio climático, pero también por la proliferación de acuíferos en zonas cercanas que secan el terreno.
La señal de atención linces, junto con la de limitación de velocidad a 40 km/h, es la primera y creo que la última vez que la veía. Desgraciadamente ese día no veríamos linces, ya que al parecer la población actual de este animal en Doñana es muy escasa y no tenía ganas de lucirse ante nosotros.
Seguimos avanzando por la pista, y giramos a la derecha para adentrarnos en una zona arenosa y ligeramente dunar. Para asegurar que no había problemas, activamos el modo arena del coche en el que se optimiza la tracción en este tipo de condiciones, limitando el deslizamiento de las ruedas y bloqueando la tracción integral de forma permanente.
El Land Rover Defender parece no temer a este tipo de terrenos. No en vano, pese a su nuevo carácter más ‘suverizado’ y a que tiene un confort de marcha como pocos coches de su tamaño, éste sigue siendo un auténtico todoterreno y hace gala de ese adjetivo.
La caravana de coches se detiene en una zona en altura desde la que se ven dos lagunas. Con el telescopio terrestre es un placer ver de cerca los patos, los flamencos, con su peculiar forma de amerizar en el agua, y como estos conviven tranquilamente con los caballos salvajes que también están bebiendo en las orillas de la laguna.
Tras un rato en el que sobre un plano Jacinto nos va indicando las diferentes áreas que componen el parque, volvemos a subir a los coches y a ponernos en marcha. Seguimos circulando por zona de arena, que poco a poco va ganando espesor.
Un ciervo de gran tamaño se cruza ente nosotros, y rápidamente desaparece de nuestra vista por el margen izquierdo, escondiéndose entre la arboleda.
Recorrer 30 kilómetros de playa salvaje al volante de un Defender
El plato fuerte de la jornada venía después. Como parte de la visita, el CSIC había pedido un permiso especial para que pudiésemos circular por la playa de Doñana con la caravana de coches, una experiencia única ya que es casi imposible encontrar en España una playa salvaje con 30 kilómetros de largo, y más difícil es que te dejen hacer algo asi.
Bajamos algo las presiones de los neumáticos para asegurar una mejor tracción sobre arena, activamos el modo arena y desactivamos el control de tracción.
Los expertos monitores de Land Rover, que están acostumbrados a lidiar en mil y una batallas en el campo con estos y otros coches, nos dan algunas pinceladas sobre cómo debemos conducir en un terreno tan poco habitual para nosotros.
Las claves principales estaban en ir con mucha distancia entre coches, para que si el que nos precede se empieza a enganchar en la arena, tener tiempo de reacción. También nos recomiendan llevar gas constante, hacer movimientos de volante extremadamente suaves y en caso de detenernos, hacerlo sin pisar el freno, simplemente dejando que el coche se detenga.
Nos ponemos en marcha y el primer tramo es seguramente el más complicado de todos. Se trata de una pendiente ascendente entre dunas, con mucha arena muy suelta, terreno en el que es importante mantener la concentración y hacer las cosas bien.
El Defender se mueve sin problema en estos terrenos. Avanza con constancia luchando para que las ruedas delanteras no se hundan en la arena más de lo necesario.
Me alegro mucho de ir en una versión diésel en lugar de la V8, ya que este tipo de propulsores, con su alto par desde muy bajas revoluciones, permite modular muy bien la potencia necesaria en cada momento para poder avanzar con garantías sobre la arena.
Ya encarando el infinito arenal, que se pierde en el lejano horizonte, comenzamos a aumentar el ritmo de todo el grupo. Circulamos a unos 70 km/h, con gas contante y una ventisca muy intensa como compañera. El mar picado y con borreguitos está delicado.
Abriendo camino va Jacinto, y dudo en varias ocasiones si debo o no seguir las roderas marcadas por su coche en la arena. Cuando vas por ellas, son tan profundas que no tienes control de la trayectoria. El coche se mueve como si estuviese en un scalextric siguiendo el camino marcado.
Así que es mucho más cómodo salirse de esa trayectoria e ir haciendo la nuestra propia, moviendo el volante con libertad y tratando de tener el máximo tacto sobre como esta en terreno.
Porque aunque en general la arena es suelta, hay determinadas zonas en las que se aprecian humedades, con la arena más oscura y dificultades para que el coche avance.
30 kilómetros por la playa bien merecían dos paradas en puntos intermedios, perfectas para hacer fotos, estirar las piernas y cambiar de conductores.
Jacinto nos indica que debemos seguir, porque la marea está muy alta y en la parte final de la playa íbamos a tener un camino muy estrecho por el que circular. Nos subimos a los coches y emprendemos la marcha.
Cuando íbamos circulando, de repente nos adelanta por un lateral, muy pegado al mar, un autobús que se dedica a hacer visitas por el parque y la playa a los turistas. Esta debidamente adaptado para circular por estos terrenos, y pienso en lo bien que se lo debe pasar todos los días su conductor. Hay trabajos peores, seguro.
La parte final del recorrido es absolutamente brutal. Efectivamente como nos habían advertido, el arenal se iba estrechando a medida que pasaban los kilómetros y comenzábamos a vislumbrar al fondo Sanlúcar de Barrameda. El confort del coche es sencillamente brutal.
Jacinto nos cuenta por radio que dos restos de un buque que se ven encallados en medio del mar en plena desembocadura del río Gudalquivir, pertenecen a un barco que se llamaba el barco del arroz. Este barco procedente de Bangkok con destino a Sevilla encalló en el año 1994 y alimenta así la leyenda de los muchos barcos que se hundieron en las costas gaditanas cargados con arroz durante siglos.
Al fin llegamos a la desembocadura del río, con Sanlúcar de Barrameda al otro lado. Vadear el Guadalquivir no parece un reto al alcance ni del Defender ni de ningún otro todoterreno, así que habían preparado una barcaza que nos recogería y nos llevaría de tres en tres coches hasta la otra orilla.
Subimos los coches al barco mientras el capitán peleaba con la fuerte corriente y el viento para mantenerlo quieto y hacer la maniobra con seguridad. Ese fue el punto y final a una aventura inolvidable, en la que el Defender corroboró lo que dijimos de él la primera vez que lo probamos: sigue siendo un auténtico todoterreno, y eso es algo que hoy en día muy pocos pueden decir.
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