Atando cabos en el BMW 640d Cabrio: costeamos la Península de Cabo da Roca a Cabo Touriñán
Para poner a prueba este navío que hoy nos ocupa, el BMW 640d Cabrio, hemos querido romper el estilo de las pruebas tradicionales e ir en busca de uno de los Roadtrip más curiosos de cuantos se pueden hacer en la Península Ibérica.
¿El objetivo? Viajar surcando los mares de asfalto que separan los dos puntos situados más al oeste de la Península Ibérica, el Cabo da Roca en Portugal y el Cabo Touriñán en la provincia de A Coruña. Marineros, ¿os enroláis con nosotros en esta nueva singladura?
No, no he bebido. Bueno, algo si durante las vacaciones de verano, pero no antes de escribir este artículo ni durante la prueba del coche que hoy nos ocupa, el BMW Serie 6 Cabrio con la motorización biturbo diésel de 313 caballos.
¿Por qué he comenzado usando esta jerga marinera? Pues el motivo no es otro que el innegable parecido estético de este buque de gran eslora con un transatlántico. Con él, BMW lleva tiempo tratando de tú a tú a los mejores y más elegantes descapotables de cuatro plazas del mercado, y pretende seguir haciéndolo ahora que aparece algún rival como el Mercedes-Benz Clase S Cabrio.
Rozando los cinco metros de largo, el diseño de su carrocería supone una sutíl y acertada evolución respecto a la primera generación del Serie 6 que tantos éxitos le dio a la marca alemana. Una evolución que inevitablemente me ha recordado a los mejores navíos que surcan los mares.
Con un diseño que no deja indiferente a su paso, las líneas que dan forma a su carrocería nacen en la parrilla delantera y fluyen hacia atrás marcando las aristas que moldean su elegante y deportiva figura.
Recientemente el Serie 6, tanto en su versión Coupé como Cabrio y Gran Coupé, han recibido una puesta al día que afecta a nivel de diseño y al nivel de equipamiento, para seguir siendo con esos 4,89 metros de largo un buque de gran eslora en el que es un placer fijar el rumbo y disfrutar de la travesía con el motor intraborda biturbo diésel de 313 caballos navegando a toda máquina.
En esta versión descapotable, tal vez lo más destacado sea la magnífica capota de lona con dos brazos posteriores muy marcados, como en los Ferrari 355 de los años 90. Los cambios que ha recibido en esa última puesta al día son tan sutíles que es complicado diferenciarlo del modelo anterior.
Sólo las ópticas delanteras, que en este caso eran de LED, las luces diurnas con la misma tecnología o las llantas de nuevo diseño y 20 pulgadas de diámetro permiten darnos cuenta de que no estamos ante un coche con unos años a sus espaldas.
Un interior de primera calidad con unas plazas traseras algo justas
La combinación de madera en las molduras interiores, junto con tapicería de piel clara y oscura, hacen que inevitablemente al sentarte en su interior te traslades a bordo de un gran navío.
La calidad de acabados es máxima, con un nivel de cuidado por el detalle digna de coches mucho más caros. Las alfombrillas con mucho mullido están claramente heredadas de los modelos Rolls-Royce y crean un entorno muy confortable y acogedor en el que es todo un placer descansar los pies.
Como buen barco que es, tiene algunos puntos de ergonomía que obligarán a la tripulación a acostumbrarse a los espacios pequeños. Hablo de las plazas traseras, suficientes para dos adultos, pero poco recomendables para travesías transoceánicas.
El acceso a las mismas es sencillo, especialmente cuando está descapotado, porque permite entrar de pie. Si la capota está desplegada, la maniobra se vuelve algo más complicada, aunque ayudan los asientos con cinturón de seguridad integrado y desplazamiento horizontal accionable desde el lateral del respaldo.
De Cabo da Roca en Portugal a Cabo Touriñán (A Coruña): uniendo los dos puntos más al oeste de la Península Ibérica
Elegimos este recorrido que une los dos puntos situados más al oeste de la Península Ibérica porque no es una ruta habitual que se suela hacer en este tipo de Roadtrip. Es más, por mucho que he buscado no he encontrado a nadie que haya contado cómo es el viaje que hay que hacer para unir los dos puntos más occidentales de Portugal y España. Así pues, arrancamos.
Salimos de Cabo da Roca, uno de los puntos turísticos más recomendables de Portugal por sus espectaculares vistas sobre el mar e imponentes barrancos de piedra, con el depósito del coche lleno. El ordenador de abordo marcaba unos holgados 849 km de autonomía, que nos permitirían hacer los 650 kilómetros de recorrido sin preocupaciones.
Bajamos hacia Cascais por una sinuosa carretera de curvas al ritmo que nos marcaba un Porsche 911 Carrera 4 Cabrio (996) que iba delante, mientras nos cruzamos con un convoy de 50 Mercedes GLE y GLC. No era Jurasic Park, debía ser una presentación del coche a concesionarios o algo por el estilo.
Ese primer tramo lo hicimos descapotados, disfrutando del sol y de la agradable temperatura que hacía en pleno mes de agosto en las inmediaciones de la capital portuguesa. Por desgracia ese no iba a ser el clima que nos acompañaría en toda la travesía.
Sin detenernos ni un momento, entramos a la autopista y a los pocos kilómetros nos dimos cuenta de que nos habíamos equivocado de configuración. Sin el paravientos posterior y pasando de 120 km/h, el viento que se cuela en el habitáculo, aparte de hacer demasiadas turbulencias, también frena bastante el avance del coche y hace que los consumos aumenten.
El modo EcoPro era necesario para conseguir llegar con un depósito de Cabo da Roca a Cabo Touriñán. No recomiendo este modo cuando usas el coche por ciudad porque carece de la inmediatez que esperas de un aparato de 313 caballos. En cambio, en carretera siempre que no quieras forzar un ritmo alto, es el más idóneo.
Sin el paravientos posterior y pasando de 120 km/h, el viento que se cuela en el habitáculo, aparte de hacer demasiadas turbulencias, también frena bastante el coche y hace que los consumos aumenten
Da gusto circular por las autopistas portuguesas. Tres carriles en la mayoría de los tramos en los que la gente circula como hay que ir, no como en España: a la derecha los lentos, en el carril central los que van adelantando y el carril izquierdo reservado para los vehículos rápidos.
Además nadie se acompleja por apartarse a la derecha cuando ven venir un coche rápido por detrás. ¡Cuánto nos queda por aprender de Portugal!
Las temperaturas iban cayendo, el frío se colaba en el habitáculo y yo en manga corta después de haber pasado gran parte de la tarde en la playa. Quería parar a cerrar la capota del coche, una maniobra que en marcha solo se puede hacer a menos de 40 km/h.
Nos dimos cuenta entonces de que uno de los problemas de las autopistas de Portugal respecto a las españolas. Al menos en la A9 que une Cascais con la A1, no hay ningún área de descanso ni gasolineras.
Tuvimos que hacer más de 70 kilómetros hasta poder parar en un área de servicio a cerrar la capota. La apertura de la capota se hace en 19 segundos, pero para cerrarla tarda algo más, 24 segundos.
A la salida de la gasolinera, mientras aceleraba disfrutando de la seguridad que te dan los 630 Nm de par motor disponibles de forma constante entre las 1.500 y 2.500 RPM, por el carril izquierdo pasaron a toda velocidad un Porsche 911 (993) y un Ferrari 348 GTS. Al último le dimos caza rápido, y su joven conductor nos hizo un gesto con el pulgar mientras le adelantábamos para que supiésemos que le gustaba nuestro coche. Yo se lo cambiaría por el suyo encantado, porque el 348 parece que gana puntos con el paso de los años. En cambio al 911 ni lo volvimos a ver.
Por lo demás, los casi 250 kilómetros que separan Lisboa de Oporto pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Ritmo alto y tranquilo gracias a unos compañeros de viaje que no cometían ningún tipo de error, ni cambios de carril innecesarios como vemos habitualmente en España. Así da gusto conducir.
Lo único que rompió la tranquilidad de este viaje en el que el Serie 6 Cabrio nos estaba sorprendiendo por su fantástico confort de marcha, fue una BMW R1200 GS que nos adelantó a unos 200 km/h con su piloto equipado únicamente con una chaqueta de lana y un BMW 225i Touring (E30) que de serie tenía poco, con matrícula suíza y que nos adelantó a unos 230 km/h dando ráfagas de luz a su paso. Lo curioso es nadie le miraba mal.
Disfrutábamos del confort de marcha y del fantástico sonido del equipo Harman Kardon mientras los kilómetros aumentaban rápdio en el cuadro digital al tiempo que caía la noche. Me di cuenta entonces de que las emisoras de radio portuguesas mantienen el dial inalterado a lo largo de toda la autopista A1, y además cada emisora y su correspondiente dial se anuncian en señales de tráfico en los márgenes de la carretera. ¿El dial más caro del mundo? La DGT debería instar a las cadenas de radio a mantener un único dial en todo el territorio si realmente quiere evitar distracciones durante la sintonización del mismo.
Llama la atención que la mayoría de las matrículas de los coches que circulan en estas fechas por Portugal son francesas. ¿El motivo? Gran parte son emigrantes portugueses que viven en Francia y retornan a su país de origen durante las vacaciones. Muchos eligen el coche como medio de transporte. También hay muchas matrículas de Luxemburgo, otra de las principales "colonias" portuguesas en Europa.
Los consumos con el coche descapotado a ritmo legal estaban en 8.2 l/100 km. Con la capota cerrada y el modo EcoPro bajan a 7.9 l/100 km, pero si subes el ritmo como mandan las carreteras portuguesas, rápidamente rozas los 10 l/100 km y te puedes ir a los 11 l/100 km si fuerzas mucho la máquina.
El aislamiento acústico del Serie 6 Cabrio con el techo cerrado es absolutamente excelente. Salvo que vayas muy, muy rápido, apenas notarás diferencia respecto a un Serie 6 Coupé.
Cae la noche a medida que nos acercamos a la frontera con el sur de Galicia. En esas circunstancias se agradece conducir con las ayudas que incorpora este navío, haciéndo la travesía más placentera.
Las luces LED adaptativas se encargan de alumbrar a babor y estribor, y cuando detectan una señal emiten un haz de luz directo que permite verla con claridad a cientos de metros de distancia, como si fuesen faros ayudando a los marineros.
El radar delantero mantiene la distancia que le hayamos marcado respecto a los pocos coches que nos encontramos en nuestro camino. Permite modificar la distancia con solo pulsar un botón en el volante, y gracias a él disfrutamos de cierto nivel de relajación. Es el equivalente al piloto automático de los barcos, aunque en este caso siempre deberás estar tú al timón.
Mientras el sol se pone a nuestra izquierda, vemos cómo el cielo azul y despejado que nos había acompañado durante los días previos en Lisboa y al comienzo de este viaje en Cabo da Roca, va dejando paso a unas nubes cada vez más densas que amenazan lluvia.
Son algo más de las 22 horas cuando por fin cruzamos la frontera con España. Es casi noche cerrada y decidimos hacer una parada para pasar la noche en Vigo. No tendría sentido continuar hasta Cabo Touriñán a pesar de que el coche invita a no bajarse de el, pero hacer las fotos de la última etapa de noche no sería precisamente muy visual para este reportaje.
Nos desviamos de la autopista AP-9 nada más pasar la población fronteriza de Tui, para poner rumbo a Vigo. La pantalla cental fija, permite ver con total claridad cómo nos estamos desviando de la ruta fijada en el navegador, aunque también me lo indican en el head-up display. De noche destaca más el cuadro de instrumentos, también digital, que cambia de colores azules a rojos y de grafías dependiendo del modo que llevemos.
A toda máquina el sonido del motor, especialmente en el modo Sport que probamos para subir los puertos más pronunciados, es mucho más ronco de lo que esperaba y no tiene casi nada que envidiar al de un motor de gasolina.
Aparcamos el coche en un parking público y nos fuimos a dormir con la incertidumbre del clima que nos iba a sorprender al día siguiente. Estábamos ya en Galicia, y aunque era el mes de agosto, aquí nunca está asegurado el buen tiempo.
Comienza la segunda etapa
Al día siguiente nos levantamos con calma. Nada más abrir la persiana, una mirada al cielo confirmó nuestros peores presagios. Estaba nublado y tenía pinta de que se iba a romper a llover en breve, así que sin dudarlo ni un momento nos pusimos en marcha.
Volvimos a llenar el maltero, que dispone de 350 litros con la capota cerrada o de 300 cuando llevas desplegado el compartimento que la alberga, y salimos de nuevo por la AP-9 para concluír nuestra ruta, a la que le quedaban algo más de 160 kilómetros.
Nada más pasar el Puente de Rande que cruza la ría de Vigo, comenzó a diluviar y así se mantuvo todo el día. La lluvia intensa fue nuestra compañera en la última etapa, tanto que aquello parecía más una prueba de estanqueidad de la capota que una divertida ruta veraniega.
Por la autopista AP-9, a media que nos acercábamos a Santiago de Compostela, la lluvia se hacía más y más intensa, obligando al limpiaparabrisas delantero a trabajar al máximo de velocidad durante todo el recorrido.
Por suerte, y a pesar de que el coche iba calzado con unos gigantescos rodillos de 20 pulgadas, parece que los neumáticos evacuaban bastante bien el agua, lo cual unido a su descomunal distancia entre ejes ayudaba a evitar cualquier indicio de aquaplanning.
Pasamos los alrededores de Santiago de Compostela viendo entre las nubes y la niebla la parte alta de la Catedral. Sin más nos dirigimos hacia Negreira por la carretera AC-544, que se une después con la AC-546 y más adelante, casi a su paso por el embalse de Fervenza, con la AC-441.
La tarde estaba tan desapacible que al pasar por las poblaciones no veías a nadie en la calle. Parecía más un día de diciembre que uno de agosto, tanto que incluso los habitantes de la zona, acostumbrados a los largos y duros dias de lluvia, se refugiaban dentro de las casas.
El tráfico era casi nulo, solo nos encontramos con algún que otro camión o furgoneta de reparto en nuestro camino. El viento también se hacía notar, obligándnos a pelear con el volante, especialmente en los adelantamientos en los que el conjunto, gracias a su fantástica sincronía entre el motor y la caja de cambos Steptronic de 8 velocidades, nos permitía adelantar a esos vehículos lentos en un abrir y cerrar de ojos.
Llegando al fin del mundo
Poco antes de llegar a la población de CEE, nos desviamos hacia la derecha para buscar el camino, nunca mejor dicho, que nos llevaría a Cabo Touriñán. Carreteras estrechas, llenas de hojas húmedas de los árboles que ponían a prueba la estabilidad del BMW 640d Cabrio, que a pesar de ser tracción trasera demostró en todo momento un saber estar realmente destacable.
Os aseguro que para bajarse a hacer una foto al coche con ese tiempo había que echarle valor. Parecía que el mundo se iba a acabar de un momento a otro, mientras llovía y soplaba cada vez más fuerte com la niebla cerrada limitando la visión del camino.
No en vano estábamos llegando al fin del mundo, al punto más al oeste de España, que aunque muchos creen que está en Finisterre, realmente está un poco más al norte, en Cabo Touriñán.
Como su propio nombre indica, el Cabo Touriñán es una pequeña península que se mete en el mar y acaba en un faro de estampa impresionante. El paso más estrecho que une esa península con el resto de Galicia es uno de los paisajes más impresionantes que he visto en mi vida.
La niebla y la lluvia le daban a aquella lengua de tierra rodeada de mar a ambos lados, un asepcto realmente bucólico en aquellas circunstancias, pero imagino que en un día de verano soleado aquel paraje debe ser impresionante. Habrá que volver para disfrutar de las maravillas que nos ofrece la naturaleza.
Tras unos cinco kilómetros por el cabo en los que la niebla nos obligó a circular a menos de 20 km/h, llegamos por fin al faro de Cabo Touriñán, punto y final de nuestro Roadtrip con el BMW 640d Cabrio.
No había ni un alma allí, solo el solitario faro que alerta, en días de niebla cerrda como hoy, a los navíos para que no desvíen su rumbo y acaben golpeando contra las rocas de la Costa da Morte.
La estampa impresiona. Aquel gigantesco faro de color blanco, solo en el fin del mundo y a su lado la antigua casa del farero, hoy abandonada y deshabitada. Ni un alma a nuestro alrededor ni en tierra ni en el mar. En kilómetros a la redonda solo estábamos nosotros y el precioso BMW 640d Cabrio que nos refugiaba de la lluvia.
En un momento de ligera tregua del incesante aguacero nos bajamos del coche para hacer las últimas fotos de nuestra aventura y leer que el Cabo Touriñán es, dos veces al año, donde más tarde se pone el sol de toda Europa continental.
Este punto, el situado más al oeste de España, está a 5.200 kilómetros de Nueva York. Habiendo llegado por fin hasta allí, hemos conducido uniendo los dos puntos situados más al oeste de la Península Ibérica, los dos puntos más cercanos a América. Y lo hemos hecho disfrutando de las bondades del BMW 640d Cabrio, uno de los mejores navíos para este tipo de travesías de cuantos hay actualmente en el mercado.
El coche para este viaje ha sido prestado por BMW. Para más información consulta nuestra guía de relaciones con empresas
Fotografía | Héctor Ares