Estas cosas pasan. Te dicen que no dejes ahí ese Volkswagen Caddy Saveiro que tienes a la venta en tu concesionario (bueno, en la calle) porque van a hacer obras en la acera, y tú no lo mueves porque desde hace 20 años utilizas esa zona como escaparate de tu negocio. Muchacho: si te dicen que muevas el coche porque van a echar cemento... mueve el coche. ¿O no?
Esto sucedió en Belo Horizonte (Brasil), y el jefe de obra se disculpa diciendo que el encargado del concesionario le exigió que no pusiera ni un dedo sobre el vehículo. Cumplió con la exigencia, pero también con el encargo que tenía. Al fin y al cabo, él era un mandao, los del Ayuntamiento le pidieron que arreglara la acera y él así lo hizo.
Ahora fuera de coñas (que no lo son, pero suenan a que sí): el que esto firma creció en una calle en la que, desde tiempos inmemorables, era costumbre aparcar los coches sobre las aceras, cuando estas apenas se diferenciaban del pavimento cutre por el que transitaban los vehículos. Décadas después, con toda la zona urbanizada, los coches siguen ocupando las aceras, a veces haciendo equilibrios para no caer de los bordillos.
En el fondo, es una cuestión de ecosistemas. Los coches en las aceras y los peatones campando por la calzada. No me consta que en más de 40 años haya habido un solo atropello en la zona... aunque el día menos pensado lo mismo la tendencia se trunca, claro.
Y ahora, la pregunta del día: ¿Lleva razón el tipo del concesionario porque esto siempre se ha hecho así™ o los tiempos cambian y cuando llega el tipo del Ayuntamiento con la hormigonera preparada para cambiar las cosas hay que hacerle caso? Cuidado, porque el debate admite tanto una como otra postura. Al fin y al cabo, hablamos de normas y convenciones sociales, nada más.