Pongamos que hablo de El Cairo. Pongamos que hablo de Nefer Jeperu Uaen Ra Amenhotep Necher heka Uaset, más conocido por su nombre artístico: Akenatón. Pongamos que hablo de uno de los descendientes de Akenatón, por ejemplo Anjjeperura-Semenejkara, y pongamos que este hubiera sido descubierto en la bella capital, El Cairo, cabalgando ebrio y arrollando con su corcel a un pobre desgraciado que pasara por la calle.
Pongamos que los resultados fueran daños leves causados a la víctima, y que Akenatón hubiera modificado las leyes a su antojo y evitara, oh casualidad, que Anjjeperura-Semenejkara fuera procesado por su implicación en el siniestro. Pongamos que el gran beneficiario de esa reforma legal, sin embargo y pese a lo llamativo del caso, no fuera el descendiente del faraón sino las empresas que se dedicaran a cobrar primas por los seguros que cubrieran caballos y carromatos.
Pongamos que se modificara el Código Penal egipcio y que como resultado de esa reforma las aseguradoras de caballos y carromatos hicieran su agosto en cuanto a "homicidios por imprudencia leve" y "lesiones leves por imprudencia grave", como habría sucedido en el hipotético caso protagonizado por el descendiente del faraón.
Pongamos que al pasar estos supuestos a la responsabilidad civil extracontractual, es decir, no cubierta a priori por la aseguradora, se cargasen las tintas sobre la parte menos pudiente, ecónomicamente hablando, del conflicto. En el caso del atropellado por Anjjeperura-Semenejkara, la víctima debería aceptar cualquier planteamiento para evitar ir a un juicio, algo que le representaría:
- tasas judiciales de entrada, gracias a otra reforma impulsada por el mismo Akenatón (oh, yeah!),
- dificultad de probar los hechos por cuenta del interesado, y no por instrucción del juez,
- riesgos de pagar costas judiciales el interesado, si perdiera el caso.
Pongamos que estuviéramos ante una situación que beneficiara a las clases pudientes del Antiguo Egipto y a las aseguradoras de este país, que se ahorrarían una pasta en indemnizaciones, amén de cobrar por todo aquello que quedara fuera de cobertura. Y pongamos que, ya de paso, Anjjeperura-Semenejkara felicitara al faraón por su audacia, algo lógico tratándose de favores entre familiares.
Pongamos que hablo de El Cairo.
Foto | Hans Ollermann