Todo líder de un ejecutivo sabe que, con el cargo, hay que renunciar a muchas cosas que el resto consideramos como cotidianas. Pues bien una de ellas es ponerte detrás del volante.
Al parecer el presidente Obama sólo ha conducido en tres ocasiones desde que el Servicio Secreto se hiciera cargo de su seguridad a principios de 2007.
En ninguna de esas tres veces el presidente se expuso al tráfico abierto: una mañana en una pista de entrenamiento del Servicio Secreto, durante un acto de prensa del Dodge Charger y hace muy poco cuando se puso a los mandos muy brevemente de un Chevrolet Volt en la planta que la marca tiene en Detroit.
Por cierto que las impresiones del presidente fueron positivas: “Os lo digo chicos, muy suave“, aunque no estoy del todo seguro si en 3 metros de recorrido se pueden sacar muchas conclusiones.
Entiendo que las preocupaciones del presidente de la nación más poderosa del mundo son otras, pero si yo fuera él, estaría deseando poder coger mi coche y circular por carretera, aunque es evidente que la obsesión del Servicio Secreto por preservar su seguridad no se lo permite.
No obstante aunque comprendo que es más inseguro que Obama conduzca el mismo su propio vehículo, hay ocasiones en las que es el coche, y no el conductor, el que deja mucho que desear. Y si no que se lo digan a G. W. Bush en su visita a Roma:
Vía | Autoblog Green
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