En la auténtica falsa vida que a menudo se ha convertido internet, los NFT son actualmente lo último y más trendy. Y si te proclamas artista y necesitas llamar la atención no hay nada como explosionar un coche, preferiblemente de lujo, ya sea un Mercedes-AMG en un campo ruso o un Tesla en Finlandia. En el caso de hoy, un artista hizo explotar un Lamborghini Huracán, lo filmó y ahora pide a la gente que pague por los vídeos de los fragmentos, según informa AutoTrader.
El artista en cuestión, un tal Shl0ms (sí, es un cero y no una “o”), asegura haber trabajado con un equipo de aproximadamente 100 personas para reventar un Lamborghini Huracán con explosivos.
Una vez reventado, recuperaron los 999 fragmentos de la explosión “más interesantes a nivel estético” y los filmaron para crear un vídeo rotativo para cada uno de ellos en los que se puede admirar el fragmento bajo todos los ángulos.
Lógicamente, crearon NFT asociados a cada vídeo para ser vendidos. Estos NFT permiten a los compradores decir que son "dueños" del vídeo en cuestión. De esos 999 NFT, 111 fueron entregados a las personas involucradas en el proyecto, y los 888 restantes se pondrán a la venta vía una subasta que comenzará el 25 de febrero.
Al parecer, el Lamborghini en cuestión era un modelo de segunda mano de 2015, que podría valer unos 200.000 dólares en condiciones normales. La idea de esta subasta es hacer una "crítica más general de la codicia y del cortoplacismo en las criptomonedas". El artista afirma que los ingresos de la subasta de NFT se destinarán a instalaciones de arte público en el futuro.
Los NFT no estarán vinculados a las piezas del coche destruido. De hecho, las piezas físicas del coche destruido están almacenadas y no se distribuirán, pero quizá se puedan exhibir, dijo Shl0ms.
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¿Qué es un NFT?
A todas esas, qué es un NFT. Antes de poder responder a esa pregunta, debemos hablar de la tecnología de almacenamiento utilizada: el blockchain. Blockchain es un concepto de base de datos digital descentralizada almacenada en un conjunto de máquinas que actúan como servidores.
En lugar de tener los datos almacenados en un servidor o un disco duro, esos datos están almacenados en una multitud de servidores y ordenadores en red. Para que nadie pueda acceder a esos datos se han encriptado. Y es ahí donde entran en juego los NFT.
Un NFT (Non-Fungible Token, en inglés) es una una ficha no-fungible digital. Los bienes fungibles son “cosas de carácter mueble y reemplazable, que se agotan con su uso y por lo tanto no puede hacerse un uso adecuado de ellos sin consumirlos”, es decir sin destruirlos o perderlos. Por tanto, un NFT es un bien digital de carácter mueble (se puede vender o dar), irremplazable (es único) y que no desaparece con su uso. Si lo pasamos o vendemos, no se agota.
Simplificando, un NFT es un archivo digital que depositado en un blockchain. Por lo tanto, es único, codificado y certificado como auténtico. ¿Dónde está el problema, entonces? Pues sencillamente que lo que se posee es un certificado de propiedad digital de una ficha, el NFT.
¿Para qué sirve un NFT?
¿Y para qué sirve un NFT? La respuesta corta es: nada. Y la respuesta larga es: no tienen utilidad alguna, al menos de momento. Queda por ver como se implementa la idea de Alfa Romeo para el Tonale de vincular el mantenimiento a un NFT. Y si a día de hoy hay algún NFT útil, ha pasado desapercibido. En el fondo, el mercado de las NFT es un mercado 100 % especulativo. Y ahí, que sean útiles o no es irrelevante.
Así, al final, se es el dueño de una ficha, y no del derecho de propiedad intelectual. Es decir, se podría ir al museo del Louvres y hacer una foto de la Gioconda perfectamente encuadrada que luego se vendería como NFT. Vale, pero la obra seguirá siendo del Louvres. Claro que se podrá vender la ficha, pero obviamente no el cuadro de Da Vinci.
Resumiendo, por el momento, los NFT no son más que cromos que van cambiando de mano a precios en ocasiones desorbitados. Y por ello son también la puerta abierta a toda clase de estafas.
Dicho, saber si alguien está dispuesto a pagar, ya sean 5 euros o 50.000 euros, por un archivo digital que diga que tiene la propiedad de una ficha asociada al vídeo de una tuerca de un Lamborghini Huracán de 2015, sin ser dueño del vídeo ni de la tuerca, es sin duda uno de los mayores misterios de todo esto.
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