Correr las 24 Horas de Le Mans para descansar. Así es la vida del Gentleman Driver según el piloto Roberto González
Aunque las 24 Horas de Le Mans es una de las carreras legendarias más prestigiosas y duras del mundo, en ella la participación no se limita a pilotos profesionales y con una dilatada experiencia en el automovilismo a sus espaldas. Existen reglas y distintas exigencias para poder correr, pero hay un buen número de pilotos amateurs que compiten aquí. Pilotos que participan en Le Mans por afición, por pasión, por diversión y también como forma de evadirse de su día a día. Puede parecer extraño o difícil de entender, pero es cierto…
La competición en Le Mans está abierta a pilotos de perfiles muy distintos, y en la misma parrilla podemos encontrar desde campeones del mundo hasta pilotos debutantes que vienen de cualquier categoría de GT; o a pilotos mayores de 50 o 60 años. Lo esencial para el organizador de la carrera, el Automobile Club de l’Ouest (ACO), y la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) es que los pilotos estén bien repartidos. ACO ha establecido un sistema de categorización de pilotos que responde a ciertas condiciones.
Antes de correr en Le Mans, los pilotos deberán solicitar al ACO ser categorizados en función de su edad, experiencia y palmarés. La organización agrupará a cada uno en: Platino, Oro, Plata o Bronce.
Y hay distintas reglas para cada uno de esos grupos. Por ejemplo, cualquier piloto oficial o ganador de algún título FIA será considerado Platino, y los Oro son pilotos profesionales aunque de menor nivel que los anteriores. En cambio, las categorías Plata y Bronce están reservadas a los pilotos amateurs; o lo que es lo mismo: a quienes no se dedican al 100% al automovilismo y no tienen resultados destacables en su historial.
Una vez categorizados los pilotos, éstos pueden optar entonces a un asiento en las 24 Horas de Le Mans, pero no en cualquier coche. En LMP1, la categoría superior, los pilotos Bronce no pueden competir por normativa; en los equipos de LMP2 debe haber al menos un piloto amateur, Plata o Bronce; en GTE-Am debe competir un piloto Bronce y un Bronce o Plata; y, por último, en GTE-Pro la composición de la alineación es libre.
A lo largo de la historia de las 24 Horas de Le Mans han participado en la carrera multitud de pilotos amateurs. Muchos han logrado victorias, han cumplido un muy buen papel… y, sobre todo, lo han disfrutado.
Una vez conocida la normativa y la categorización de la organización, podríamos decir que dentro de los pilotos amateurs se encuentran los Gentleman Drivers, personalidades reconocidas, actores, famosos o empresarios de éxito que tienen como hobby las carreras. Durante más de 300 días al año se dedican a sus labores empresariales y, el resto, a competir por todo el mundo.
Los considerados como Gentleman Drivers se encargan, habitualmente, de montar su propia estructura para competir o asociarse con una ya existente que le proporcione un coche y de contratar a unos compañeros de equipo competitivos. El piloto amateur aprenderá de sus rápidos copilotos, buscando siempre la mejora continua a la vez que persigue los mejores éxitos posibles. Se rápido no puede comprarse con dinero, pero las herramientas para serlo, sí.
Un Gentleman Driver llamado Roberto González
En Le Mans compiten cada año numerosos pilotos considerados amateurs. A lo largo de la historia de la carrera hemos visto competir, más allá de adinerados empresarios anónimos, a celebridades como los mismísimos Paul Newman (1979), el portero de fútbol Fabien Barthez (2014), el actor Patrick Dempsey (varios años entre 2009 y 2014), Mark Thatcher, hijo de Margaret Thatcher (1980 y 1981) o el batería de Pink Floyd, Nick Mason (varios años entre 1979 y 1984).
¿Qué les lleva a competir en una carrera de este tipo e incluso jugarse la vida? ¿Es la adrenalina? ¿Afición? ¿Reto? ¿Simplemente pasión? Hemos querido conocer a uno de los pilotos amateurs que corre este año en Le Mans y que sabe bien lo que es el automovilismo. Él, a diferencia de muchos, no es un inexperto absoluto… pero sí ha pasado más de una década sin correr.
Roberto González es un empresario y piloto mexicano de 43 años. Nació con las carreras en su ADN, literalmente. Su padre fue piloto y él quiso seguir sus pasos. De hecho, desde temprana edad compitió en karting, categorías promocionales de monoplazas… hasta que incluso llegó a la Champ Car (actual Indycar) en 2003: participó en 16 carreras con un séptimo puesto como mejor resultado. A finales de 2004, dejó el automovilismo para dedicarse a la empresa familiar, pero en 2012 decidió regresar con un programa en las American Le Mans Series.
Su presentación: Más que piloto, me considero un empresario. Esa es mi función principal. Afortunadamente estoy en una posición en la que hago el deporte que me apasiona como hobby. Lo más importante para mí son las empresas y la familia, pero eso no me impide seguir jugando a los coches de carreras. Trabajo en un fondo empresarial que invierte en varias industrias de gas y petróleo en Estados Unidos, México… y tiene raíces en toda Latinoamérica y Estados Unidos. Tenemos inversiones en diferentes industrias: Tecnología financiera, biotecnología, farmacología…
Roberto, categorizado como piloto Plata, compite en el Mundial de Resistencia con un prototipo LMP2 del equipo Dragonspeed, donde comparte coche con dos pilotos de primer nivel, Pastor Maldonado y Anthony Davidson. Forma parte del campeonato desde finales de 2016, y a lo largo del tiempo el mexicano ha sacado la velocidad que lleva en la sangre, ha aprendido y mejorado carrera a carrera y ha triunfado.
Así, en su palmarés brillan las victorias en las 24 Horas de Daytona 2019, en las 6 Horas de Spa-Francorchamps y los terceros puestos en los 1000 Kilómetros de Sebring 2019 y 24 Horas de Le Mans 2018… todas ellas en la categoría LMP2.
Ganar carreras tiene un fantástico sabor, es lo máximo que puede lograr un piloto, pero hay otras victorias que Roberto logra cada vez que se sube al coche.
Una válvula de escape… a 300 km/h
Roberto utiliza el automovilismo para evadirse, disfrutar, olvidar el día a día y también para mejorar. Porque, ¿tiene algo que ver la competición con el mundo empresarial? Así lo explica él mismo:
En mi vida, el automovilismo es una válvula de escape. Yo la presión la vivo día a día en mis negocios, en las tomas de decisiones cruciales, el liderazgo del equipo de trabajo.
La adrenalina que se produce aquí es como la medicina que me ayuda a olvidarme de lo otro. Como yo ya no me dedico a esto, lo hago para relajarme, yo vengo aquí a disfrutar y el lunes estoy de vuelta con el traje de empresario en las reuniones.
Ambos trabajos son muy parecidos, ambos te aportan valiosos aprendizajes de uno para el otro. Si tú eres el dueño de la empresa, tú eres el líder y tienes que saber guiar a tu gente, saber a dónde quieres llevar tu empresa y medir bien tu entorno; lo mismo en los coches.
En las empresas tienes que medir el mercado donde compites, que en este caso es la pista... Haber crecido en un entorno de carreras me ayudó mucho en las técnicas de negocio como empresario. Y ahora es al revés.
Descubrir este estilo de competición es descubrir también el automovilismo desde otro punto de vista. Aunque hablemos de Le Mans, no todo es el glamour de las carreras, el lujo o la presión de ser siempre el más rápido o el mejor.
Como Roberto, hay muchos pilotos tanto en Le Mans como en otros campeonatos a nivel regional o mundial. A veces cometen errores, se salen de pista, y pueden hacer perder un buen resultado… pero aquí lo que cuenta es el equipo, como él explica de una forma fantástica.
En un campeonato como este no solo necesitas que los pilotos tengan talento y experiencia, necesitas que ese talento compagine con mi talento y experiencia.
Aquí no puede haber egos. Puedes tener tres pilotos estrella, pero si cada uno quiere sobresalir y lucirse… no se trata de eso. Se trata de que entre los tres hagamos el mejor papel posible con el coche.
No queremos que Anthony sea 6 segundos más rápido que yo. En lo que a los tiempos respecta yo voy a ir más lento que los demás. Es necesario trabajar de forma que el más rápido sacrifique algunas cosas para ayudar al más lento. Es muy importante.
La magia de esta categoría permite ver a pilotos como el propio Roberto González luchando mano a mano, por ejemplo, con Romain Dumas (campeón absoluto de Le Mans, Pikes Peak…), Loïc Duval (Campeón de Le Mans) o Jean-Éric Vergne (Campeón de Fórmula E)… y ganándoles. Es otro estilo de vida, otro estilo de competición… en el que también hay mucho mérito.
Y, por supuesto, en una vida tan acelerada también hay lugar para los incidentes, como es lógico. Sin ir más lejos, el pasado miércoles Roberto González protagonizó uno de los sustos de estas 24 Horas de Le Mans, cuando el Toyota TS050 #7, pilotado por el británico Mike Conway, impactó contra el coche de González durante la clasificación. Ambos tenían la pole provisional en sus respectivas categorías en el momento de la colisión.
Wow! Wow! Wow! What just happened between the @Toyota_Hybrid #7 and the @DragonSpeedLLC #31!? 😳😱#WEC #LEMANS24 @24hoursoflemans pic.twitter.com/fGmVB2JFbW
— WEC 🇫🇷 (@FIAWEC) 12 de junio de 2019
Roberto González se encontraba recuperando su posición tras sufrir un sobreviraje, y Mike Conway no logró esquivarle. El británico declaró haber visto la doble bandera amarilla y haber ralentizado su velocidad, pero se encontró de repente chocando contra el Dragonspeed del mexicano. Al final, sanción en suspenso para Conway y susto mayor para González. De todo se aprende.
Hace unos meses se estrenó el documental 'The Gentleman Driver' en Netflix. Éste cuenta la historia de varios pilotos como Roberto (uno de ellos, su hermano Ricardo González) y merece la pena verlo si te ha gustado esta historia para descubrir cómo ha sido la incursión en el automovilismo de cuatro empresarios: Paul Dalla Lana, el mismo Ricardo González, Michael Guasch y Ed Brown.
Foto: © Roberto González | #TeamRGV. Todos los derechos reservados.