Durante los últimos días todo el mundo en nuestro país escuchó hablar de las 24 Horas de Le Mans por la victoria, segunda en su segunda participación, del piloto español Fernando Alonso. Pero esa carrera es más que una simple competición de resistencia. El ambiente que se crea, el número de asistentes, la magia de la noche y todas las actividades que la rodean hacen que sea muy especial. Te lo contamos desde dentro.
Le Mans es una población de aproximadamente 150.000 habitantes situada al sur oeste de París. Desde 1923, cada año durante el mes de junio acoge la carrera de coches más famosa del mundo y su población durante esos días se llega a triplicar.
La cita francesa se ha convertido en el segundo evento deportivo de motor que más gente moviliza en el mundo, solo por detrás de las 500 millas de Indianápolis. Ya sabemos que en EEUU todo lo hacen a lo grande, pero en Francia no se quedan atrás.
Grande es también todo el ambiente que rodea a las 24 Horas de Le Mans. Actividades y curiosidades de todo tipo que hacen que más que una carrera, todo allí sea una experiencia válida para los auténticos petrolhead, que peregrinan allí cada año como si fuese La Meca, como para gente que no tiene especial interés en el desarrollo de la competición.
Miles de personas andando sin destino
Este ha sido mi quinto año en las 24 Horas de Le Mans. He acudido con Porsche que optaba al título de Campeonato del Mundo de Pilotos con Michael Christensen y Kevin Estre en la categoría GTE-Pro tras haber conseguido ya el título de Constructores con el Porsche 911 RSR. Ambos pilotos lograron su objetivo, son Campeones del Mundo de Resistencia 2019, aunque no fue sencillo. Además la descalificación hoy del Ford que ganó en LMGTE-Am ha hecho que Porsche consiguiese su victoria 108 en Le Mans.
La última vez que había estado en Le Mans había sido en 2014 con Toyota, cuando regresaron para la era moderna. Siempre que llego a Le Mans, hay una cosa que me llama la atención por encima de las demás: el número de personas que hay constantemente andando por los alrededores del circuito. Es descomunal.
Este año la cifra oficial de asistentes a la carrera ha estado en línea con ediciones anteriores. 252.500 espectadores que bajo mi punto de vista, se dividen en dos tipos: los que ven toda la carrera desde un punto fijo y para ello montan su fortín con todas las necesidades posibles para sobrevivir tantas horas y los que no paran de moverse de un lado para otro. Y menos mal que existen estos.
Las inmediaciones del circuito son como una calle Preciados de Madrid o Portal del Angel de Barcelona constante y eso permite que esas más de doscientas cincuenta mil personas se dispersen a lo largo de los más de 13 kilómetros que tiene el circuito sin que haya grandes acumulaciones salvo en la parte cercana a la recta de meta.
No importa a dónde te muevas y a qué hora lo hagas, siempre te cruzarás con gente caminando, como si fuesen zombies sin destino buscando su presa. Cuando cae la noche cerrada, es cierto que el número de gente caminando baja bastante, pero entonces te encuentras con los mártires del descanso.
Durmiendo a la intemperie
Las tiendas de campaña y las autocaravanas o furgonetas camper son opciones elegidas por muchas personas que acuden a las 24 Horas de Le Mans. Es lógico si tenemos en cuenta que en la ciudad la capacidad hotelera es bastante limitada y que los hoteles se aprovechan de la enorme demanda de alojamientos y llegan a cobrar hasta 800 euros por noche en establecimientos donde la tarifa regular no supera los 50 euros/noche.
Además, las tiendas de campaña y las autocaravanas permiten tener todo a mano, aparcarlas y montarlas a solo unos metros de la pista y así estar cerca de "casa", con todas las comodidades que ello supone.
Nosotros este año disfrutamos de la experiencia de vivir unas 24 Horas de Le Mans bastante auténticas en este sentido, ya que, en lugar de hacernos dormir en un hotel, Porsche había reservado un espacio con 20 autocaravanas. Allí, justo al lado de las curvas Dunlop, dormimos las noches del viernes y el sábado, si es que lo del sábado se puede considerar dormir.
La organización de la marca alemana se encargaba de amenizar la estancia con una hoguera alrededor de la cual pasamos parte de la larga noche, contando historias y comentado en día y la clasificación. También había una barbacoa y una nevera con bebidas frías. ¿Quién quiere un hotel teniendo algo así? Yo al menos no.
Pero hay algunos asistentes a las 24 Horas de Le Mans que no duermen ni en hotel ni en caravana ni en tiendas de campaña. ¿Y dónde duermen? Pues tirados en el suelo, a solo unos metros de la pista.
Lo comprobamos pasadas las Curvas Dunlop, donde en una de las laderas de hierba que lindan directamente con la pista nos encontramos a unas 100 personas durmiendo a la intemperie a las 4 de la madrugada.
Algunos se resguardaban de los apenas 13 grados de temperatura ambiente con sacos de dormir, otros con abrigos, pero los había que no tenían nada que les protegiese. Incluso alguno dormía en pantalón corto y camiseta de manga corta. Tal vez, solo tal vez, los efectos del alcohol les habían dejado en un estado de letargo.
Un letargo que hacía que además, sin llevar ni siquiera tapones para los oídos, el sonido de los LMP1 privados (los Toyota híbridos suenan menos), los LMP2 con sus motores Gibson V8 o los aullidos de los Porsche 911 RSR o el estruendo del Corvette de Antonio García pasando a fondo rozando el límite de revoluciones a solo unos metros, no les afectase. ¿Magia? Sí, la magia de la noche de Le Mans. Y el Jägermeister que corría por todos lados tal vez tuvo parte de culpa también.
Los aparcamientos, visita obligada en Le Mans
Si hay algo que todo el mundo debe hacer al ir a las 24 Horas de Le Mans, es reservar algo de tiempo para perderse por los aparcamientos de los alrededores del circuito. Es algo único, no encontrarás algo así en ningún sitio del mundo.
A las 19 horas del sábado me fui a dar un paseo. Llego al primer aparcamiento, de tierra y césped pero con un cercado de protección. No me dejan entrar las chicas que vigilan el acceso. “Es un aparcamiento reservado, no puede entrar nadie que no esté alojado”. Por suerte a solo unos metros, un hombre hace una barbacoa al lado de una tienda de campaña. Al otro lado, un Ferrari 550 Maranello con matrícula británica.
Me mira y me invita a entrar con un gesto de mano. Se llama Henry y viene desde Manchester con un grupo de amigos. Me dice que llevan viniendo a Le Mans todos los años desde hace más de 20, y que es la mejor semana de su vida.
“¿Por qué duermes en tienda de campaña si tienes dinero suficiente para comprar un Ferrari V12?” le pregunto. “Esto es Le Mans y esto es lo que hace única esta carrera. Ya duermo en hoteles durante todo el año en mis viajes de trabajo y vacaciones con la familia. Aquí lo que quiero es disfrutar con mis amigos, tener la libertad de ver un rato la carrera, bajar a esta zona cuando queramos, beber, dormir y volver a ver la carrera. Esto es Le Mans”, me dice con un cerrado acento británico difícil de entender.
Henry no es un “rara avis” en las inmediaciones del circuito de La Sarthe. De hecho son cientos de miles los aficionados que eligen este tipo de plan, y por eso es el único sitio donde no te debe sorprender ver supercoches de cientos de miles de euros con la tienda de campaña al lado. A nadie se le caen los anillos.
Un recorrido por otros aparcamientos me hace pensar que Le Mans es, en parte, un sitio mágico porque pone a todos al mismo nivel. Independientemente del coche que lleves o el nivel económico que tengas, aquí todos conviven movidos por la misma pasión por el automóvil. A la Fórmula E le queda un poco para conseguir algo así.
Franz Ferdinand y muchas tiendas
Otro de los aspectos que hacen que Le Mans sea especial es toda la actividad que rodea a la gran carrera. Con la entrada general puedes acceder a una zona situada en la parte interior del circuito que es como un gigantesco y variado centro comercial para amantes del motor.
Son decenas de tiendas, algunas de marcas oficiales y otras de pequeñas empresas y/o particulares, artistas y artesanos que plasman su saber hacer sobre productos de lo más variados. Si algún día vas a Le Mans, lleva algo de dinero para compras, porque es casi imposible resistirse.
En la tienda de Porsche hubo cola para entrar y pagar durante todo el fin de semana. Tenían colecciones de merchandising hecho exclusivamente para esta carrera, y nadie se quería quedar sin su recuerdo a precio de Porsche.
Alpine aprovechó para mostrar en una vitrina el A110S, la versión más picante del deportivo francés que ya roza los 300 CV. Aston Martin, BMW M, Corvette…todas las marcas participantes en la carrera tenían su stand para vender productos de sus líneas de ropa y generar comunidad en torno a ellas.
Pero lo realmente alucinante de las tiendas en Le Mans son las tiendas particulares. Podrás encontrar la maqueta que quieras, desde 10 euros de las más baratas hasta los más de 3.600 euros que costaba la más cara que vimos, una réplica a escala del 911 RSR Pink Pig que ganó el año pasado en su categoría.
Si quieres un cuadro o una lámina para decorar tu casa, allí las encontrarás de todos los tipos y tamaños. Artistas que pintan acuarelas abstractas que representan los sectores más famosos del circuito, otros que hacen hiperrealismo, láminas pequeñas, posters antiguos. Prepara espacio de pared, porque también es difícil resistirse.
Y no solo eso. Este año he visto una tienda en la que vendían cinturones hechos con neumáticos de bicicletas usados, otra que hacía taburetes artesanales decorados con las imágenes de los cascos de los pilotos y una de pegatinas con unos 3.000 diseños diferentes, situada curiosamente al lado de un puesto de venta de bocadillos de jamón de Salamanca y productos del país llamado “Pata Negra Salamanca”. Olé.
Si con todo esto no ha sido suficiente para entretenerte durante las 24 Horas, Le Mans siempre depara alguna sorpresa. Cruzo la pasarela del Puente Dunlop y me encuentro un escenario gigantesco y un recinto preparado para albergar a mucha gente.
Franz Ferdinand fue el cabeza de cartel de los conciertos que acompañan a la carrera, un artista de primer nivel que permitió a unos desconectar un rato del sonido de los coches y a otros, los más melómanos, disfrutar de su música.
Visitar el Museo de Le Mans (el acceso es libre con la entrada a la carrera), montar en la noria, entrar a ver el Porsche 935 ClubSport expuesto en el Porsche Experience Center, volar en helicóptero por encima del circuito por menos de 100 euros. En Le Mans, la emoción no está solo en la pista, y tal vez por eso sigue siendo la mejor carrera del mundo.