Las clases nobles de Roma acaban de recibir un castigo divino, pues el transporte en lecticas y carros tendrá, a partir del V de enero, restricciones: solo podrán ser transportados por III esclavos, en el caso de la lectica y por I mula, en el caso de la basterna. Recordemos que hasta nuestros gloriosos días, las clases nobles podían disponer de cuantos lectiarii necesitaran para su transporte en lecticas, y de II mulas para el uso de la basterna.
La medida, emitida por Carmina Maxima Augusta, se aplicará en episodios de alta contaminación por heces de caballo y mula, así como con aglomeraciones. Pijus Magníficus, un patricio afectado, ha llegado a invocar a Marte y a Quirino al enterarse de la funesta noticia: "Cómo voy a acudir al Circo o al mercado con la mitad de mis esclavos cargándome?. No te lo perdonaré jamás, Carmina", ha declarado para el Acta diurna populi Romani.
Se acabaron los séquitos
El transporte en Roma está a punto de cambiar, y desde las altas esferas de nuestra gran ciudad han comunicado las medidas a tomar para evitar las asfixiantes aglomeraciones y los inenarrables excrementos animales que inundan las calzadas romanas. Todo, en episodios de alta contaminación fecal o de elevado tránsito urbano:
Lecticas: de los más de IV lectiarii o portadores de literas, se pasa a II, exceptuando los casos de sobrepeso o incapacidad del noble en cuestión, que podrá disponer además de I anteámbulo o esclavo que vaya despejando el camino.
Basternas: de las II mulas permitidas (una delante y otra detrás), solo podrán ser transportados por I, además de un basternario que la guíe.
Sella gestatoria: los cónsules podrán viajar en la silla portátil con un máximo de II esclavos y I guiando el camino, en comparación con los V permitidos anteriormente.
Carruajes: los soberanos podrán cruzar la ciudad en carruaje siempre y cuando exista una razón divina e imperiosa para hacerlo. El essedum, al ser ligero y de II ruedas, quedará excluido de las restricciones. Sin embargo el cissium (con III conductores), el carpentum y la carruca (tirados por mulas) deberán viajar con la mitad de los recursos de los que disponían anteriormente.
Séquitos: los esclavos, guardaespaldas, doncellas, sirvientas y eunucos quedarán reservados para celebraciones especiales.
Los esclavos y plebeyos, aliviados
Los plebeyos y esclavos han tomado esta decisión de las altas esferas como una medida "discretamente positiva", pues no quieren causar agravio pero reconocen que el centro de la ciudad se convierte los días de mercado en un hervidero de literas, basternas y carruajes, con los correspondientes esclavos, mulas y caballos que implica el desplazamiento de estos vehículos.
El tráfico de la ciudad de Roma ha sido calificado como caótico: un millón de habitantes, tropas que llegan de todas partes del Imperio y colapsan las entradas de la capital, esclavos y una urbanización arbitraria hacen de las calles un hervidero. Tiberius Vergilius, cliente de un noble, relata que las casas "están tan juntas unas con otras" que a veces "es imposible andar". Los esclavos también están aliviados, por razones obvias.
Esta medida se une a la ya establecida prohibición de los carros de mercancías de circular durante las X de la noche hasta la puesta de sol en la capital del Imperio. "Para algo construimos las aceras de mayor altura que la calzada, para impedir de los vehículos nos invadan. Pero parece que ni los dioses nos salvarán del terrible tráfico romano", sentencia Tiberius.
Por su parte, los nobles afectados llevarán sus quejas hasta el Senado para tratar de revertir tremenda situación.