Sin dejar de ser un Dodge en cuanto a diseño, sus rasgos apuntan más a florecer en el mercado europeo que en el americano. No es un SUV, es un monovolumen, competidor directo del Ford S-MAX y similares, aunque le aventuro un precio más reducido.
La plataforma escogida para el desarrollo del Dodge Journey, que así se llama, es la misma que la utilizada en el Dodge Avenger, pero con una distancia entre ejes mayor. Y si por algo tenemos que destacar al Dodge Journey es por equipamiento. Control de estabilidad, ocho airbags (frontales, laterales, de cortina y para las rodillas en las plazas delanteras), infinidad de huecos portaobjetos, sistema multimedia en las plazas traseras, navegador con pantalla de 8’’ o un cámara trasera con pantalla en el salpicadero son los elementos que nos encontramos. Cargadito que va.
Donde veo que falla, y creo que muchos también opinarán lo mismo. Sólo cuenta con un motor diésel, un 2.0 de 140 CV de origen Volkswagen que va asociado a una caja de cambios manual de 6 relaciones o una automática con sistema de doble embrague, al estilo DSG. Lo demás, todos gasolina y de alta cilindrada, con consumos nada adecuados para el precio que tenemos actualmente en el Viejo Continente.
El resto de motores son un 2.4 y un 2.7, ambos de seis cilindros, con unas potencias de 175 CV y 188 CV respectivamente. Mientras que el motor 2.4 se podrá elegir con cambio manual de cinco velocidades o un automático por convertidor de par, el 2.7 sólo se podrá montar con una caja automática de seis marchas.
Por diseño y precio es posible que entre por el ojo a más de uno, y por algunos detalles más como el poder ahorrarse la silleta de los niños, al disponer en la segunda fila de asientos (puede montar hasta tres filas de asientos en opción) de un dispositivo que sube el asiento hasta 102 mm, con lo que el cinturón siempre quedará bien colocado para un menor de 12 años. Pero donde pecará será en su motorización, el diésel será la opción más vendida, seguro.
Fuente | Dodge
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