Gurbanguly Berdimuhamedow, presidente de Turkmenistán, fue reelegido en las elecciones presidenciales celebradas en febrero con nada menos que el 97,01 % de los votos. Odontólogo y político, saltó a la Agenda Setting hace unos meses por regalar un cachorro a mismísimo Vladimir Putin, agarrándolo del pescuezo cual gato a modo de trofeo. Y ahora vuelve a los titulares a lo grande.
Tal y como refleja The Diplomat, y haciéndose eco de medios locales de la oposición, a partir del 1 de enero se prohibieron en el país centroasiático los coches negros. Al parecer, a los propietarios de los vehículos de este color se les ha ordenado volver a pintarlos en color blanco o claro, símbolo de buena fortuna, y a precio de oro.
White is the new black
Podría parecer una noticia de 'El Mundo Today', pero lo cierto es que en Turkmenistán llevan declarando la guerra al negro en la esfera automovilística durante bastantes años. Los cristales tintados o polarizados llevan prohibidos desde 2014 y en 2015, Asjabad, la capital, prohibió la importación de automóviles negros.
Sin una explicación oficial, los informes reflejaban que las importaciones debían ser de coches blancos, considerados el color de la suerte, y el color preferido para el convoy de limusinas presidencial. Las restricciones a la pintura son solo las últimas en una larga lista de reglas, que incluye la prohibición de la importación de cupés, superdeportivos y vehículos con matrículas personalizadas.
Ahora, según Chronicles of Turkmenistan, los turcomanos han de llevar sus coches a repintar tras ser "arrestados" por la policía y retirados de sus lugares de aparcamiento.
Esta nueva ley no escrita ha hecho que las tarifas de los servicios de pintura se disparen hasta el punto de superar los 3.000 dólares si esperan una semana. Tomando como referencia los salarios, que rondan los 285 dólares mensuales, parece bastante improbable que la ordenanza pueda llevarse a cabo.
Más allá de lo absurdo, una posible razón radicaría en la profunda crisis económica (no hablemos ya de la democrática) que atraviesa el país. La escasez de alimentos básicos como la harina, el azúcar y el aceite, la falta de efectivo y los salarios de los funcionarios embargados son reflejo de una crisis que amenaza con hacer tambalear la estabilidad del estado.
Además de la represión y la ausencia de libertad de expresión, la superstición inunda cada aspecto de la vida en la capital. Asjabad es famosa por sus edificios de mármol, tantos que llegó al Libro Guinness de los Récords en 2013 con 543 edificios nuevos revestidos con más de cuatro millones de metros cuadrados de mármol blanco, sin hablar de la faraónica estatua dorada que Berdimuhamedow mandó construir en su honor sobre un acantilado de mármol.