En el pueblecito alemán de Lützerath (a unos 40 km al oeste de Colonia) solo quedan casas a medio demoler. Todos sus propietarios ya se han marchado previa indemnización bajo el brazo, pero un grupo de activistas se resiste a abandonarlo sabiendo que su destino es ser engullido por la ampliación de una mina de carbón a cielo abierto situada en sus alrededores.
Se trata de la mina de Garzweiler, nombre que heredó de otro pueblo ya desaparecido que se situaba antiguamente en parte de su ubicación (y ya van 12). Actualmente tiene un tamaño de 48 km2 y es operada por RWE (la empresa más contaminante de Europa).
De ella se extraen 35 millones de toneladas de lignito cada año, un carbón extremadamente nocivo, que se emplea principalmente en las centrales térmicas para obtener energía eléctrica. Pero parece que aún no es suficiente “para garantizar el suministro a una Alemania en grave crisis energética”.
Una batalla perdida que debería servir para remover conciencias
Lützerath, un pequeño pueblo situado entre campos de cultivo, vivió su mejor momento en la década de 1970 cuando apenas tenía 105 habitantes, aunque en los últimos tiempos cada vez eran menos, y ninguno permanente. En la actualidad, se encuentra prácticamente al borde de la mina de Garzweiler, que ha ido ganando terreno de forma exponencial con los años, a costa de la tala de bosques y la desaparición de otros pueblos de la zona.
Hoy, tratan de salvarlo más de 200 activistas climáticos (muchos de los cuales se han construido casas en los árboles con el objetivo de evitar su tala y dificultar el desalojo), que con el apoyo de hasta unos 1.500 manifestantes, exigen que se cumplan los compromisos establecidos en los Acuerdos de París y ven en la causa un símbolo de resistencia en contra del avance del carbón.
Sin embargo, policía de todo el país se prepara para expulsarlos de forma inminente tras meses de trifulcas. Según DW, algunos de estos activistas empezaron a ocupar la ciudad hace dos años, pero a medida que se acercaba la fecha límite para demolerla, se han ido sumando cada vez más personas a la acción.
La suya, salvo por la visibilidad de los últimos días, es “una causa perdida”, pues la compañía energética alemana hace tiempo que compró el pueblo, previo pago a sus habitantes por sus casas y/o negocios de una indemnización que difícilmente podrá compensar la huella de carbono que supondrá esta nueva ampliación de la mina.
Y es que las tierras de alrededor y bajo Lützerath, como el resto de las regiones mineras del Rin y el Ruhr en el oeste y Sajonia (casi en la frontera con Polonia) son muy ricas en lignito o carbón marrón, el tipo de carbón más contaminante, que se considera responsable del 20 % de las emisiones del país y ensucia sus aspiraciones a liderar la transición energética.
Hemos de recordar que Alemania es el mayor productor mundial de lignito, y su industria minera ha ido modificando tanto el paisaje como la vida de sus habitantes durante décadas.
Solo desde finales de 1940, alrededor de 50 pueblos como Lützerath, Manheim o Pödelwitz han sido desalojados para dar paso a las minas de carbón en Renania del Norte-Westfalia, el estado más poblado de Alemania. En las distintas ampliaciones de la voraz mina de Garzweiler, paradójicamente incluso han desaparecido parques eólicos. Pero no solo eso.
La paradoja de la mina de carbón que se tragó un parque eólico
Desde que los cortes de gas ruso dejasen al descubierto la tremenda dependencia de Alemania en materia de energía, el Gobierno de coalición de socialdemócratas, verdes y liberales ha aprobado la puesta en marcha de centrales ya jubiladas para salir de la crisis.
A su vez, ha abandonado sus aspiraciones a liderar el despliegue de las energías renovables, dando un paso de gigante hacia atrás en su estrategia al priorizar el uso de carbón para asegurarse el suministro de energía (más, en pleno invierno).
Atrás quedó la Alemania modélica que ve cada vez más lejos alcanzar los objetivos medioambientales firmados en Bruselas y conseguir una transición eficaz hacia a una economía verde. Pese a que, coincidiendo con la pandemia de COVID-19 las emisiones de carbono en el país descendieron en 2020, en 2021 volvieron a crecer un 4,5 %.
Según los datos del Ministerio de Economía y Clima, el mayor responsable de este aumento es el sector energético, pues la escasez de viento dificultó que la energía eólica ayudase a crecer la cuota de renovables. En cambio, se quemó gran cantidad de carbón para producir electricidad, y actualmente la fuente más importante de emisiones de gases de efecto invernadero en el país es la quema de combustibles fósiles.
Entre los objetivos climáticos de Alemania a medio y largo plazo se encuentran reducir el 65 % de las emisiones (con respecto a los niveles de 1990) de cara a 2030 y del 88 % en 2040, que por el momento, quedan lejos. Además, también se planteó ser neutra en emisiones (es decir, emitir los gases invernadero que puede absorber) de cara a 2045, cinco años antes que el resto de países de la Unión Europea.
El pasado mes de diciembre RWE, el Gobierno alemán y el estado de Renania del Norte-Westfalia ratificaron un acuerdo que obligaba al país a eliminar progresivamente el carbón para 2030, en lugar de hacerlo en 2038 (plazo fijado anteriormente).
El acuerdo "salvó" a varios pueblos germanos de la destrucción, pero Lützerath no estaba entre ellos, como se ha encargado de recordar la empresa en uno de sus perfiles de twitter:
"RWE está adelantando su salida del carbón a 2030. Por lo tanto, 5 pueblos habitados y 3 granjas habitadas permanecerán intactos. Pero debido a la crisis energética, el antiguo asentamiento de Lützerath debe ser minado. Los trabajos de demolición comienzan hoy", afirmaba en una de sus publicaciones.
La energética también ha declarado que “el carbón de Lützerath y las zonas cercanas será necesario para abastecer a las centrales eléctricas a partir de 2024”, a medida que otras minas de la región sigan cerrando y Alemania reduzca su dependencia de las importaciones energéticas rusas.
Mientras tanto, en las próximas horas (como mucho, días) el carbón marrón se habrá cobrado nuevas víctimas como la fauna, la flora y la historia del que simplemente será “un pueblo fantasma” más a añadir a la lista.