Niki Lauda era un piloto pragmático que evaluaba los riesgos que corría en cada carrera. Por eso, el terrible choque que le cambió la vida para siempre en el Circuito de Nürburgring, el 1 de agosto de 1976, es una amarga paradoja que a punto estuvo de llevarse para siempre al piloto que renació después de haber sido dado por muerto tras aquel aparatoso incendio.
Era la séptima carrera de la temporada de Fórmula 1 de 1976. Niki Lauda ostentaba el título de campeón mundial de 1975, y defendía su título de forma feroz, con cuatro victorias conseguidas en las seis carreras disputadas hasta la fecha. Su posición en la clasificación general le daba confianza.
El Infierno Verde, un circuito sin unas mínimas condiciones de seguridad para los pilotos
El 1 de agosto de 1976, Niki Lauda no debió correr en Nürburgring. El austriaco apoyaba las ideas sobre la seguridad de los circuitos que abanderó el británico Jackie Stewart, tricampeón de la Fórmula 1 (1969, 1971 y 1973) que acuñó el nombre de El Infierno Verde para referirse al peligroso trazado de Nürburgring.
Una semana antes, Niki Lauda quiso boicotear la carrera. Reunió al resto de pilotos de Fórmula 1 para concienciarles del problema: el Circuito de Nürburgring no disponía de unos mínimos medios que les garantizaran la seguridad. No había comisarios, bomberos ni camiones de extición de incendios suficientes para cubrir aquella enormidad de 22,7 kilómetros de cuerda.
No tuvo éxito en su petición. Lauda creyó que, siendo el líder del campeonato y ostentando el récord de velocidad del trazado alemán en aquel momento, sería el mejor portavoz de los pilotos. Pero sus rivales no le apoyaron: unos se mofaron de su exceso de celo, llamándole "gallina", y otros ni siquiera congeniaban con él.
Así pues, la carrera tuvo lugar.
Había llovido durante la mañana, pero eso no fue un problema para los cerca de 300.000 asistentes al Gran Premio de Alemania. Ya lucía el sol, aunque poco antes de comenzar la carrera cayó un chaparrón que retrasó la salida.
Y aquí comenzaron los problemas para los pilotos.
Niki Lauda se puso la camiseta y el sotocasco, se cerró el mono ignífugo y se dirigió hacia su Ferrari 312T2. Llevaba montados neumáticos de lluvia, como todos los pilotos, excepto el alemán Jochen Mass, de McLaren-Ford.
Al dar la primera vuelta a aquel circuito de casi 23 kilómetros, los pilotos encontraron que el asfalto estaba seco, con algunos cortos tramos húmedos. Y entonces 14 de los 28 corredores decidieron entrar a boxes para cambiar neumáticos de lluvia por neumáticos de seco. Entre esos pilotos se encontraba Niki Lauda.
Y de repente, en la segunda vuelta, algo sucedió.
Se dice que falló la suspensión trasera del Ferrari 312T2, se dice que el monoplaza pisó alguna zona mojada, se dice que simplemente Lauda entró demasiado rápido en la curva. El piloto austriaco nunca supo explicar qué ocurrió. Según explicó en 2016 al Frankfurter Allgemeine Zeitung, sus recuerdos quedaron borrados para siempre:
La mañana antes de la carrera, un fan vino hacia mí y me pidió un autógrafo, con la fecha anotada. "Podría ser el último, señor Lauda", me dijo. Ahí es cuando pienso: "¿Quién es este idiota?", pero por supuesto fui educado y lo escribí. En algún momento después de la salida, a medida que la pista se secaba más y más, tuve que cambiar de neumáticos de lluvia a seco. Después de eso, ya no sé nada. Si aquel chico no hubiera filmado esa película con su cámara Super 8, nunca habría sabido lo que pasó.
Así lo vivió Brett Lunger, uno de los pilotos que salvó la vida de Lauda:
Había una curva a derechas muy rápida seguida por una curva ciega a izquierdas, que se tomaba a fondo aun con el suelo mojado. Mientras giraba a más o menos 240 km/h vi polvo en el aire, pero no supe de qué se trataba. Era Niki saliéndose de la pista. No creo que se le rompiera nada, venía realmente muy fuerte.
Niki Lauda perdió el control de su Ferrari 312T2, fue a dar contra un montículo que delimitaba la pista, los depósitos de su monoplaza se abrieron y comenzaron a perder gasolina mientras el Ferrari rebotaba, volviendo a la pista envuelto en llamas mientras el bólido de Guy Edwards, que le seguía, lo esquivaba tras rozarlo ligeramente.
Y en aquel momento le impactó el Surtees-Ford de Brett Lunger:
Cuando lo vi, estaba detenido sobre la pista, en llamas. Yo estaba afrontando la curva y traté de reducir la velocidad, pero no hubo manera de esquivarlo. Al chocar contra él, el extintor de mi coche se disparó, y quizás eso aplacó un poco el fuego.
Según relató en su día Paco Costas en El País, a partir del testimonio recogido inmediatamente a un asustado Arturo Merzario, piloto de Wolf-Williams-Ford, las características de Nürburgring fueron determinantes:
En la segunda vuelta, catorce de los participantes han entrado en boxes, entre ellos Niki Lauda, cambiando a ruedas de seco, sin que ninguno pierda vuelta. Lauda se incorpora a la carrera y se mezcla con la última parte del pelotón, que ya iba muy estirado; fuerza el ritmo para recuperar el tiempo perdido y llega así al final de un tramo muy rápido que termina con un tremendo salto.
Al caer, se encuentra inesperadamente con una de las temibles trampas de este peligroso circuito: el agua. Su coche se cruza y golpea las barreras de un lado viniendo a parar al centro de la pista, donde queda atravesado. Guy Edwards consigue pasar, según sus propias palabras después de la carrera, sin saber cómo, pero Brett Lunger, que no ve el coche del austríaco en el salto, se estrella contra él, lanzándole contra la barrera del lado contrario.
El austríaco Harald Ertl, que viene inmediatamente detrás, tampoco puede frenar y golpea el coche de Lunger. Los tres coches, seriamente dañados, bloquean el camino, pero el Ferrari de Lauda queda totalmente destrozado y colgado en la barrera de protección, al tiempo que se incendia.
Niki Lauda no pudo salir del coche por sus medios. Los pilotos Brett Lunger, Arturo Merzario, Guy Edwards y Harald Ertl auxiliaron inmediatamente a su rival. Merzario, que había sido piloto de Ferrari, logró soltar los anclajes del monoplaza, que eran diferentes a los que usaban los coches ingleses. Harald Ertl vació un extintor sobre el Ferrari y Brett Lunger extrajo a Lauda de aquella trampa mortal.
Para aquel entonces, el piloto austriaco ya había sufrido graves quemaduras. El casco se le soltó en el primer impacto, y el sotocasco blanco estaba ya negro debido al intenso calor del fuego. En total, fueron 45 segundos eternos en los que Niki Lauda estuvo inhalando gases tóxicos procedentes de la combustión del carburante y de todos los componentes que ardían a su alrededor. En el vecino Hospital de Adenau no podían hacer nada por él.
Niki Lauda fue trasladado en helicóptero al Hospital de Ludwigshafen, a 145 kilómetros de Nürburgring. Allí se le diagnosticaron quemaduras de segundo y tercer grado en la cara y las manos, aplastamiento de un pómulo y fractura de tres costillas, aunque los daños más graves no estaban a la vista: sus pulmones quedaron seriamente afectados.
Por ese motivo, se le trasladó al Hospital Universitario de Mannheim, que era el centro más cercano que podía atender casos de intoxicación pulmonar tan graves.
En Mannheim, Niki Lauda fue dado por muerto. Daniele Audetto, director deportivo de Ferrari, llamó a Enzo Ferrari para comunicarle que Lauda fallecería de forma inminente, según los médicos. En aquel momento, Il Commendatore ordenó a Audetto contratar al piloto brasileño Emerson Fittipaldi para sustituir a Lauda.
Lauda llegó a recibir la extremaunción, pero se resistió a morir. Como es sabido, volvió a la competición al cabo de seis semanas, sólo habiendo faltado al Gran Premio de Austria y al Gran Premio de los Países Bajos, y en el Gran Premio de Italia, celebrado en Monza el 12 de septiembre de 1976, Niki Lauda dejó a todo el mundo boquiabierto.
Pero lo sucedido en Nürburgring perseguiría a Lauda hasta el último de sus días.
Niki Lauda: "Yo tengo una razón para ser feo, la mayoría de la gente no"
El mismo Lauda relató a la prensa cómo se vio sometido a sucesivos trasplantes de piel en la frente, en el pómulo derecho y en buena parte de la zona parietal, y cómo le incomodaba el morbo de la gente:
El otro día me volvieron a preguntar [sobre los daños que recibió en la oreja derecha]: "¿Por qué nunca se operó?" A aquella mujer le dije: "¿Dónde coño encuentro yo una oreja?". Es lo que hay, ¿qué más puedo hacer?
Muchos de los daños que sufrió Lauda en Nürburgring eran apreciables a simple vista, así que decidió calzarse una gorra para evitar las miradas de la gente.
Con todo, Niki Lauda no se amilanó nunca ni se arrepintió de haber corrido en aquella carrera. De hecho, en sus declaraciones al Frankfurter Allgemeine Zeitung explicaba que para él la fecha del 1 de agosto era un día como otro cualquiera:
Para mí es un día como cualquier otro. No me pongo frente al espejo y me digo: "¡Hurra, hurra, estoy vivo!". Correr era un riesgo extremo en aquel momento, y siempre fui consciente de eso. Después del accidente, tuve que pensar si quería correr este riesgo nuevamente. Yo quería. Cuarenta y dos días después volví a correr en Monza y terminé cuarto. Más tarde gané de nuevo, incluso volví a ser campeón del mundo, volví a ser el viejo Niki. El accidente ya no fue un problema en ningún momento. Pero si hay personas que están más ansiosas que yo, y ciertamente hay muchas, estas personas sufrirán un accidente de por vida.
Niki Lauda consiguió con su mente lo que su cuerpo nunca fue capaz de superar. Sin embargo, su brutal experiencia en Nürburgring sirvió para que algo comenzase a cambiar en la Fórmula 1. En aquella época, según recordaba el mismo Lauda, se mataban uno o dos pilotos cada temporada. Ahora recordamos la muerte de Ayrton Senna en 1994, y la de Jules Bianchi, en 2014.
Los circuitos y los monoplazas han cambiado de forma radical. Todas las pistas deben contar obligatoriamente con un Centro Médico permanente, los pilotos realizan cursos de rescate en pista y los monoplazas son "20 veces más seguros", según Lauda, con el uso de materiales que no arden tan fácilmente.
Lo que sucedió el 1 de agosto de 1976 en Nürburgring cambió la vida de Niki Lauda para siempre, y cambió también la forma en la que se vivía la Fórmula 1.