Los años del Grupo B: el cielo como único límite

Muchas veces tenemos idealizada la época de los Grupo B como una etapa de potencia desmedida, de agresividad y en la que los pilotos debían lucha contra la maquina cada curva, cada kilómetro para conseguir domar a la bestia. Sin embargo, y tal y como expliqué en aquel post en el que enfrentaba a los World Rally Cars y a los Grupo B, cada época tiene su propio encanto y aquellos coches eran también belleza en movimiento.

Cosas completamente impensables en este momento como ver a Timo Salonen con el cigarrillo encendido ya sentado en el baquet del Peugeot 205 T16, Vatanen disfrutando de sus vaso de leche de la victoria en el podio del Rallye de Montecarlo o el Lancia 037 abriéndose paso entre los aficionados, mientras Walter Röhrl y Markku Alén luchaban por mantener el tracción trasera italiano todo lo recto como les fuera posible. Unas temporadas en el Mundial de Rallyes que prácticamente todo se escapaba a lo que las leyes de la física dictan, en las que tan sólo el cielo era el único límite.

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