Liberty Media compró la F1 prometiendo un gran espectáculo americano. Diez años después, es el deporte más aburrido del mundo y no hay competencia
Cuando Liberty Media compró la Fórmula 1 por más de 7.000 millones de euros allá por 2016 muchos recibieron la noticia como maná llovido del cielo. La entrada de una dirección estadounidense al frente del negocio prometía convertir la Fórmula 1 en un gran espectáculo americano, con competencia, alternativas y emoción.
Una década después, la Fórmula 1 es el deporte más aburrido y predecible del mundo. Al soporífero dominio de Lewis Hamilton con Mercedes le ha seguido un dominio aún más soporífero de Max Verstappen con Red Bull. La Fórmula 1 ha dejado de ser una competición y el fracaso de Liberty Media como promotor del campeonato es colosal.
La década de Liberty Media al frente de la F1 se resume en un año bueno y nueve insoportables
La salida de Bernie Ecclestone como director de orquesta de la Fórmula 1 a mitad de la era híbrida se recibió con algarabía, pero pocos ejemplos más fehacientes hay en el deporte profesional del dicho aquel de "otro vendrá que bueno te hará". Casi una década después el fracaso de Liberty Media como gestor de la Fórmula 1 es rotundo.
Cuando Liberty Media llegó a la Fórmula 1 se encontró la mesa puesta. El mundial estaba en plena era híbrida con el equipo Mercedes dominando, y para colmo Nico Rosberg optó por retirarse ese mismo año, acabando con la disputa interna que había dentro de Mercedes, y que ponía la única salsa a su dominio.
Quedaba un lustro para el cambio de reglamento en el que estaban puestas todas las esperanzas. Y el colosal año 2021 nos puso los dientes largos. Pero a estas alturas de 2024 ya se puede decir con toda claridad: el nuevo reglamento técnico solo ha cambiado un monopolio por otro, ha sido un fiasco rotundo y el fracaso de Liberty Media es colosal.
La década de Liberty Media al frente de la Fórmula 1, adjudicando que 2025 va a ser otro paseo triunfal de Red Bull igual de tedioso que los tres anteriores, se resume en un primer lustro en el que han sido incapaces de acabar con el monopolio de Mercedes y un segundo lustro en el que se lo ha regalado a Red Bull. Diez años sin competencia en la Fórmula 1.
Los más resabiados del lugar dirán que esto ha pasado siempre en la Fórmula 1, que son ciclos. Mienten. Nunca antes un equipo había ganado ocho mundiales consecutivos de constructores como ganó Mercedes entre 2014 y 2021. De hecho, antes de entrar en el siglo XXI el mayor hito era de McLaren, que ganó cuatro seguidos entre 1988 y 1991.
Tampoco había pasado nunca que un piloto ganase 19 de las últimas 20 carreras como ha hecho Verstappen, batiendo en dos ocasiones distintas el récord de victorias consecutivas de la Fórmula 1. Siempre ha habido ciclos en la Fórmula 1, pero mucho más cortos y con competencia real entre los equipos.
Por ejemplo, cuando Ferrari ganó seis mundiales de constructores seguidos, Michael Schumacher tuvo que sudar hasta la última carrera dos de esos títulos, los de 2000 y 2003, y el de 1999 directamente lo ganó Mika Hakkinen con McLaren. En el anterior dominio de Red Bull, el de 2010 a 2013, dos de los cuatro mundiales de Sebastian Vettel bien pudieron ser para Fernando Alonso con Ferrari, perdidos en un cara o cruz en la última carrera.
Desde que Liberty Media está al frente de la Fórmula 1 no hay mundiales peleados hasta el final, con la honrosa excepción de la milagrosa temporada 2021 en la que Verstappen ganó un mundial que vale por cuatro. Y menos mal, porque los otros tres que ha ganado valen por cero. El holandés es el mejor ejemplo de cómo esta Fórmula 1 está matando el carisma.
Verstappen lo tenía todo para ser un icono de masas. Tanto talento como el que más haya tenido de todos los que han pasado por la Fórmula 1, un carácter rebelde, una personalidad carismática y pura pasión por las carreras. En 2021, era un dios para la afición. Hoy, es ese taxista que se limita a llevar un coche a meta sin meterse en líos. Lleva tres años sin pilotar, y no es su culpa.
Ecclestone tenía un mantra muy claro: hacer lo que fuese necesario para que las carreras estuviesen competidas. El viejo mandamás de la Fórmula 1 metió mano incluso de forma poco éticas para darle emoción a temporadas que ahora son de las más memorables de la historia, como 1994, 2005 o 2012, pero que debieron ser insulsos paseos militares.
Ecclestone sabía que había que ofrecerle algo al público si querías tenerlo de tu lado. Liberty Media se limita a obligar a su gente a decirte que una temporada ha sido apasionante incluso aunque un piloto haya ganado todas las carreras y sea campeón desde agosto. Esa es toda la capacidad que tiene el organizador de la Fórmula 1 en influir en lo que pasa en la Fórmula 1.
Desde hace muchos años, la Fórmula 1 ha dejado de vivir en el presente para instalarse en el futuro, en el paraíso prometido que siempre vendrá pero nunca llega. La nueva esperanza de la Fórmula 1 es el cambio de reglamento técnico de 2026. La ruleta ya está girando para ver a qué piloto al azar le tocará ganar 8 mundiales y 120 carreras consecutivas. Todas apasionantes, eso sí. Lo de la competencia, ya para el siguiente cambio.