Menuda decepción me llevé cuando me enteré que, incomprensiblemente, Oriol Servià no iba a comenzar esta nueva temporada de las IndyCar Series. ¿Cómo es posible que el mejor piloto procedente de la Champ Car se quede sin asiento? ¿Cómo puede ser que el 9º mejor piloto del año pasado, dando guerra a los favoritos en equipos mucho mejores que KV Racing, tenga que ver este año los toros desde la barrera? A mí que me perdonen estos yanquis, pero no lo entiendo.
Sí, es cierto. La situación actual de crisis no ha ayudado demasiado, y la parrilla de la IndyCar se ha comprimido hasta unos pobres 22 monoplazas, pero ver por ejemplo al antiguo compañero de Uri, Will Power, al que Oriol batía habitualmente, subido en un super-Penske, me hace pensar que desde luego la justicia no reina tampoco al otro lado del charco.
La única esperanza que nos queda hoy por hoy pasa por que Oriol Servià pueda conseguir por lo menos un volante para las míticas 500 Millas de Indianápolis. Sería una pena no poder seguir el gran trabajo que Uri ya realizó en el Brickyard el año pasado como debutante. No me cabe la menor duda de que Oriol es un profesional como la copa de un pino, y la más mínima oportunidad que se le aparezca, la sabrá aprovechar.
Eso sí, esta temporada de la IndyCar, que tenía casi la mitad de circuitos ruteros, donde Uri podría haber destacado tanto, ya no será lo mismo sin nuestro representante.