La escandalosa indecencia de la FIA


Amigos, he vuelto a sacar las antorchas del trastero para cargar en una nueva ocasión contra la FIA y sus irreverencias metodológicas. Su falta de respeto por los equipos, los aficionados y el deporte, ese mismo deporte al que le atribuyen un espíritu que clama moralidad según el resultado de los dados que lanza Bernie Ecclestone. No me escandalizo en realidad, solo me indigno.

Cargo contra una Federación que no piensa en mi que soy un aficionado de los que se pasan el año siguiendo la F1 a la hora que haga falta y por el tiempo que sea necesario, y el resto del año echándola de menos, sino que piensa en mantener a las escuderías en un redil pensado al milímetro, sin prácticamente capacidad de innovación. ¿La razón de mi carga? La prohibición del sistema de altura constante de Lotus, claro. ¿Qué iba a ser, si no?

A lo mejor no os apetece leer nada que tenga que ver con antorchas de turba enfurecida, típica de los siglos oscuros de la humanidad, pero uno se hizo serias ilusiones con un invento muy sugerente, que nada tiene que ver con partes aerodinámicas, aunque sea evidente que sí tiene que ver, indirectamente, con el rendimiento aerodinámico. Tiene que ver con el rendimiento aerodinámico, pero es una consecuencia indirecta de un ingenio mecánico.

Otra vez la FIA ha prohibido una innovación a la que ha puesto su mejor cara días antes, otra vez ha privado a la estructura de Renault, hoy Lotus, de introducir elementos mecánicos relacionados con la estabilidad y, por añadidura, nos ha privado de una potencial temporada del Ave Fenix, con Kimi Raikkonen a los mandos de un Lotus innovador y tremendamente (potencialmente) efectivo. Casi saboreaba la artificial vuelta de Lotus en la época dorada de los monoplazas de Mario Andretti. Ni siquiera nos han dejado presenciar qué daría de si este nuevo invento (que nada tiene que ver con aquélla Lotus, eso lo sabemos todo, pero solo nos dejan tener esas ilusiones miserables).

La ilusión de que llegue la nueva temporada de F1 está ahí, intacta. Pero es la ilusión de ver un nuevo campeonato, la competición “reseteada” para ver si continúa el imperio Red Bull o si resurgen otros imperios. La FIA sigue siendo como una comisión de moralidad, o como una castración química: te quita la posible salsa de un campeonato lleno de retos tecnológicos. La FIA es un continuo cuento de hacer y deshacer.

Es una continua mentira, una figura que inspira desconfianza porque ya ha demostrado, por enésima vez, que cuando aprueba “de boquilla” una innovación atractiva es porque quiere conseguir tiempo para destruirla, y de paso tirar a la basura incontables horas de desarrollo y por tanto grandes cantidades de dinero. La FIA quiere austeridad y contención de costes, pero no deja de hacer que los equipos que se mantienen dentro del reglamento tiren a la basura miles y miles de euros. Es indecente, casi tanto como tirar comida a la basura.

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