Los pilotos de carreras son unos grandes profesionales, capaces de llevar sus coches al límite y de encandilar al público con su pilotaje. Que son hombres (¡y mujeres!) con grandes habilidades, es algo que todos sabemos. Pero hay algo, más allá de la habilidad de conducir estas máquinas a tan altas velocidades, que suele olvidarse y que supone la verdadera magia de los pilotos de carreras; la confianza tácita que tienen los unos con los otros.
La confianza tácita puede definirse como una confianza implícita entre dos o más personas. En el caso de la Fórmula 1 y de las carreras en general, es un elemento clave y muy infravalorado. Es esencial para el correcto desarrollo de estas carreras en las que tanto disfrutamos. La explicación es más simple de lo que puede parecer a primera vista pero, a su vez, se trata de algo realmente complejo que demuestra la calidad de los pilotos mejor que ninguna otra cosa.
¿Cómo, sino, podrían dos pilotos rodar a más de 200km/h con sus coches a escasos centímetros? Se trata de una gran demostración de habilidad, sí, pero también de algo más. A fin de cuentas, no existe humano que pueda calcular en tiempo real la distancia con cada uno de los elementos que le rodean, y menos aún con partes del coche que no puede ver. Ahí es donde entra en juego la confianza tácita que tienen los pilotos los unos con los otros.
Tomemos por ejemplo a Fernando Alonso y Sebastian Vettel en una hipotética lucha por la primera posición. ¿Cómo es capaz de rodar Fernando Alonso justo detrás de su rival sin llegar a tocarse en ninguna frenada? Es sencillo. El asturiano sabe qué tipo de piloto es su rival. Sabe, de forma implícita, en qué punto va a frenar el piloto de Red Bull, y lo sabe gracias a su experiencia tanto en lo que se refiere al pilotaje en general como a conocer el de su rival; y lo mismo ocurre con todos los pilotos punteros, claro.
Otro ejemplo lo podemos ver en los adelantamientos. Evidentemente, algunos pilotos se arriesgan más que otros, pero al final un adelantamiento se basa en preveer hasta cierto punto lo que hará el contrincante para frenar más tarde o incluso para engañarle. Hacerle una finta para salir mejor posicionado en la recta sucesiva y completar un adelantamiento que pueda dar una posición y varios puntos, siempre importantes. Todo esto se basa en esta confianza, aunque su punto clave es el de rodar cerca los unos de los otros.
El ejemplo más claro lo vemos en las salidas de las carreras. Sobre todo en los monoplazas, donde cualquier toque puede significar el final de carrera, ya que en carreras de turismos un mínimo de intercambio de pinturas es esperado. ¿Cómo pueden estos pilotos realizar una salida, uno de los momentos en que más se la juega uno en una carrera, tan cerca de varios coches, estando si situación respecto a varios de ellos fuera de su control? De nuevo, esto se debe a la confianza tácita que hay entre ellos.
Es por eso que cuando, por ejemplo, tuvimos a Valtteri Bottas en tercera posición de la parrilla de salida del Gran Premio de Canadá, varios pilotos se sentían incómodos por estar justo detrás o justo delante del finlandés. Ello se debe a que, puesto que Bottas no está acostumbrado a estar delante en la Fórmula 1 y mucho menos a salir desde las primeras posiciones, no existe esa confianza tácita. No se sabe, ni consciente ni inconscientemente, qué es lo que puede hacer en esos primeros metros. Fuera de lo que se considera "estándar" para un piloto de Fórmula 1, claro.
Quizás si se hubiera compartido categoría, se podría aprender algo de allí, pero no es el caso y por esta razón los pilotos no se sienten cómodos cuando hay un extraño delante. En ocasiones, pueden ocurrir accidentes y pueden no ser culpa del novato ni del veterano, sino un simple "malentendido" por la falta de confianza tácita entre ambos. Esto lo hemos visto en algunas ocasiones, aunque lógicamente, lo vemos más con pilotos de corte más agresivo como pueden ser Pastor Maldonado o Romain Grosjean (un buen ejemplo es la salida de Spa 2012; el toque es un lance de carrera pero Hamilton se cierra porque ni siquiera espera que Grosjean pueda intentar ese movimiento).
Claro, que esto no es algo nuevo de ahora. Los pilotos de carreras siempre han tenido una sensibilidad extrema y una gran capacidad de entender a nivel subconsciente a los rivales. Aún más cierto era esto en los años 80 y sobre todo 70, cuando la Fórmula 1 era mucho más pequeña. En ese tiempo, los pilotos formaban parte de una gran familia, mientras que hoy la relación entre los pilotos de la élite de la Fórmula 1 es casi inexistente. Gracias a esa relación especial veíamos a pilotos capaces de maniobras increibles.
Todo esto se debía ya a este profundo entendimiento entre pilotos que se jugaban la vida en la pista pero que, a su vez, se respectaban enormemente. Luchas como la de Gilles Villeneuve y René Arnoux en el Gran Premio de Francia de 1979 eran relativamente comunes (aunque sí es cierto que esta es algo especial). Ese día en Dijon, dos pilotos de gran talento llevaron esa confianza tácita a extremos increibles. Podían tocarse ligeramente con sus ruedas, sus carrocerías, porque consciente o inconscientemente, confiaban el uno en el otro.
El vídeo es de esos que ponen la carne de gallina, de esas imágenes que, una vez vistas, difícilmente se olvidan. Con los años, las formas en las que esta confianza tácita se manifiesta han cambiado, junto con la tecnología, pero el fondo es el mismo. Los pilotos comparten un vínculo especial que es difícil de apreciar a primera vista y que es bastante complejo de explicar. Se trata de un vínculo relacionado con sus personalidades, con sus estilos de pilotaje, con lo que significa ser piloto y con sus experiencias. Algo muy difícil de comprender si no se es piloto.
Claro, que esto no se ve solo en la Fórmula 1. El WEC es otro buen ejemplo, y quizás el de Le Mans sea el circuito donde mejor se puede entender. Con medias de velocidad comparables a las de los circuitos más rápidos de Fórmula 1 pero con coches muy distintos y con más de cincuenta máquinas repartidas por los 13km, esto significa que nos encontraríamos, de media, uno cada unos 230 metros. Con los veloces LMP1, es muy importante (y complicado) la confianza tácita que pueda haber entre los participantes.
Aunque, de hecho, es difícil llegar a ese punto y por ello vemos accidentes entre coches más rápidos y coches más lentos, cuando hay doblajes. De hecho, la mayoría de accidentes en Le Mans suelen suceder durante los doblajes o por salidas de pista con un solo implicado. Raramente sucede un accidente entre dos pilotos que luchan por posición, ya que se conocen mejor y esta confianza entre ellos es superior, así como el entendimiento de lo que supone ser piloto de LMP1, LMP2, o GTs (a escoger).
Esto, por no hablar del desgaste de pilotar durante 24 horas, claro. Pero no es el tema que nos concierne en el día de hoy. En cuanto a otras categorías, depende de sus particularidades, con los turismos apoyándose más en los toques ligeros y los monoplazas aplicando los mismos conceptos que en la Fórmula 1. Cabe destacar, por ejemplo, el riesgo tomado por Antonio Felix da Costa en Monza el año pasado durante una carrera de la GP3. Un piloto que no confía ciegamente en su rival no se atrevería a hacer lo que hizo el portugués; usar el coche de delante para aplicar una estrategia conocida en la NASCAR como bump-drafting. Le salió bien.
Pero, ¿qué sucede cuando no sale bien? Esto puede deberse a varias cosas. Ya sea por error del piloto o por error mecánico, normalmente el fallo viene por un lado solamente, lo que hace que el otro piloto implicado sea sorprendido por un incidente que no esperaba. Un error mecánico sorprenderá a los dos pilotos, puesto que uno nunca pilota pensando en que su coche pueda fallar (ya sea a nivel de suspensión, frenos, neumáticos o demás).
Pero también puede darse el caso de que un piloto cometa un error a la hora de juzgar la situación o a su rival. Esto sucede más con pilotos novatos y con poca o menor experiencia en luchar por las primeras posiciones. Un ejemplo de esto lo vemos con Sebastian Vettel durante sus dos primeras temporadas en Red Bull. Muchas ganas pero errores a la hora de juzgar su posición. Esto es típico de pilotos cuyo talento excede a su experiencia y crecimiento, lo que hace que lleguen arriba sin esta confianza tácita que, queramos o no, se desarrolla con el tiempo.
Ejemplos como el de Lewis Hamilton o Sebastian Vettel son los más recientes en términos de pilotos propensos a accidentes o incidentes que poco a poco han ido evolucionando de forma natural hasta convertirse en lo que son ahora. Pero hay otros pilotos tanto del presente como del pasado que tuvieron que pasar por este proceso de adaptación. Ser piloto es especial, por supuesto. Pero los vínculos que existen entre los pilotos quizás lo sean aún más, y aunque bastante menos conocidos, puede que sean la verdadera magia de las carreras.