Hoy martes, se cumplieron los treinta años de la muerte del gran Gilles Villeneuve. Posiblemente uno de los pilotos más queridos y admirados de la historia del Mundial de Fórmula 1. Para homenajearlo, su hijo, Jacques Villeneuve viajó hasta el circuito de Fiorano para ponerse a los mandos de aquel mítico Ferrari 312 T4 de 1979 que nos dejó algunos de los mejores momentos del también llamado por muchos con el sobrenombre del aviador.
Un piloto que hizo disfrutar a muchos y que era conocido por ser todo un temerario al volante que parecía no tener nunca miedo a nada. Un campeón sin corona, pero todo un ejemplo de pundonor y valor. Un aniversario que ha permitido volver a ver esta preciosidad sobre ruedas, lamentablemente no con su verdadero dueño a los mandos.